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Todo el cine y la producción audiovisual argentina en un solo sitio

DIRECCION EJECUTIVA: JULIA MONTESORO

El martes 19, Inés de Oliveira Cézar presenta «Baldío» en el ciclo Directoras Argentinas, que organizan Género DAC y GPS Audiovisual

Inés de Oliveira Cézar es la tercera directora convocada para el ciclo DIRECTORAS ARGENTINAS, organizado por GENERO DAC y GPS AUDIOVISUAL, que se lleva a cabo todos los martes de marzo y abril en Cine Arte Cacodelphia.

El martes 19 de marzo presenta Baldío, estrenada comercialmente en 2019, que significó el último trabajo de Mónica Galán y que cuenta con las actuaciones de Gabriel Corrado, Nicolás Mateo y Rafael Spregelburd.

Basada en una historia real, surge a partir del diálogo entre la actriz Mónica Galán y la directora Inés de Oliveira Cézar. Brisa protagoniza una película en rodaje mientras atiende las emergencias de su hijo, adicto a las drogas; la cámara sigue su proceso. El choque entre el cine y la calle, el amor y el miedo, el trabajo y el reconocimiento se traducen en una experiencia inclasificable.

Organizado por Género DAC y GPS Audiovisual, el ciclo se desarrolla conmemorando el mes de la Mujer cada martes hasta el 16 de abril, siempre a las 19 hs. Grandes estrenos argentinos dirigidos por mujeres, de ficción y documental, forman parte de esta selección de largometrajes. Al término de cada proyección, las directoras presentan su filme en una charla con el público coordinada por la periodista Julia Montesoro.   

-¿Cuál es la vigencia de Baldío, que retorna a la pantalla grande?

Baldío trata un problema que no se pudo resolver ni en el momento de su estreno, en 2019 ni en este, como el de las adicciones. Y se plantea cómo el Estado ayuda o se posiciona frente a esas situaciones, que no tienen que ver solo con lo económico sino con una forma de ver esa enfermedad y con una forma de asistir a la familia, más allá de aquel que la padece.

Cuando hay temas de adicción el problema radica en que si la persona que lo sufre es mayor de 18 años, la Ley –la que estaba vigente hasta ese momento-, contemplaba que la persona si no se quería internar, tratar o hacer algo por sí misma, podía decidir no hacerlo hasta reventarse o morirse. Frente a esa desprotección una familia o una madre, que ve cómo un chico se está matando, legalmente no tiene apoyo del Estado. Funcionaba casi como el enemigo, porque tenía el problema de no poder hacer nada.

La película toma a una mujer que justamente no tiene problemas económicos: el problema no es la plata. Todos piensan que el único problema es la plata y aunque fuese así, hay muchos otros problemas bastante más duros y complejos. De alguna manera en la película se ve que con la plata solamente no resolvemos este tema: es solo un elemento.

-¿Dónde te interesaba poner el foco?

Buscaba contar la enfermedad, pero no desde el héroe. En general, el adicto es visto de esa manera porque las películas siempre hacen el foco en su padecimiento, con todo lo que conlleva de aventura.

Yo quería hablar de lo que le pasa a una madre que acompaña en una situación así. Y que está obligada a hacer el backstage de todo eso con un sufrimiento enorme. Con una lucha cotidiana y un trabajo que además tiene que atender y sostener. En este caso ella, que es actriz, tiene que ir igual a filmar la película clase Z que está filmando. Necesariamente la tiene que agarrar igual y tiene que aguantar igual al imberbe del director, que más o menos es un oligofrénico con delirios de grandeza. Y debe atravesar esa frivolidad a la vez que está atravesando situaciones extremas, porque no sabe en qué momento quién la va a llamar para decirle qué pasó con su hijo.

Baldío también profundiza el vínculo entre madre e hijo en ese contexto.

