El jueves 30 de julio se estrena en la sala de cine virtual Puentes de Cine el documental Buscando a Panzeri, de Sebastián Kohan Esquenazi.
Es un sensible y afectuoso tributo al periodista deportivo Dante Panzeri, armando un rompecabezas imposible a partir de testimonios dispersos y a veces contradictorios, de archivos incompletos, de silencios inquebrantables. Panzeri, como modelo de librepensador que se opuso tenazmente al establishment que pregonaba la modernidad de las formas (dirigentes, entrenadores y también colegas suyos), chocó una y otra vez con la incomprensión y la indiferencia. Murió a los 56 años, en 1978. Más de cuarenta años después, Kohan encarna a un forastero obsesionado con reivindicar el nombre de aquel periodista honrado y ético, como una alegoría de aquella felicidad que pudo ser y no fue.
Sebastián Kohan Esquenazi fue entrevistado por GPS audiovisual por el estreno de Buscando a Panzeri.
-¿Cuál fue la primera pista que tuviste sobre Dante Panzeri?
En 2009, una editorial española me pidió que reeditara un libro clásico sobre fútbol. Empecé a recorrer autores como Eduardo Galeano, Juan Villoro, Roberto Fontanarrosa o Jorge Valdano. Preguntando, preguntando, quien entonces era mi jefe me habló de Panzeri. Me quedé muy en blanco: nunca jamás había escuchado el nombre. Le pregunté qué era eso y me miro con cara de “ustedes los jóvenes no entienden nada”. Con 30 años, algo de joven tenía. Pero no había nada. Cuando le preguntaba a gente de mi generación, nadie tenía la más puta idea de quién era. Y si le preguntaba a los viejos, todos sabían y ponían cara como de respeto, como quen hacía silencio y miraba el cielo. ¡Era rarísimo! Dejaban entrever que ese personaje medio olvidado era una bestia, algo impresionante. El contraste entre el recuerdo y el olvido que generaba el personaje me pareció fantástico. Tras meses de búsqueda, mi amigo y filósofo de cabecera Juan Angel me llevó a mi casa un ejemplar de “Fútbol, dinámica de lo impensado”. Lo leí y advertí que es el mejor libro sobre futbol que hay. Contenía la crítica más radical y contundente de lo que iba a ser el fútbol.
-¿Cuándo y cómo se te ocurrió que su vida podía tener formato de película?
Me fui dando cuenta de eso al entender ese contraste. Entonces empecé a pensar que el proyecto debía tener cierta curva dramática para no una película de entrevistas. Nos parecía que el drama de la vida de Dante era tal que había que darle esa curva, para conocerlo no solo en su pensamiento sino para intentar adentrarnos en quién era.
-La película tuvo un largo tiempo de producción, durante el cual fuiste buscando documentación y testimonios. ¿Cuál fue el punto de partida del proyecto, cuánto tiempo te llevó?
Desde que empecé a buscarlo hasta el momento del estreno pasaron once años. Y en esos once años, la palabra que más he dicho fue Panzeri. Entre la cantidad de correos electrónicos que he escrito titulados “Buscando a Panzeri” para concertar entrevitsas, para presentarme a concursos o para lo que sea, por lo menos lo mencioné diez mil veces. La verdad es que… ¡es una eternidad! El punto de partida fue el libro. Con el libro teníamos una trama: buscar a un tipo sumamente olvidado.
-¿Cuántas veces pensaste que podías abandonarlo?
Nunca. En cambio, sentí que el proyecto me iba a abandonar a mí. En 2017, nos otorgaron una declaración de interés por parte del INCAA. A partir de ahí empezaron a sumarse productores y me vi un poco más acompañado. Pero los primeros seis, siete años, fueron de una absoluta soledad. Todo fue frustrante. Con gente que no quería ser entrevistada. Con archivistas que no soltaban el material, o que lo cobran en millones de dólares. Con archivos superburocráticos que tienen el material, pero no lo pueden soltar porque no saben quién es el productor y entonces no lo pueden vender. Toda una maquinaria de impedimento absoluto. Muchas veces sentí que me iba a quedar sin película. Pero no porque lo fuera a abandonar, sino porque había momentos en que decía “listo, no se pudo”.
