spot_img
spot_img

Todo el cine y la producción audiovisual argentina en un solo sitio

DIRECCION EJECUTIVA: JULIA MONTESORO

Juan y Victoria Solanas («Que sea ley»), después de la Ley del Aborto: «El feminismo es el protagonista de esta época»

El 30 de diciembre último se aprobó la Ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo, una de las grandes conquistas del feminismo. Juan y Victoria Solanas, director y productora de Que sea ley (estrenada en 2019, la película emblema de la lucha por la ley) evocaron su realización y reflexionaron sobre el alcance, la influencia y la vigencia del documental que ya tiene estatura de clásico. La conversación también refirió a Fernando Solanas, cineasta fundamental de nuestro cine, militante por los derechos de las mujeres, fallecido el 6 de noviembre. En agosto de 2018, en el Congreso, Solanas –padre de Juan y Victoria- le dirigió un mensaje aleccionador a las mujeres: “No deben abandonarse a la cultura de la derrota. Si no será este año, será el próximo. Habrá ley contra viento y marea”.

Que sea ley es una película política y militante. ¿Es también un homenaje a Pino Solanas? ¿Hay referencias a sus películas?

J: Sí. No fue pensado así, pero Victoria y yo somos hijos de quien somos, y a mucha honra. Yo hice una especie de guiño a Pino con esas letras grandes en blanco y negro, que son de La hora de los hornos. Es una especie de private joke, pero me pareció que era una buena forma de homenajear una película de papá. Los dos crecimos en dos familias (digo dos porque nuestros padres están separados desde que somos chicos) extremadamente politizadas. De muy chicos nos tuvimos que ir al exilio por la política. La realidad es política, nosotros lo aprendimos desde chicos porque modificó nuestra existencia, y ni que hablar de la gente que conocíamos y que murieron. Entonces, por supuesto que es cine político y militante. Pero –y esto lo subrayo mucho- no es un panfleto. Y esa es una gran diferencia. La obsesión de la película está en mostrar la realidad para quien duda o a quien está en contra. El que está a favor ya la conoce, no hay nada que decir. Justamente por eso no tenía que ser un panfleto ni una película de mala leche, que falte al respeto. Al contrario, es como una invitación: “Lo que vas a ver es verdad, después vos pensá lo que quieras”.

Es cine político porque está para tratar de ayudar a cambiar la realidad. Pero no es cine de la grieta en tanto no se trata de desvalorizar, sino de mostrar la realidad como es. Se muestran testimonios en primera persona, no hay nada que decir. De hecho, nadie tuvo una objeción con respecto a lo que muestra la película. Podés estar en desacuerdo con la ley, pero lo que muestra la película es incuestionable.

-Tiene muchos testimonios de distintos sectores. Y también aparecen muchas protagonistas que pasaron por distintas situaciones a partir del aborto. No es un panfleto ni tampoco la cuestión es la oposición verdes-celestes. Pero, ¿qué los impulsó a pensar que el debate sobre el aborto podía ser la razón de ser de una película?

J: Fue algo muy ‘tierra a tierra’, cero sofisticado. Fue a partir de ‘El día de la marmota’ de hace dos años. Estuve una noche sin dormir, viendo el voto de la media sanción histórica en Diputados. Me emocioné mucho y una voz adentro me dijo “Juan, agarrá la cámara y filmá”. La llamé a Vic, y a los tres o cuatro días estábamos en la plaza del Congreso. El primer día por pura casualidad había un pañuelazo. Y ahí descubrí esa calle que no conocía. Aunque había leído todo, vivo en Montevideo y en París, no en Buenos Aires. Esa calle era el sueño de un cineasta. Nos acercamos y estaban cantando “somos las hijas de aquellas brujas que no pudiste quemar”. Pero no teníamos claro que iba a ser una película. Laburamos un año a pulmón con cero plata, pagado por nadie, trabajando gratis. Así nació la película.

V: Cuando empezamos a filmar nos vinculamos con referentes de la campaña. Yo trabajaba en el despacho con mi viejo, contactando senadores y diputados. Y se agregó al equipo la otra pata: la otra productora que es Laura Caniggia que estaba en Diputados TV. Empezamos a filmar entre las dos votaciones –Diputados y Senadores- y ahí nos quedó claro: esta película tenía que ser un instrumento para que la gente pudiera tener más luz sobre lo que era la realidad del aborto. No queríamos la cosa teórica de debates entre argumentos, por eso buscamos casos reales en primera persona. Juan tenía la idea de intentar presentarlo en Cannes: en ocho meses filmó y editó la película. El estreno en Cannes fue un acto político impresionante, con todas las referentes de la campaña.

