El jueves 4 de junio se estrena Reset, volver a empezar, documental de Alejandro Hartmann estructurado a partir de la vida de Fabricio Oberto -basquetbolista de elite e integrante de la Generación Dorada, tras su retiro de la actividad deportiva.
Lejos de la descripción de las hazañas deportivas o del retrato apologético sobre el ídolo, es un acercamiento sensible a sus demonios, generado a partir de la ausencia de hipercompetitividad. Oberto dedica su tiempo a rearmar el rompecabezas, en un tránsito que va desde la música hasta el deporte extremo.
A lo largo del documental, el crack cordobés se reencuentra con sus excompañeros o entrenadores Manu Ginobili, Luis Scola, Chapu Nocioni, Puma Montecchia, Pepe Sánchez, Colo Wolkowyski, Hugo Sconochini, Alejandro Cassetai o Rubén Magnano. La película gana en sensibilidad porque antes que el anecdotario o las vivencias propias del juego (la vida pública de todos ellos, en mayor o menor medida conocida), aflora un tono confesional e intimista que revela la cara oculta de los ídolos.
Alejandro Hartmann dialogó con GPS audiovisual acerca de Reset, volver a empezar.
-¿Cuál fue el disparador del proyecto? ¿Surgió de la producción y se lo propusieron a Oberto o fue al revés, una iniciativa de él?
Hay una historia anterior al proyecto. Formo parte de un grupo de cineastas que juega al básquet desde hace muchos años. Uno de ellos es Maxi Dubois, fan del básquet, productor de Tiempo muerto, acerca los campeones mundiales de 1950, dirigida por Baltazar e Iván Tokman. Maxi me convocó para dirigir una serie de 26 capítulos sobre la historia del básquet argentino para Depor TV, en la que Iván fue guionista. Con Oberto no estuvimos más que una tarde, en una larga entrevista. Pero después de este proyecto nos quedó picando la idea de hacer una película sobre la Generación Dorada. Un proyecto imposible, porque Manu estaba muy activo con los Spurs.
En el camino apareció Fernando Collazo, de Ponchosauer, con una idea similar. Formamos un solo equipo. En las sucesivas reuniones de creativos, pensando que se venía el final de la Generación Dorada y el recambio, se le propuso a Fabricio ser el protagonista. Tenía un perfil muy interesante: trabajaba en televisión, hacía música. Y no estaba en actividad. Se enganchó enseguida. Después nos dimos cuenta por qué: siempre se mete siempre en temas que le meten presión a su vida. Y la película fue una más.
-¿Había proyecto con Oberto en actividad, o surgió después de su retiro?
Fabricio estaba retirado, pero sin retirarse. Hasta le propusimos volver a jugar mientras filmábamos: aunque no está contado del todo, evaluamos hacer una especie de Mundial de Veteranos.
-¿El proyecto se puso en marcha en función de la despedida de Ginobili?
¡No, para nada! No sabíamos cuándo Manu se iba a retirar. Se filmó a lo largo de dos años, y pasaron muchas cosas en el medio, como los retiros del Chapu Nocioni o el de Leo Gutiérrez.
-Es un documental “del camino”, donde a través de distintas ciudades y locaciones, Oberto se va reencontrando con sus excompañeros. El círculo se cierra en el homenaje a Manu. ¿Argumentalmente esa fue la idea original? ¿O se fue reformulando sobre la marcha? En ese caso, ¿qué cosas se fueron cambiando?
No hubo muchos cambios con relación al guion original. Que inclusive era más ambicioso: queríamos ir a China a ver a Scola, que en ese momento estaba jugando allí, entre otros viajes. Algunas cosas no se pudieron hacer, como juntarlos para el Mundial de Veteranos. Lo importante, que estaba desde el primer momento, fue tener a Fabricio.
-¿En qué medida fueron guionando los pasos de Oberto, y cuánto aportó él de su espontaneidad?
-En general, él fue muy espontáneo. De hecho, se nos escapaba todo el tiempo porque es alguien muy ocupado. Por ejemplo, para la escena con la profesora de canto, estuvimos una semana en Córdoba haciendo guardia en un hotel a una cuadra de su casa, para seguirlo en ese momento en que iba a verla.
