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Todo el cine y la producción audiovisual argentina en un solo sitio

DIRECCION EJECUTIVA: JULIA MONTESORO

Luciano Cáceres estrena «Adiós Madrid», de Diego Corsini, en España: «La autogestión es mi lugar natural»

Luciano Cáceres asume el desafío de su primer protagónico español, Adiós Madrid, un drama conmovedor dirigido por Diegop Corsini, estrenado el viernes 17 en España y con perspectivas de presentarse en Argentina a mediados de año.

Tras la presentación en Madrid, Cáceres regresa a la Argentina para volver a la escena teatrao con el unipersonal Muerde, de Francisco Lumerman. Tras una gira en la que llevará la obra el martes 21 a Chapadmalal, el miércoles 22 a Mar del Plata, el jueves 23 a Necochea y el martes 28 a Punta del Este, se podrá ver desde el jueves 30 en el Metropolitan.

-¿Por qué elegiste hacer Adiós Madrid?

Porque es una historia muy emocional, que me cautivó. Y si bien hice otras películas en coproducción, Es mi primer protagónico en España. La primera vez que me toca estar al frente de toda la película.

Acompaño el proyecto desde su génesis. Con (Diego) Corsini nos conocemos hace muchos años y nunca habíamos trabajado juntos. Se dio la oportunidad cuando fui a Jerusalem a filmar La noche que luché contra Dios, de Rodrigo Fernández Engler. En una escala, en algún lugar de Europa, se dio cuenta de que estaba, me escribió, nos juntamos, me dijo que quería trabajar conmigo y le contesté que yo también.

Al terminar de rodar en Jerusalem, junto a Maru Cangas, su mujer y guionista de la película, habían avanzado en la historia. En marzo del año pasado volví a Madrid y presentamos el proyecto. Madco Studios, una productora audiovisual que solo hacía deportes y que incursiona en la ficción por primera vez, se sumó. En julio se concretó y en septiembre se presentó en el Festival de Madrid, donde ganamos el premio del público. En muy poco tiempo, el delirio se hizo realidad. Estuvo en el Festival de Mar del Plata y en La Habana y en marzo tendrá su estreno en salas.

-Dijiste que es una historia con una carga emocional potente. ¿Qué cuenta la película?

Es la historia de Ramiro, un tipo de 45 años a quien su padre lo abandonó cuando tenía diez, porque decidió salir del closet. Se fue a Madrid a vivir su sexualidad, la movida del destape español. Ramiro queda muy resentido con esa ausencia del padre. Nunca lo perdonó. Un día recibe una llamada de la pareja actual de su padre diciéndole que está hace dos meses en terapia intensiva, con un cáncer terminal y que tiene un coma irreversible. Quiere que lo desenchufen, pero Ramiro es el único familiar directo y el único que puede firmar la autorización. Viaja casi por un trámite con mucho enojo, con la situación de no vincularse por 35 años. En una noche en Madrid se va a reencontrar con lo que era su padre: su entorno, la noche, su grupo, sus afectos, su pareja. Hay una transformación que va desde lo arisco a lo emotivo.

-¿Qué temas personales rondaban esta historia?

Yo les había contado a Diego y a Maru una anécdota muy personal. En 2013 rodé Rouge Amargo, de Gustavo Cova y en pleno rodaje mi hija Amelia, que tenía seis meses, tuvo que ser operada de urgencia por un tema intestinal. Salió todo bien, pero fue muy angustiante ver entrar a tu hija a una operación con anestesia completa. En el guion, Rubén Stella me corría por toda la película y nos cruzábamos en una sola escena. El sabía lo que me había pasado, aunque no nos conocíamos. Cuando nos encontramos para rodar esa escena me abrazó y en ese abrazo, te juro que sentí el olor de mi padre. Fue un abrazo sanador. No dado por mi papá, quien ya había fallecido, pero sí a través de alguien que fue como el embajador de ese cariño. Esa referencia se incorporó a la película. De alguna manera, Adiós Madrid que cierra un vínculo roto durante tantos años.

-Diego Corsini tiene su historia familiar y personal relacionada con España. ¿Te planteás la idea de la emigración como búsqueda de nuevos horizontes laborales?

De alguna manera, uno es un ciudadano del mundo. No sé si me imagino viviendo en España, pero sí quedarme algún tiempo. Tengo mi hogar en Argentina y por suerte tengo trabajo. El público me acompaña. Esta posibilidad, obviamente, abre puertas constantemente. Así pude laburar en Italia o en Brasil. Y volví varias veces, lo que me genera una gran alegría.

Pasa lo mismo con el teatro, con el que suelo girar mucho. Muerde, que se reestrena en Buenos Aires, el año pasado se presentó en Madrid y luego hice una gira por Estados Unidos, presentándome en Miami, Los Ángeles y Nueva York con entradas agotadas. Los lugares que conozco son básicamente por el laburo.

-También influye tu predisposición, tu espíritu nómade…

Sin duda. Y tiene que ver la autogestión, que de alguna manera vincula a Muerde con Adiós Madrid: a no olvidar que ésta salió de un encuentro en un café con el director. Luego, obviamente los productores lo hicieron posible desde lo económico, los equipos y la estructura. Pero me motiva la autogestión. De alguna manera, mi gen está ahí. Desde haber sido concebido en un escenario independiente, haberme formado con Alejandra Boero… La autogestión es mi camino, mi lugar natural.