Que sea ley en San Sebastián.

-Pocos meses después se estrenó en San Sebastián donde también tuvo una repercusión importante. Son festivales de dos países que tienen el aborto legalizado desde hace mucho tiempo, por lo tanto ¿cómo era la reacción de la gente en lugares donde pareciera ser un debate anacrónico?

V: Lo que está pasando en el mundo tiene que ver con que se caiga el patriarcado, con el feminismo como protagonista de época. Se generó una empatía muy fuerte. Fue muy impresionante ver cómo la gente se plegaba, cómo las mujeres también querían un pañuelo verde. Nos contactamos con grupos de militantes feministas de Cannes, con un ida y vuelta que se mantuvo con el tiempo. Tiene que ver con que la película está interpretando un momento histórico. Argentina es cabeza de lanza en Latinoamérica, pero ese momento es mundial. Tiene que ver con una lectura nueva que da el feminismo.

J: Uno piensa que en estos países hace cuarenta años tienen la ley. Pero aun así, me contaba una funcionaria que conoció a Francia sin ley de aborto, que una amiga abortó clandestinamente y el médico no le puso anestesia, diciéndole “vos gozaste, ahora jodete”. Casi palabras textuales con lo que cuentan las chicas en Argentina. Una suerte de internacional del horror, una cosa muy loca. Se está atacando fuerte este derecho adquirido. La semana que estuvo la película en Cannes, una de las radios de más audiencia puso al aire al presidente del sindicato más fuerte de ginecólogos francés, quien declaró que el aborto es un crimen. El tipo lo dijo muy relajado, de forma impune. Eso hace diez años era inconcebible. Hay una especie de reacción a esta cuarta ola feminista, o como la queramos llamar. Reacción a varias cosas, pero el aborto es un clásico para pegarle. Las declaraciones de algunos diputados y diputadas de VOX contra el aborto, en España, son del medioevo. En lugares donde uno piensa “qué les va a interesar, si ellos ya están en otra”, hay que reafirmarlo porque hay gente que está hablando ahora de que no es tan así. En Estados Unidos ahora están tratando de volver atrás y romper con el fallo de la Corte Suprema.

-La película, como ustedes cuentan, la hicieron a pulmón recorriendo el país para recoger distintos testimonios. ¿Con qué obstáculos se encontraron?

V: Intentamos filmar y entrevistar a referentes que estuvieran en contra de la ley y eso nunca fue posible, porque la situación polarizada los ponía a la defensiva. Y eso que al comienzo no les decíamos el título, sino que estábamos haciendo un documental sobre este proceso de votación del proyecto de ley. Por el resto, siento que tuvimos muchísimos apoyos. Porque la Campaña se compone de militantes, y allí hubo un compromiso enorme. Varias veces filmamos de incógnito manifestaciones de los antiderechos.

J: Yo comía ajo antes. La dificultad fue hacer la película sin un mango, literalmente. Pero también esa fue nuestra gran libertad. La hacíamos poniendo nuestro tiempo y nuestro cuerpo. No es que nos hacía falta el apoyo de la provincia, o de no sé qué. Eso te da la libertad de la transgresión.

V: Y fue un gran acto de voluntad. Juan se mató para llegar con los tiempos. Y lo de Cannes fue increíble. Las referentes de la Campaña lo supieron comprender en seguida, cuando Juan les preguntó si querían venir. Tomaron la ocasión como algo único.

J: Sí. ¿Cuántas fueron? ¿Cincuenta, setenta? Primero vinieron dos. Me acuerdo que Nelly (NR.: Minyersky) dijo “yo voy”. Después se sumó una segunda. Y otra, y otra más. ¡Fue increíble! Norma Cuevas, la mamá de Ana María Acevedo* estuvo con nosotros en la sala sin haber visto la película. Imagínense la electricidad y la responsabilidad de estar ahí todos sentados, con ella adelante.

Que sea ley en Cannes.

-¿Ayudó para que sea ley?

J: Sería muy pretencioso pensarlo así. Fue un grano más a la lucha de todo el mundo, que movió la pelota en la gran depresión de la derrota. Ahora, si la película sirvió, solo Dios, que yo digo que es verde, lo sabe.

