Jesús López, de Maximiliano Schonfeld, ganó el Premio Astor Piazzolla al Mejor Largometraje en la Competencia Latinoamericana del 36° Festival Internacional de Cine de Mar del Plata.
La justificación del Jurado fue: “Por su valentía en sostener y seguir creyendo en un relato clásico, asumiendo las formas de su contemporaneidad, poniendo la brillante puesta en escena y la actuación al servicio del espectador.”
Con producción de Murillo Cine (Georgina Baisch y Cecilia Salim) y Luz Verde de Francia y guion de Schonfeld y Selva Almada, cuenta la trágica muerte de Jesús López, un joven piloto de carreras que muere accidentalmente dejando a su pueblo totalmente conmocionado. Tras su fallecimiento, su primo Abel siente la tentación de ocupar su lugar y llenar ese espacio vacío que ha dejado en familiares y amigos. Tanto es así que acaba transformándose en su propio primo, un reemplazo de identidad que se determinará definitiva según el resultado de una carrera en la que participará Abel conduciendo el coche del difunto. Los roles protagónicos están a cargo de Lucas Schell, Joaquín Spahn y Sofía Palomino.
-¿Cuál fue el origen de esta trama? ¿Qué te inspiró para desarrollar Jesús López?
En verdad no hubo un disparador. Pero tengo presente que Entre Ríos es una de las provincias con la tasa más alta de accidentes viales en jóvenes. Perdí amigos por eso. Inclusive, quien había participado en todos mis cortos e iba a ser el protagonista de Germania, mi primera película, murió en una ruta. Esa sensación de peligro en las rutas y los caminos está latente.
A la vez, tenía ganas de explorar una gran historia de Entre Ríos que debía traspasar distintos niveles de historicidad, a través de la transmutación de un personaje. Cuando empezamos a escribir con Selva Almada, la coguionista, fuimos depurando esa idea hasta llegar a una historia que atravesaba la provincia no solamente en su geografía, sino también en una cuestión temporal.
-¿Qué herramientas aportó Selva Almada para reformular la historia original?
Primero fue la unificación del universo que contamos: los dos nacimos y nos criamos en pueblos similares, Crespo y Villa Elisa. Selva no trabajó tanto en la cuestión narrativa, sino en el desarrollo de los personajes, que tuvieron su desarrollo a partir de sus notas y pequeños relatos. No fue una escritura convencional de guion, sino una escritura más literaria.
Selva le dio poesía también a algunos diálogos. Se tomó licencias en el habla para darle a la oralidad cierta poética. Estamos intentando reunir todos esos textos para desarrollar un libro experimental.
-¿Cómo fue el proceso de filmar en tu propio hábitat, hablar de los temas que te atraviesan, y al mismo tiempo no involucrarte en temas autorreferenciales?
No lo pienso nunca de una manera lineal, sino que primero trato de desaparecer de lo que estoy contando. Mis experiencias nunca me parecen más importantes que la película por el hecho de que sean mías.
-¿Qué te entusiasma de trabajar con un elenco de no profesionales?
Me resulta mucho más fácil trabajar con personas (a veces futuros actores y actrices) que conozco, a quienes a la vez conozco su historia. A veces los voy aggiornando con historias de otros vecinos. Me gusta pensar que los actores y las actrices -por lo menos los que conozco, los de mi provincia- son casi como un Frankenstein, porque son historias de ellos, pero también de otros vecinos.
-Uno de ellos es Lucas Spahn, quien trabajó en todas tus películas.
Me interesa porque está por fuera del cine: tiene que ver o solo como una continuidad de trabajo, sino con algo de la historicidad. Su presencia retrata el paso del tiempo y cómo se va a transformando. También me interesa por vínculo y la comodidad para trabajar y también por el desafío de probar cosas nuevas, por más que no sean actores profesionales. Lucas trabaja en un tambo y con miel. Benigno, otro actor que me acompaña, cría cerdos. Ya tenemos un sistema de trabajo donde ellos muchas veces no saben de qué va la película: apenas saben el título, cuándo se filma y cuánto van a cobrar.
–Jesús López habla sobre todo de la muerte. En un momento bastante particular de la humanidad, ¿cómo se resignifica ese concepto a partir de la pandemia?
-Tuvimos que abandonar Entre Ríos en la tercera semana de rodaje y cuando volvimos para terminar la película (nos faltaban 10 días de filmación) ya no éramos los mismos.
Estoy lejos de sentirme como un visionario, pero justo en mis películas anteriores (tanto Germania como La helada negra) había algo de la crisis colectiva y de la muerte. Por la plaga inexplicable que mataba a las gallinas o las quemaduras de los campos. Ese clima de muerte tenía otras derivas para mí, que tenía más que ver con cierta espiritualidad, que me interesaba abordar. No digo que venía anticipando la pandemia, pero alguna significación tenía.
Igualmente, fue mi decisión que Jesús López no dialogue con el presente pandémico. Quizás dialogue con el pasado en términos de pensar la muerte y el enojo por los muertos jóvenes, cuestiones que hacen a la construcción de la identidad en un lugar y un momento específico como Entre Ríos.
-¿Cómo viviste la experiencia de ver por primera vez en pantalla grande Jesús López y con público?
Yo no me quedo en las proyecciones. Nunca estuve en una proyección con gente. Sufro demasiado. También armé como una especie de cábala. Como no sé si primero vino la cábala o qué, fue una manera que encontré para decir que no quiero pasar este momento.
Quizás sea una idea muy romántica o un cliché, pero me gusta pensar las películas como una especie de ser o de movimiento energético, totalmente desprendido de las personas que la hicimos. Entonces ya no tengo nada más que hacer. Más aun: cuando termino la última proyección y chequeo el DCP, hago como una pequeña despedida simbólica. Siempre digo que hasta ahí llegué, que soy como una especie de médium, y que no tiene sentido andar por la vida cargando con lo que hizo diciendo “soy el autor de la película y quise hablar de esto”. Siento más que las películas le hablan a uno de lo que uno quiera hablar a través de las películas. Entonces me despido antes. Y a partir de ahí, la película hace su camino. Ya pertenece a otra a otra dimensión y a cada persona con la cual se conecta.
Julia Montesoro