Celina Murga presentó El aroma del pasto recién cortado, su nueva película, en el Festival de San Sebastián. El afiche iba acompañado de una frase que representa lo que el espectador se encontraría en el film: un asunto paralelo.
Paralelo por varios motivos. El primero, porque cuenta los romances de dos de sus protagonistas. Por un lado, Pablo (Joaquín Furriel); profesor universitario casado y con hijos que comienza un romance con una estudiante. Por otro, Natalia (Marina de Tavira, intérprete en Roma, de Alfonso Cuarón), profesora también, casada y con hijas, que se lanza a una aventura con un estudiante. Probablemente, a estas alturas el lector ya haya entendido que el segundo de los motivos de ese asunto paralelo es que el largometraje cuenta dos historias que en un principio podrían ser la misma, pero están contadas desde prismas diferentes.
El impulso inicial para contar esta historia fue “poner sobre la mesa los roles de género que tanto hombres como mujeres vamos interpretando por ser parte de una sociedad esencialmente patriarcal y monógama en su estructura. Pensamos, ‘¿Por qué no contar una misma historia transitada por un hombre y transitada por una mujer e invitar al espectador a reflejarse en esas historias, en esos personajes, en esos conflictos que surgen a una edad determinada?’”, comparte la cineasta.
Por todos es sabido que generalmente la infidelidad se trata desde un lugar moral y, en este caso, no hay una cuestión moralista al respecto, sino que la película permite que sea el espectador quién busque esa empatía con ciertas situaciones: “El tipo de cine que me gusta hacer y ver es justamente el contrario, el que no emite juicios y tiende un puente al espectador para decir ‘estamos un poco rotos, todos hacemos lo que podemos’. En el caso de estas parejas, la infidelidad es una situación que emerge de una crisis profunda que viene de antes; la demanda de ser una familia, sostenerla económicamente… y, sobre todo, en un momento de la vida que da lugar a hacer preguntas: ¿Dónde quiero estar?; ¿Quién fui?; ¿Quién soy?; ¿Cómo me siento en todos mis roles? De alguna manera, esta cuestión de género se va desplegando en distintas zonas de la vida de los personajes”, apunta Murga.
En este film, que también habla de cuestiones generacionales, la cineasta ha contado con Juan Villegas desde el inicio para la creación del guion y, más tarde, con Lucía Osorio que “al ser más joven, fue indispensable para ofrecer a la película ese otro prisma, el de los jóvenes”.
Pero no solo eso, la cineasta cuenta también con el apoyo y el respaldo de Martin Scorsese como productor, que ya había participado en Una semana solos y La tercera orilla, después de que el cineasta visionara Ana y los otros, su ópera prima y se interesara por su cine. Murga cuenta que Scorsese “hizo un seguimiento desde el inicio, apoyando con mucho respeto en calidad de acompañante, sin imponer nada porque, obviamente, sabe lo que genera en otros. Por eso, siempre busca respetar la mirada y el espacio, poniendo en valor el lugar de la voz propia, en este caso, la mía”.
Texto extraído del Diario del Festival.
Norberto Chab / Desde San Sebastián