Tanto en el cine como en el teatro. Hay algo ahí que uno tiene con los proyectos, con otro tipo de apropiación. más allá del compromiso. En la formación que me dio Alejandra Boero y Andamio 90, que no solo te enseñaban sobre los géneros, la interpretación, los personajes y la historia del teatro, sino que te volvían un hombre de teatro.

Aprendí a clavar una madera, a limpiar el escenario, electricidad, pintura. Nosotros construimos Andamio. Tiramos paredes e hicimos la instalación eléctrica, algo que después lo repliqué en otras salas independientes. Incluso cuando dirijo mis obras, mientras algunos actores ensayan otros cortan madera, pegan empapelados. Todo eso genera otra apropiación y también una identidad de grupo más fuerte. Como el laburo que hacemos con las películas de Eduardo Pinto; puedo estar en una escena y en el corte haciendo los sanguchitos para el catering, trayendo a los compañeros o llevando los equipos en el rental. Tiene que ver con el poder de la autogestión. De no estar esperando que a uno lo llamen.

-Cuando decías que viajabas por distintos lugares del mundo, recordaba que en muchos casos hicimos notas con vos viajando, incluso en pandemia.

Sí. Justo en pandemia, cuando no había trabajo en la Argentina, tuve la oportunidad de estar filmando en Italia. Es un privilegio. Agradezco la convocatoria de los que me dan laburo y del público, que también está acompañando. Esto permite la posibilidad de acercar gente a proyectos inesperados. Es lo que pasa con Muerde: en muchos lugares van a ver el pibe de la tele y se encuentran con una propuesta que emociona, que interpela, que incomoda.

¿Qué nuevos sentidos le encontrás a la obra?

Es una obra que se vuelve esencial, vital. Me requiere muy sano, lúdico, lúcido, con una entrega emocional muy potente. Curiosamente, la preparación de esta obra tuvo su motor con Adiós Madrid, porque yo leí el guion mientras estaba filmando. En ese momento me llegó la propuesta de Francisco Lumerman. Pero la obra creció. Y descubrí que tengo muy buenos compañeros en los espectadores. En esa comunión de poder observar las miradas, la respiración, de cómo me van acompañando en este relato tan intenso.

Si me preguntan qué pasa con Muerde les respondo que se volvió una experiencia: más allá de que te cuenten una historia, el público sale muy modificado de cómo entró. La sorpresa, emoción, interpretación y reflexión que provoca. También los puntos de vista distintos: en la gira de Estados Unidos se resignificó la idea del distinto. Él es el raro, el tonto, el retrasado del pueblo. Y allí me hablaron de que les pasaba eso: de sentir que no encajaban, más allá del nombre y apellido la persona que son. Ser el argentino, el boliviano, el paraguayo. La obra habla de eso.

Francisco Lumerman escribió esta historia a raíz de que a un pibe, un adolescente, lo mataron a palos entre treinta por robar un celular. Obviamente este pibe no estuvo bien robando, pero esta cosa de violencia súbita y cómo de golpe se desencadena este sentido de manada, en contra de otros y sin conocerse. Todo tiende a ser mucho más unipersonal: cada vez estamos más encerrados en nuestra en nuestra cuestión. Poco importa la comunidad, el bienestar de todos y la igualdad de oportunidades.

-Después de más de 30 años de oficio ¿por qué te animaste a hacer tu primer unipersonal?

Es una buena pregunta. Estuve buscando mucho tiempo material así. La primera imagen que tuve con respecto a René, que es este chico con moco colgando, fue mi mamá, que fue asistente social toda su vida. Yo la acompañaba cuando no tenía clases o cuando hacía horas extras los fines de semana en las villas de Buenos Aires. Cuando la acompañaba de chiquito miraba a otros pibes que tenían mocos. Le preguntaba a ella por qué y me contestaba «Por eso se le dicen mocoso, porque vos tenes una mamá presente todo el tiempo limpiándote». De golpe, ese abandono naturalizado fue la primera imagen que me hizo pensar el aspecto de René. Me cautivó automáticamente. Llegué el primer ensayo con la letra sabida, tiré media hora de corrido y empezamos a organizar.

-Entre el estreno de Adiós Madrid y la reposición de Muerde, está la situación del cine argentino. Es imposible no pensar en el futuro del audiovisual.

Ojalá se reactive toda la industria audiovisual. Yo vengo de filmar recientemente en Uruguay, con Gustavo Hernández, El susurro. Era el único argentino en la película. Estoy muy contento de volver a rodar. Pero aquí necesitamos un INCAA activo apoyando a la industria, porque es un sostén fundamental para todo tipo de cine: para el más chico, el más grande, el industrial… Además, para poder contar nuestras historias, nuestro punto de vista, nuestra idiosincrasia. Yo agradezco que las plataformas estén activas, que se produzca en el país, pero necesitamos que todo el país esté realizando y que no esté el foco en algunas cosas que se hacen en Buenos Aires. Ni hablar la tarea en los espacios INCAA, en los festivales nacionales que son tan importantes para difundir lo que hacemos, las escuelas de formación del Enerc. Ojalá que esto cambie para mejor. Y muy pronto.

Julia Montesoro

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