¡Claro! Porque es un vínculo de muchísimo amor, pero también hay una tensión muy fuerte. Si tu hijo, para drogarse, se convierte en una persona peligrosa para sí mismo pero para vos también -porque no puede entrar ni en tu casa ya que te roba todo lo que encuentra- se generan situaciones no de amor-odio sino de amor- desesperación. De preguntarse ¿qué hago? Ni el terapeuta privado que sostienen y ni el padre pueden ayudar a contener a esta mujer que termina siendo ella sola la que llega hasta el final de todas las situaciones.

También habla de la soledad de la mujer en ciertos roles a partir del lugar que le da la sociedad. También está el tema de “¡Ja! Por algo el chico se droga”. Siempre aparece la culpabilización de la madre: algo mal habrá hecho. Este prejuicio está muy instalado en la sociedad y es muy doloroso porque no es así.

Encima que esa madre tiene que luchar para tratar de sacar a su hijo de la manera que sea y sin contención, recibe una encubierta condena o crítica de la sociedad. La película muestra los lugares por donde ella va pasando.

-Elegiste no abstraerte del humor para descomprimir el drama de esa mujer.

Tiene mucho humor. Todo su mundo laboral, con el estúpido del director –Rafael Spregelburd está fantástico en ese rol- y todos los bobos que están ahí, son como gags de comedia. Había que remarcar la contraposición entre lo que ella vive calladamente y en soledad y lo que ve de ese mundo al que ella tiene que prestarse, Ahí sí funciona algo que la película necesita: descomprimir. Por más terrible que sea lo que vos estás atravesando, el sentido del humor, aunque sea el humor negro, siempre está. Es parte de uno.

-El vínculo de una madre con un hijo adicto es un gran disparador de preguntar por parte del público. ¿También te pide respuestas?

En las diferentes presentaciones las preguntas siempre surgen. Y es verdad: también me piden respuestas. Ahí es donde sentí que hay como una condena callada en la sociedad. Como esto de decir: “¿Qué habrá hecho la madre para fabricar la enfermedad de ese hijo?”. Si ese es el punto de partida, no le sirve ni al chico que lo padece ni a la madre que está desesperada viendo el problema que se presenta. Y que trata de buscar herramientas para ayudar y acompañar al chico para que pueda mejorarse.

O sea, la culpa nunca es un buen punto de partida, eso te entierra más. La objeción también te ata las manos y, de alguna manera, te borra del mapa. Te saca del mapa de posibilidades de la acción.

La solución viene al tratar de pensar y buscar herramientas. Pensar líneas que antes no había considerado, pensar en cosas que uno no hizo, que haya un acompañamiento similar desde el Estado, desde los marcos es la salud dentro del Estado.

-En este momento donde se pone en juego el rol del Estado, ¿cómo estás atravesando esta situación?

¡Lo que está pasando es un disparate! Justamente este ciclo, Directoras Argentinas, es una muestra de todo lo que hemos construido en estos últimos 25/30 años con este nuevo cine. Que pudo surgir a partir de la existencia de cierto fomento del Estado. Y que floreció de tal forma que nuestras películas empezaron a ser las más importantes de los festivales internacionales. Por lo menos de Latinoamérica.

Al principio sentí perplejidad: no podía creer semejante nivel de brutalidad y de brutez. Tenés un artefacto valioso y que podría funcionar mejor. Eso no habilita a que digas que si pudiera funcionar mejor y eso me va a implicar un trabajo, hay que dejarlo afuera.

Es como una de las simplificaciones en las matemáticas: lo de arriba se va con los de abajo y listo, ya está. No es así la vida ni la cultura de un país. Mucho menos la Argentina: no funciona de esa manera.

El derrame que produce el audiovisual a nivel económico es enorme: hasta desde el punto de vista económico es una barbaridad lo que están haciendo porque están empobreciendo recursos para el Estado. Estas medidas van a producir menos IVA, menos laburo, menos aportes a los empleados. O sea, va a generar más pobreza.

Julia Montesoro

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