El producto está hecho con una obsesividad bestial. Me parecía que no me podía rendir. Es un personaje demasiado necesario para el futbol y el periodismo argentino, y nadie lo había recuperado. Era una cuestión de ego, de no soltar el objetivo. Tenía que ser yo quien lo recuperara. No me gusta nada el periodismo deportivo sangriento, pero sobre todo odio con toda el alma el pensamiento futbolero exitista y resultadista. Me molesta mucho las pasiones que generan ese tipo de pensamiento, que buscan una ceguera futbolera. Me parecía que mi aporte debía ser recuperar un poquito de Panzeri.
-Resulta llamativo que las dos personas más emblemáticas de dos (supuestas) corrientes del fútbol, Menotti y Bilardo, no hayan aceptado ser entrevistadas. ¿Cómo fue la experiencia con cada uno de ellos?
Bilardo era un personaje olvidado en la película. No tanto por ser parte de una de las dos corrientes (que no podemos abandonar, porque las dicotomías funcionan mucho para ordenar los pensamientos). Era importante en tanto fue blanco de Panzeri, como continuador de la ideología del “futbol maratón” que Panzeri destruía. Hubiera sido bueno saber su posición al respecto, de qué manera defendía su postura. El solo hecho de llamarlo para decirle qué opina del tipo que lo destruía era casi capcioso. Bilardo responde que no puede hablar de un tipo que está muerto porque no se puede defender. Es un argumento para decir “no quiero hablar de esto, cómo se te ocurre llamarme a mí”.
Menotti nos dio largas. Ibamos todos los días al bar donde almuerza a buscarlo. Nos decía que sí, que lo llamáramos por teléfono. Pero no nos atendía. Volvíamos y nos decía lo mismo. Nunca nos atendió.
El bilardismo como “el eje del Mal” terminó respondiendo; Menotti como “eje del bien” terminó dejándonos tirados, sin ir de frente. Lo cual es interesante porque invierte los papeles. Pero no cambiaba en nada la construcción de Panzeri. Era una presencia anecdótica.
-¿Cuál fue tu primera motivación para hacer esta película, el amor al fútbol, el amor al cine o el amor al periodismo?
(Pausa) El amor al Quijote. Amor al pensamiento, a la valentía, al librepensador que piensa lo que piensa aunque tenga que quedarse solo. El amor al tipo que no claudicó nunca por un mejor periodismo y por un mejor fútbol. Al luchador que buscaba un fútbol más lindo, más ofensivo y con más goles. Porque lo único que importa en la vida es meter goles. No para ganar sino para ser feliz, para poder compartirlo, para abrazarse. Panzeri es eso: una persona que buscó la felicidad. Qué paradoja: murió de malasangre.
-Como si fuese un eslogan vaciado de contenido, a Panzeri se lo asocia con la frase “fútbol, dinámica de lo impensado”. Después de hacer la película, ¿pudiste descubrir el significado de esa frase?
Sí, efectivamente la frase aparece escrita en los periódicos de cada lunes, cuando la utilizan como un acto de extrema inteligencia y de una cultura brutal. Cuando un equipo va ganando 2 a 0 y pierde 3 a 2 dicen “dinámica de lo impensado”. ¡Obvio que nadie leyó el libro! O si lo leyó, lo único que quería era usar la frase que no tiene que ver con esto. Lo que Panzeri hizo en su libro fue una crítica a la modernidad, una crítica cultural a todo lo que rodeaba al futbol y que lo iba a convertir en unos años en una cosa horrible. Y lo que critica es esa cosa llamada modernidad, y con ella a los entrenadores, dirigentes, hinchas, periodistas, mamá, papá, tío, hermano y todo un país desesperado armando estrategias para conseguir resultados. Esa idiosincrasia dejó de lado la posibilidad de divertirse, sonreír y ser felices mientras juegan para conseguir algunos puntitos que implican prestigio y dinero. Al cabo, quien resigna la felicidad armando una estrategia para no perder, pierde.
Norberto Chab