El jueves 29 de noviembre se estrena Julia y el zorro, el segundo largometraje de Inés Barrionuevo (su ópera prima fue Atlántida). Se trata de un drama protagonizado por Umbra Colombo (Julia, una madre viuda), Victoria Castelo Arzubialde (Emma, su hija) y Pablo Limarzi (Gaspar). La trama acontece en una casona aislada en la región de Córdoba, a la que Julia regresa con su hija en pleno invierno, con el recuerdo de su marido muy presente. Invadida por una tristeza profunda que no consigue sanar, Julia está imposibilitada de relacionarse con el mundo exterior, empezando por su propia hija. El relato propone con audacia revisar el vínculo entre madre e hija, reflejando nuevos modelos relacionales que rompen el esquema de las tradiciones y los convencionalismos.
GPS audiovisual entrevistó a Inés Barrionuevo.
-Además de dirigir, tuviste la doble responsabilidad de la escritura. ¿Cómo fue el proceso del guión?
Para mí, los guiones nunca empiezan con una sinopsis. No es que me levanto y escribo cosas del tipo: “Julia llega a la casa y nanana…”. Soy más del modo de tener una libreta e ir anotando. Primero tuve la imagen de la mujer y el zorro. Después apareció la hija. Y después, la casa. Se fue armando como un rompecabezas, con referencias biográficas, de abuela y de madre. Es como un Frankenstein de muchas cosas. Tantas, que ya no sé cuáles son mías.
-Cuando viste la película terminada, ¿cuáles notaste que eran tuyas?
Es difícil percibirlo, salvo cuando te lo dicen. Un amigo que la vio me dijo de alguna escena: “¡ésa sos re-vos!”. Yo veo la ironía, el humor, como un sello propio. No sé si se percibe pero está como fondo en todo momento. Aunque sea un dramón, la ironía aparece como elemento de quiebre.
-La protagonista (Umbra Colombo) trasmite una imagen de soledad y tristeza. ¿Ese era el tono que buscabas? ¿Cómo llegaste a ese resultado?
Me pasó algo loco con Umbra (Colombo). Buscaba una actriz que fuese bailarina y me la recomendó una amiga que la había visto en una obra teatral. Me gustó de entrada. Su presencia física era tan fuerte que me hizo modificar el guión, que originalmente era más duro. Me exigió limpiar mucho. Ya desde su phisyque du rol, en su gesto, tiene mucho de ese tono de tristeza, que no necesitaba ser acentuado.
-¿Por qué necesitabas una bailarina?
Quería que se reflejara la fragilidad del cuerpo, llena de músculos pero a la vez con la sensación de que puede romperse en cualquier momento. Me pareció que eso enriquecería al personaje. Vi otras actrices que no eran bailarinas y me convencí de volver a esa idea original.
-Como contraste, la nena (Victoria Castelo Arzubialde) trasmite madurez.
Originalmente buscaba una nena más silvestre, que se plantara en sus zapatos. Y Vicky (que había trabajado conmigo en Atlántida, mi primera película), era más frágil. Pero (siempre hay que estar abierto en los castings), en las pruebas me dio algo que me ayudó a definirme: se sentía como acostumbrada a que la madre fuera así. Mientras otras chicas tenían una actitud más confrontativa, ella permanecía en ese estado. Eso hizo más compleja la relación entre ellas dos.
-Asume como natural incorporar modismos o actitudes adultas.
Descubrí como guionista que uno puede poner en los niños palabras que no pueden decir los grandes. Y si uno aprende a hacer uso de ese recurso puede tener personajes profundos. Es como una arcilla que está por moldearse. Me gusta mucho hablar a través de los niños. A ellos no les llegó todavía el peso de la institución.
-Son dos personalidades contrapuestas. Hay una escena –el momento donde se llevan el auto- que parece marcar una ruptura afectiva en Julia. A partir de allí parece ver por primera vez a su hija.
Quería que la escena del auto fuese como un entierro simbólico, donde el cuerpo es el auto. Quien haya pasado por un duelo sabe que es un lugar muy complejo, muy profundo, de mucha vulnerabilidad y que lleva muchos años. Esta historia es un poco la de mi abuela con mi madre. Tengo guardadas unas grabaciones de mi abuela, que murió hace 12 años y todavía no las pude ver.
-La primera proyección de la película se hizo en San Sebastián. ¿Qué te devolvió el público?
A los vascos les preocupaba el tema de la maternidad. ¿Qué es esta madre que no quiere a su hija?
-¿Y qué es esta madre que no quiere a su hija?
Está en la búsqueda de su propia identidad. Necesita armar un nuevo tipo de familia. Hasta el final, que inicialmente iba ser dramático, tiene un significado irónico. Si andás a los tumbos, como podés, las cosas no van a salir como querés. Tenía que ser un final frustrado.
-¿Qué significado tiene la alegoría del zorro?
Por un lado partí de la idea de las fábulas, en las que siempre hay dos animales que tienen una conversación y después viene la moraleja. En este caso era una conversación entre una mujer y un zorro, pero amoral. Por otro, me gusta la figura del zorro porque es un animal muy característico de las sierras de Córdoba, que me acompañó mucho en mi infancia. Y si uno busca los símbolos, la mitología, también representa el llamado a la aventura. Para los chinos significa el muerto que quiere hablar. Tiene muchos significados. ¡Hasta tiene sensualidad!
-¿Me pareció a mí o Julia solo puede establecer comunicación con el animal?
Sí. Es que los zorros son más simpáticos que las personas.
Norberto Chab