El jueves 16 de abril se estrena en línea el documental Línea 137, dirigido por Lucía Vassallo, que aborda la violencia machista a partir del vínculo que se establece entre los operadores del programa Las Víctimas contra Las Violencias y las propias víctimas. Allí se percibe descarnadamente dos realidades complementarias: la de quienes están allí para brindar ayuda terapéutica, clínica y hasta jurídica, y aquellos que padecen distintos tipos de sometimiento, que no siempre pueden expresar con claridad.
Los asistentes sociales forman parte de un servicio que a través de la línea gratuita 137 interviene en conflictos de violencia machista, sexual e intrafamiliar en el ámbito de CABA, Chaco (Resistencia), y Misiones (Posadas, Garupá, El Dorado y Oberá).
El documental lleva a la pantalla una realidad que de tan (tristemente) repetida se naturaliza y se minimiza, y destaca la incansable cotidianidad del grupo de trabajadores que asisten, socorren y acompañan a distintas mujeres que sufren violencia de género.

Lucía Vassallo dialogó con GPS audiovisual sobre Línea 137.
-La película tiene un origen, una razón
de ser. Pero no surge a partir de que te involucres en el proyecto, sino que
vos estás inmersa en la realidad de la violencia de género desde antes. ¿Cuándo
tomaste conciencia de eso, y en qué momento advertiste que el cine también
puede ser un vehículo para exponer este drama cotidiano?
Creo que tomé conciencia de eso ni bien leí el guion de Marta Dillon. Me
interesé en el proyecto para buscar la manera de ser filmado, por lo urgente de
la temática y la necesidad de que llegue a los cines y a las pantallas chicas.
-Así como tuviste apoyos oficiales para llevar
a cabo el proyecto (en Buenos Aires como en Chaco), ¿tuviste resistencias o
reticencias para rodar en otros ámbitos?
Lo
más complejo fue tramitar los permisos para poder entrar a filmar dentro de las
instituciones: comisarías, hospitales, juzgados, etc. Eso llevó muchos meses.
-¿Cómo se integró el equipo de rodaje?
¿Cuánto tiempo demandó la filmación?
El
equipo de rodaje está formado por Inés Vera como Jefa de Producción, Mariana
Delgado como Directora de Sonido, Fernando Marticorena como Director de Fotografía
y yo en Dirección y coproducción. El rodaje duró unas seis semanas a lo largo
de todo 2019.
-¿Qué reacción tenían las víctimas al ver allí una cámara?
A las víctimas, en primer lugar las asistían las operadoras de la Línea 137. Luego, yo les explicaba que estaba haciendo una película sobre el trabajo del programa Las víctimas contra la violencias, y preguntaba si tenían ganas de aportar su relato sin que se las identifique ni visualmente ni tampoco por su timbre sonoro ( ya que están distorsionadas sus voces). Recién ahí se prendía la cámara.
En el 95% de los casos todas aceptaron ser filmadas, y algunas veces incluso pidieron que se las muestre más de lo que yo quería.
Recuerdo un caso donde la mujer me pedía que por favor le filme la cara, porque quería denunciar también los golpes que tenía allí, cuestión a la que no accedí. Pero me hizo dar cuenta de la necesidad de denunciar de cualquier forma.

-Al incorporarte a los allanamientos y
testimonios, días y noches, en hospitales y en casas, ¿qué se modificó en tu
vida familiar, en tu cotidianidad?
Como
cineasta, estoy acostumbrada a los rodajes de día y de noche. En nuestra
profesión tenemos horarios de trabajo que varían, así que en ese sentido estoy
acostumbrada.
-¿Qué tipo de contención terapéutica
tuviste vos y tu equipo mientras rodabas?
Hace
años que hago terapia, y tal vez durante el año de rodaje -2019-, llevé muchas
situaciones vividas durante el rodaje de Línea
137 para trabajarlas con mi psicóloga. En cuanto al equipo, algunas
personas que arrancaron -como la jefa de producción inicial-, me dijo que no
podía exponerse a situaciones de tanto riesgo porque tenía hijos pequeños y se
fue. Luego entró Inés Vera. Mi premisa era cuidar al equipo, explicándoles que
en cuanto sintieran miedo o angustia en el relevamiento de algún caso, se fueran
al auto de producción y se resguarden.
-¿Qué se modificó en tu salud durante
este proceso?
Tuve
algunos trastornos de ansiedad e insomnio.
-¿Sufriste amenazas o agresiones?
No. Estuve con agresores cerca, pero no me han agredido a mí en particular ni a nadie del equipo de rodaje.

-Más allá de la importancia testimonial
de la película, ¿a qué público creés que está dirigida?
Mi
deseo es que le pueda llegar a todo el mundo, a personas a las que esta
temática les pueda tocar personalmente o que puedan empezar a concientizar
también. Y reconocer los mecanismos de los círculos de la violencia que a veces
es física, a veces es psicológica, a veces es económica. De ese modo, tal vez,
poder también ayudar a otras mujeres que estén padeciendo violencia.
-¿Cuándo sentiste o advertiste cuál era la última escena?
Cuando terminé del filmar, luego de un año de rodaje, visioné y escuché todo el material rodado. Luego lo confirmé con Martín Blousson en la sala de montaje. El fue el editor.

-¿Qué mirada tenías vos sobre la
violencia de género antes de acompañar a las víctimas, y qué cambios hubo al
escucharlas, y ver la película terminada?
Tenía
una mirada más teórica. Luego de que pasó el rodaje, comencé a tener una mirada
ampliada por las vivencias escuchadas y vistas. Entendí que la violencia era
más grave y compleja de lo que yo me imaginaba.
Norberto Chab
Foto principal: Fernando Marticorena