Nosotros nunca moriremos tuvo su estreno mundial el miércoles 23 en la Competencia Oficial del Festival de San Sebastián. En la tercera película del entrerriano Eduardo Crespo, se narra el viaje de un niño junto a su madre al pueblo donde acaba de morir su hermano mayor. Durante el periplo, cada uno de los dos –tan juntos y a la vez tan distantes- hace su propio duelo, su forma íntima e introspectiva de buscar el porqué de la tragedia irreparable.
-¿Qué estabas haciendo cuando recibiste el mensaje del Festival de San Sebastián confirmando la participación en la competencia oficial?
Fue una noticia totalmente inesperada. Ni habíamos terminado la película: solo la mostramos para una sección en proceso. El comité nos llamó para invitarla a la Sección Oficial y corrimos con la posproducción. Que se haya estrenado en un lugar así me emociona de solo pensarlo, compartiendo la sección con grandes directores que son mis referentes.
-¿De qué trata la película?
Trata sobre una madre y un hijo que hacen el duelo del hermano mayor. Se van encontrando con los vínculos de este hermano mayor y que quedaron boyando en ese pueblo medio limbo. A partir de esos encuentros van rearmando la historia del joven y cada uno va haciendo su duelo. El más chico, Rodrigo, intenta descubrir algo del dolor adulto, mientras la madre trata de saber qué le pasó a su hijo, tratando de entender esa muerte. Ambos van transitando el dolor a su modo.
-¿Qué necesitabas contar sobre el dolor y la muerte?
Había algo de cómo se transita el dolor en los pueblos de provincia que me interesaba. Cierta calma y cierta sensación de esperanza (o de algo más vital), a pesar del dolor y de la muerte. Conocí primero a Rodrigo Santana filmando un documental en una escuela rural. Más allá de que no actuaba, me parecía que tenía un imán con la cámara. Después trabajé con Romina Escobar en Breve historia del planeta verde y me dieron muchísimas ganas de trabajar con ella. Tenía ganas de llevar a una actriz para que trabaje con no actores. Romina fue como la madre de la película, acompañando a los chicos y chicas que actuaron, amparada por su carisma.
-Es una producción muy independiente.
Sí, menor en lo que respecta a una película media de las que se ven acá en Argentina. Pero por eso mismo le pusimos un cariño muy grande. A mí me interesaba trabajar en la intimidad, donde no está por delante la cuestión industrial. Ahí es donde se desvanece el corazón de las cosas. Me interesan los equipos reducidos y la gente que se involucre más allá de su rol.
-Cuando pensás en proyectos para películas, siempre están las locaciones de Entre Ríos dando vueltas en tus historias.
Por ahora. Había previsto que esta película iba a ser una especie de despedida del pueblo. Había hecho las otras dos también sobre el dolor, el duelo en esos pueblos, y veía a ésta como un cierre. Como una decantación de esas dos anteriores y una despedida del pueblo también.
-En Nosotros nunca moriremos encontraste la forma de hacer tu propio duelo.
Tengo allá a mi madre y a mi hermana con mi sobrino. Y vuelvo cada tanto, también porque filmo allá. Pero pienso en cuando no estén más ellas, o cuando no haya nadie para visitar. ¿Qué va a pasar con ese pueblo? ¿Seguiré yendo? Entonces me parecía que este duelo tenía que ver con eso, con una especie de despedida de algunos personajes queridos y de algunos amigos que tenía ganas de filmar y de incluir en la película. Es cierto que la pasé tan bien en el rodaje que volvería, con el apoyo de los conocidos, que te hace todo mucho más fácil. Pero no sé si la próxima será en Crespo.
-¿Buenos Aires te atrae como locación?
Hace muchos años que vivo en Buenos Aires y nunca me entusiasmó para filmar. Hay algo de la ciudad que todavía no me llama, no me genera nada de imágenes.
-¿Con qué expectativa creés que recibieron la película en San Sebastián?
Es una película muy amable, muy llevadera, y tiene cierta honestidad que al público le puede caer bien y gustar. Los personajes son muy hermosos: cada uno tiene algo muy lindo. Pero lo importante en esta circunstancia es poder verla en una pantalla grande. La gente del festival está tomando un riesgo muy grande, y todos tenemos que colaborar para que sea una buena experiencia y se puedan seguir abriendo salas y programar cine. En este momento, hacer un festival de cine parece una película de ciencia ficción. Me parece importante apoyar esta causa. Quizás no sea el momento de poner el dinero ahí, porque hay otras complicaciones, pero no hay que quitarle el ojo. Porque si desaparecen salas no van a volver a abrir.
Julia Montesoro
La entrevista completa se puede escuchar en este enlace a GPS Audiovisual Radio.