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DIRECCION EJECUTIVA: JULIA MONTESORO

Antonella Ferrari coprotagoniza «Historias invisibles»: «Me encantaría que la película sea un llamado de alerta para no caer en las redes de trata»

Antonella Ferrari coprotagoniza el thriller policial Historias invisibles, producción de Río Films (Sofía Toro Pollicino), con dirección y guion de Guillermo Navarro, que se estrena en salas el jueves 6.

Con un elenco encabezado por Eleonora Wexler y Vanesa González, Historias invisibles está inspirada en hechos reales y bucea en el caso de la trata, las trabas de la justicia y la desesperación de una madre por encontrar a su hija.

-No podés acompañar el estreno porque estás trabajando en Estados Unidos, pero ¿pudiste ver Historias invisibles?

Cuando estaba en el rodaje vi casi toda la peli en partes. Me gusta mucho ver cómo queda mientras se graba, porque me permite corregir. Al trabajar mucho con las emociones, hay que saber cómo reflejar lo que una siente. Verla fue una experiencia increíble porque entendí qué forma se empiezan a cruzar los roles entre los personajes. A Eleonora (Wexler) casi no la había visto. Con ella creo que almorzamos una vez en todo el rodaje. ¡Nada más!

¿Qué cuenta Historias invisibles?

La película toca el tema de la trata de personas, pero de una manera muy especial. Por un lado está la historia de Eleonora, una madre a quien le secuestran a su hija y sale a pelear y a buscarla, como tantísimas madreslo hacen por sus hijas. Una vez que ella ve lo que sucede no vuelve para atrás, ni cierra los ojos.

Por otro está mi personaje que es Cecilia, una chica que va al colegio y se enamora de un chico. Y éste le muestra un mundo nuevo, como nos pasa a todos en el secundario: puede ser música o salidas, pero también drogas y alcohol. Justo a Cecilia le pasa con un chico muy peligroso. Él la va a entregar al mundo de la trata.

A partir de ahí sigue la historia de Cecilia, quien también que decide que no se va a quedar ahí y que ese no va a ser su destino. La tenacidad de estas dos personas, en polos opuestos, pero en la misma historia, va a ir resolviendo las cosas que les van pasando.

-Tu rol implica un enorme desafío: encarnás a Cecilia, una adolescente violentada por una pareja de proxenetas para entrar dolorosamente en el submundo de la prostitución. ¿Por qué te interesó abordar ese papel?

Me gustó mucho el guion y cómo estaba contada la historia. Me llamó mucho la atención que Guille Navarro, el director de la película, logró contar la historia de una manera en la que no es solo dramática, sino que estas personas también pueden vivir su cotidianidad. No es solo una esclava que está siendo prostituida, sino que está humanizada: escucha música, tiene sueños, romances.

Este es un rol que me tocó bastante en mi carrera porque parezco un poco más chica de lo que soy. Puedo tener otra conciencia y elasticidad emocional para entrar en este personaje.

-¿Con qué herramientas, testimonios o documentación armaste el personaje?

Fue un infierno. Cuando participé en El Marginal estuve en una situación similar, que también tiene que ver con la prostitución. Había hecho una investigación no solo de la trata de personas, sino de lo que implica el mundo de la prostitución. Las posturas que hay con las chicas de AMMAR (Asociación Mujeres Meretrices de la Argentina en Acción por Nuestros Derechos), con las chicas que son abolicionistas, las consecuencias que trae cada postura.

También escuché testimonios de víctimas de trata y algunos documentales. Fue difícil marcar el límite de hasta dónde puede llegar un actor. Son personas que pasan por situaciones tan extremas que la mente de un humano común, que vive una vida cotidiana, no se puede imaginar.

Es muy común que quienes pasan por esto, una vez que entran, sean torturadas psicológicamente. Me acuerdo de un testimonio acerca de una chica que la han hecho presenciar rituales satánicos.