A la hora de hacer las charlas con sus compañeros, como él estaba acostumbrado a hacer entrevistas porque ese es su rol en la tele, yo traté de sacarlo de ese lugar. Allí hubo que dirigirlo. Yo buscaba que fuesen entrevistas sino conversaciones, que el invitado también pregunte. Pero en general, no está actuando.
-Hay un tema recurrente que aborda en sus distintas charlas, que es el aspecto anímico post-retiro y el deterioro físico. Y que revelan temas íntimos de varios de ellos. ¿Hay en estas respuestas reacciones o revelaciones que no esperaban, que no estaban previstas?
¡Sí, por supuesto! Ellos cuentan cosas que en general no se dicen del deporte de alta competencia. Por ejemplo, cuando el Chapu Nocioni se pregunta: “¿el deporte es salud? No, el que hacemos nosotros no es salud”. O las cuestiones anímicas del Puma Montecchia, que es algo muy parecido a lo que le pasa a Fabri (Oberto). O lo que dice Pepe (Sánchez) respecto a ir al psicólogo, o a sus momentos obsesivos cuando jugaba y cuando entrenaba. No me lo esperaba. Me sorprendió que hayan llegado a ese nivel de reflexión.
-¿Oberto participó de la post-producción? ¿Dio ideas de montaje? ¿O directamente vio el corte final? A propósito, ¿cuál fue su reacción al verla?
Al principio le costó verse. Le parecía fuerte. Pero el proceso de apropiación de la película fue creciendo. Finalmente le gustó y la terminó mostrando a su mundo más íntimo. Ahora está muy convencido. Participó a medias, iba mirando los cortes. Cuando vio el corte opinó bastante.
-Los protagonistas del documental pertenecen casi al mundo del básquet (salvando las escenas con músicos o con periodistas), pero la película no es sobre el básquet sino sobre los afectos, los reencuentros. ¿Cuál era tu propósito al plantearte qué querías contar?
Tuvimos diferentes cabezas en la producción y se generó una cierta tensión entre una mirada más deportiva y otra más cinematográfica, más humana. Que tiene que ver con los afectos. Fue interesante atravesar y salvar esa instancia. Ayudó a hacer una mejor película. Como yo tengo una mirada crítica respecto a ciertos aspectos del universo del deporte, para mí era interesante enfocar en otros aspectos. No quería una película de volcadas y de pick and roll. Además, Fabricio es un tipo muy sensible, que escribe las letras de sus propias canciones, tiene otras inquietudes. Yo sabía que debíamos tocar otras fibras. Ese era mi objetivo, y los productores se sorprendieron con el resultado.
-Ese mundo es excluyentemente masculino. ¿Se planteó en algún momento la inclusión de mujeres?
Es un mundo no necesariamente machista, pero de hombres. Es algo notorio: está bien que lo preguntes y también que la gente se lo plantee. Fijate que pasa casi desapercibida una escena con el Colo (Rubén Wolkowyski) y el Puma (Alejandro Montecchia) en una clase mixta para niñes, y el Colo le explica algo a una nena.
La profesora de canto fue una presencia muy importante. Hubo una discusión sobre su aparición. Pero la defendí mucho: yo también noté esa ausencia. A la vez, Fabricio decidió no mostrar a su hija. Aunque la mostramos en fotos al final de la película.
-¿Qué encontraste de la película terminada que no habías advertido antes?
El rodaje fue caótico: filmábamos una semana y después pasábamos a otros temas. Pero cuando la empecé a ver toda junta descubrí que habla de todo eso que me imaginaba. Que tiene que ver con el valor del éxito y el retiro a tan temprana edad. De lo que pasa cuando alcanzaste el éxito, y de qué hacés con eso a partir de allí. Y de la presión. Creo que es el tema de la película, sobre todo contado por estos personajes increíbles, reflexionando y analizando esta cuestión con absoluta naturalidad.
Norberto Chab