Andrés Arbit y Gustavo Gersberg codirigieron Cómo corre Elisa, un documental que se estrena el jueves 30 de julio por Vimeo (disponible a través de comocorreelisa@gmail.com), que pone el eje en Elisa Forti, una mujer que a los 82 años cumple su sueño de correr una carrera de 25 kilómetros en Como, el pueblo italiano de su infancia.
Los realizadores logran un retrato entrañable y familiar, en el que más allá de la extraordinaria aptitud física de la protagonista, aflora el deseo como disparador para superar obstáculos.
Andrés Arbit dialogó con GPS audiovisual sobre Cómo corre Elisa.
-¿Cuándo escucharon hablar por primera vez de Elisa Forti?
El primero fue Gustavo, cuando empezó a entrenar en el grupo de running de Carolina Vaccarezza, en Vicente López. Allí vio a una señora de 82 años que trotaba junto a los demás. Era Elisa. Cierta vez, Carolina se demoró y entonces Elisa fue guiando al grupo. Cuando la gente se fue dispersando, Gustavo se quedó a su lado, preguntando sobre su vida. Como buen documentalista, estuvo muy atento y sensible. A lo largo de varios días conoció su historia. En cierto momento le preguntó cuál era su sueño y ella le dijo “correr una carrera en mi tierra natal”. Gustavo le respondió: “eso es para una película”. Y ella, con sencillez, le dijo: “bueno, hacela”. Seguramente sin creer en lo que le decía porque no lo conocía. Lo cierto es que no bien salió del entrenamiento me llamó para contarme el proyecto. Y me subí en medio segundo.
-¿Cuándo advirtieron que podía trasladar su vida al formato de película?
Cuando la conocimos. Cuando Gustavo me contó la historia de vida en un llamado, corté el teléfono y les conté la historia a mis socios. No hubo ninguna duda. Al otro día estaba escrita la sinopsis, y en una semana armamos el proyecto. Fue instantáneo.
-¿Cuál fue la primera reacción de Elisa al hacerle la propuesta? ¿Y la de su grupo familiar?
“¡Hacela!”, dijo Elisa. ¿Qué le iba a decir a este pibe? A partir de allí nos comunicamos con la familia. Empezando por Adriana, su hija. Primero hubo descreimiento. Los nietos (que hicieron con ella el Cruce de los Andes) tenían dudas: no sabían cuál era nuestra intención. Nuestra propuesta fue hacerla, pero corriendo al lado de ella. Y filmada por nosotros. La historia estaba en la carrera, en la importancia de verla correr. Adriana (que es kinesióloga y entrenó a deportistas de alta competencia) tuvo cero fe en nosotros: “Ustedes no van a poder”, decía con razón. Allí apareció Aldo, su hijo, fanático del cine. De a poco empezó a suceder lo necesario para un documental: se generó un vínculo. La familia no terminaba de dimensionarlo, pero nuestro deseo era que se conociera la manera de ser y de pensar de Elisa, su ética en la vida. Porque eso puede ayudar, puede empujar a un montón de personas.
-¿En qué aspectos de la vida de Elisa se identificaron?
Ella expresa una idea -lo dice en la película- que nos define: mejor abandonar haciendo, en medio de la carrera, que no intentarlo. Por lo general, un proyecto audiovisual por presupuesto y desarrollo puede tener un montón de contras. Los pro son pocos pero muy potentes. Están empujados por el deseo. Por las ganas de contar una manera de ver el mundo corriéndose del sentido hegemónico, buscando caminos paralelos y diferentes. Por encontrar personajes y tratar de no reproducir constantemente lo que se piensa sobre las personas adultas. Nos corrimos de esos miedos y seguimos nuestros deseos.
-¿Cómo interactuaron entre los dos realizadores? ¿Hubo roles específicos?
Es nuestro primer proyecto grande juntos. Gonzalo es guionista de ENERC, da clases de guion en FADU, tiene mucho oficio. Cuando hubo que sentarse a escribir algo rápido él lo resolvió en instantes. Yo soy director audiovisual y director de publicidad y también editor. La parte técnica recayó en mí cuando se trataron temas de cámaras y lentes,
-Una parte de alto nivel emotivo de la película es la llegada a Como. ¿El proyecto incluía el viaje?
¡Por supuesto! Era el broche de oro para enmarcar la historia. No es cualquier carrera: fuimos a la casa donde vivió, el pueblo donde jugó de chica, la catedral donde se confesó antes de venir a la Argentina. Era un lindo objetivo para buscar el deseo del personaje y contar su historia.
–¿Había película sin ese viaje?
Probablemente la hubiéramos hecho. Iba a ser más fácil de producir, inclusive. Pero nos propusimos el viaje como objetivo.
-Filmar cambió la rutina de Elisa y de su grupo familiar. ¿Cómo fueron esas jornadas?
En Buenos Aires hubo dos jornadas en su casa y una en el consultorio de kinesioterapia. En el viaje estuvimos juntos casi todos los días, con un equipo de cinco tipos que la seguía a todos lados. La familia nos abrió las puertas de todo. También nos abrió el camino Juano Flyer, el influencer runner que nos consiguió los pasajes. El impulsó la movida. Nosotros nos acoplamos a eso. El grupo familiar descubrió a la abuela corriendo, bajando y subiendo escaleras. Vieron a la Nona que cuenta su historia, y a la vez corre, transita por los caminos al lado del Lago di Como, por los caminitos de montaña.
¿Qué encontró Elisa en una película dedicada a ella cuando la vio por primera vez?
“Es una película hecha con mucho amor”, nos dijo. La vimos en una proyección con su familia en el cine York de Vicente López. En general, no podían creer ver la película de su mamá, de su abuela. Tampoco entendían muy bien por qué lo hicimos. Nuestra relación pasó de ser “quiénes son estos tipos” a “qué pesados que son”, y de allí a “qué cabezaduras”. Hasta que les cayó la ficha de lo increíble que es tener el registro de Elisa corriendo. Y del mensaje.
Norberto Chab