Era tanto el horror que tenía que estudiar y parar, estudiar y parar porque es muy fuerte. Por otro lado, durante el rodaje vivimos casos reales. Grabamos en un lugar alejado de la ciudad, cerca de una fábrica de ladrillos, en predios muy aislados. Allí la trata de personas es algo corriente. Y aunque quieras alejarte, la realidad te la vuelve a poner enfrente. De hecho, encontraron chicas secuestradas mientras estábamos grabando. ¡A una cuadra del hotel donde me alejaba!

-Era imposible despojarse del componente emotivo.

Fue realmente horrible. Y si para mí fue horrible, que soy un granito de arena que solo participa en segundos de una emoción, en la vida real es todavía peor. Hubo un par de escenas extremas donde tuve que hacer un gran esfuerzo para pretender que no fuera real, porque no podía dejar de llorar.

-¿De qué manera el director, Guillermo Navarro, buscó potenciar tu trabajo? ¿Habían ensayado o tenido conversaciones respecto de cómo afrontar este personaje?

Sí. No ensayamos tanto, pero fue muy charlado previamente. En especial la transición del personaje. Allí Guille me ayudó mucho. Y también fue importante el cambio de pelo: empecé con el color castaño y a dos semanas de entrar en rodaje me lo teñí de rubio. ¡Me llevó unas trece horas en la peluquería! Fue como sentir el impacto de perder mi identidad, que es lo que les pasa a estas chicas que cuando entran les cambian el nombre y el documento.

-El rodaje se llevó a cabo en Mendoza y estuvo atravesado por la pandemia. ¿Cómo fue la experiencia de filmar allí y en esas circunstancias?

Fue mucho más trabajoso. La distancia que hay que tener con todos en el set, cuando uno se ve todos los días, es difícil de mantener porque son de tu familia. Pero a la vez todos teníamos ganas de trabajar y estar juntos. Estar aislados en esta burbuja que eran los sets hizo que lo disfrutemos más.

-Guillermo Navarro nos decía que tenía la intención de que Historias invisibles sirviera para concientizar. ¿Creés que el cine puede cumplir esa función?

¡Absolutamente! Es gran parte del rol que tiene. Creo que el mundo entero, y Argentina es parte de ese cosmos, tiene muchísimas historias para ser contadas. Muchísimas perspectivas y pedacitos que hacen al rompecabezas. Esta peli no solo muestra a la trata con mucho horror, sino que muestra al cliente, al chabón que trabaja ahí y que también viene de una situación de maltrato… Hay muchas perspectivas en una sola película y hacen que uno también pueda empatizar.

Creo que también es un tema que debería tratarse todavía más porque es una realidad que nos puede pasar a todos. Obviamente cuanto más aislado y vulnerable sea tu situación a nivel económico va ser más fácil va a ser que termines en este lugar. Pero le puede pasar a cualquiera.

-Se trata de un mundo más habitual de lo que creemos.

Muchísimo más habitual. Por eso decía que cuando estábamos grabando aparecieron tres chicas a una cuadra del hotel. Nosotros nos estábamos quedando en un hotel cuatro o cinco estrellas en el centro de Mendoza y a dos cuadras había chicas secuestradas. Esta peli logra poner el foco en las chicas secuestradas y en las madres y padres que pelean.

Nos preguntaron mucho si esta era la historia de Marita Verón. Cuando empecé a grabar me di cuenta de la cantidad de gente que no tuvo la voz y no tuvo visibilización de ese caso. Me encantaría que tenga el efecto de que más chicas y más personas digan: “Ojo con esto”.

-“Ojo con esto” como un llamado de atención frente al peligro.

El caso de Cecilia es que está enamorada. ¿Quién no se enamora? Hay un preconcepto de que eso le pasa a los pobres, a las chicas que son medias tontas, que cayeron porque eran bobitas, ¡pero ese discurso tiene que cambiar!

A todas nos podría pasar porque todas nos enamoramos. Todos nos enamoramos de alguien, de algo o de una idea, y nuestra visibilidad se vio anulada por eso. El engaño es un modus operandi muy común en este sistema, ya sea para prostitución o para la trata de blancas a nivel sexual o para trabajo forzoso, que también hay mucho en Argentina.

Julia Montesoro

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