V: Por ahí hubo algunas anécdotas de personas que estaban en contra, y otras que quizás por desconocimiento eran un poco tibios, pero que al ver la película tomaron otra actitud. Ahora estamos mucho más sumergidos, pero hace dos años había mucha más ignorancia. El tema era llegar a que vieran la película. En algunas escuelas mostramos fragmentos. Llegamos a chicos que venían de distintas posiciones. Fueron grandes oportunidades.

J: La pusimos a disposición de Las Sororas para que la muestren a quien quieran. Nosotros pusimos la película a disposición: ya está hecha. Ahora que siga su camino.

V: Es el testimonio de ese momento histórico. Además de tener el valor de mostrar los casos y abrir distintas ventanas a lo que es el aborto, la película trató de documentar ese momento de militancia.

J: Me había frustrado mucho antes de la media sanción histórica en 2018, porque en los debates todo se reducía a números y a títulos. Venía el profesor del “súper doctorado cinco estrellas” azul, que explicaba por qué era anticonstitucional. Después venía la “súper profesora grado cinco” verde que explicaba lo contrario. Siempre que un campo llevaba a un capo, del otro lado aparecía el mismo capo en sentido negativo. A mí esa suma me daba cero. Demasiados profesores llenándose la boca opinando sobre la vida del otro con el dedito levantado. Esas discusiones obscenas de cuántas son las que mueren, cuántas son las que abortan. Como si cien mil estuvieran bien y cincuenta no. Todas esas cosas son horribles. La película fue como un “che, pará, que hablen las víctimas que son las únicas que nos pueden decir algo indiscutible. Después pensemos qué hacer con esto”.

También por eso surgió la idea de la película. Y aunque no fue calculado, fue un poco lo que dijo Pino en su discurso.

-¿Se resignifica a partir de ahora? ¿Pierde su razón de ser?

J: La película no tiene ni una arruga. La vamos a exhibir en las provincias del norte: es bueno que se muestre en las provincias “pro-vida”.

V: Yo agregaría que sigue vigente porque en definitiva hay una batalla cultural que sigue. Seguramente va a ser difícil, cruda. Por eso es importante tratar de aportar un grano de arena para eso. Esta lucha va a seguir. Hay otro tema que cambió el sentido de la película: fue el discurso de nuestro viejo. Cuando empezamos a filmar nosotros no sabíamos que iba a hacer ese discurso. Fue una sincronía total.

J: Cero, no es que Pino ensayó el discurso. No teníamos idea de lo que iba a decir. De hecho, ¿vos sabés si lo tenía escrito o lo fue guitarreando ahí?

V: No. Algunos le habían aportado algunos datos, pero nos sorprendió a todos.

-Justamente no fue un discurso datero sino sobre las protagonistas de la ola verde y la experiencia de la juventud. Todo lo que dijo fue muy impactante.

J: Les voy a decir algo totalmente personal. Yo me lo tomé como un regalo de la vida.

V: Sí.

J: Hace unos años que me estoy despidiendo de Pino, porque estamos todos creciendo y uno observa lo que hace la edad. Yo hacía varios años que me estaba despidiendo. Que haya hecho ese discurso fue como si lo hubiésemos guionado. Fue oro para la película, y ese oro nos lo dio nuestro viejo. Y están reunidos hija, hijo, padre, en comunidad con una causa que a todos nos convence. Pero no es que nosotros lo hablábamos: cada uno tenía su propia convicción de corazón. La vida nos reunió haciendo esto; él con ese discurso siendo cineasta,  pero esta vez como actor, con hija productora e hijo cineasta. Fue un círculo perfecto que cerró con el estreno en Cannes. Yo sentí un soplo de eternidad. Lo viví concientemente. Me alegró mucho por lo que le estaba pasando a él en ese momento.

V: Esa noche del discurso fue increíble porque estuvimos todos: nosotros dos, filmando. Mi hija (de 19 años), que es muy militante del pañuelo verde, en la plaza. Y también estuvo el otro hijo de mi viejo.

Julia Montesoro

*: Ana María Acevedo murió a los 19 años en 2007, luego de que por sus creencias religiosas, médicos y autoridades del Hospital Iturraspe, de Santa Fe, se negaran a realizarle un aborto legal –terapéutico–, cuando ella tenía cáncer. Tampoco le brindaron el tratamiento oncológico que requería, con el objetivo de que siguiera gestando una criatura. El bebé murió tras una cesárea y días después murió Ana María.

Related Articles

GPS Audiovisual Radio

NOVEDADES