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Todo el cine y la producción audiovisual argentina en un solo sitio

DIRECCION EJECUTIVA: JULIA MONTESORO

César Troncoso coprotagoniza «El Eternauta», la serie de Bruno Stagnaro: «Tengo el temperamento y la energía del Tano Favalli»

El actor uruguayo César Troncoso tiene una labor consagratoria en El Eternauta, serie web de ciencia ficción dramática dirigida por Bruno Stagnaro y protagonizada por Ricardo Darín, estrenada el 30 de abril y posicionada como una de las series web más vistas a nivel global.

Troncoso encarna a Alfredo Tano Favalli, el mejor amigo de Juan Salvo (Darín) y uno de los personajes clave de la serie, basada en la historieta creada por Héctor Germán Oesterheld y Francisco Solano López, publicada por primera vez en 1957.

-¿Qué representa El Eternauta, la obra original de Oesterheld, para tu mirada como lector?

Conozco la obra desde hace muchos años. Siempre fui lector. ¿Viste que la cercanía de Uruguay con Argentina es muy única? No sé si hay dos países que se aproximen tanto como nosotros. Por eso, durante muchos años fuimos muy dependientes de la televisión argentina para nuestra grilla de canales uruguayos. Supongo que a raíz de esa influencia además de la televisión compraba un montón de revistas argentinas. Desde Humor Registrado, La Maga o El amante cine hasta Fierro, en los años 80, una revista especializada específicamente en historieta. Las coleccionaba y todavía tengo unos cuantos números de esa revista.

Cada tanto sacaban una edición especial, que llamaban El libro de Fierro. Uno de esos libros fue dedicado a toda la obra de Oesterheld. Obviamente lo leí. Desde ese momento me generó la curiosidad por leer la historieta. Cierto tiempo después la compré. Más tarde la presté, la perdí, la volví a comprar y ahora la tengo en casa.

En aquel primer libro de El Eternauta -no leí los otros, en los cuales Oesterheld cambia la mirada porque se carga de otras cosas- lo que se puede ver es la aventura pura y dura. Uno puede ver la marca de las historietas de aquella época. De la Hora Cero, pero también de las D’Artagnan o de El Tony. Después, rascando un poquito más, te das cuenta de que también hay un mensaje y que esa esa invasión extraterrestre en territorio argentino que cuenta la historia, en realidad podría significar un montón de cosas. Yo, que soy uruguayo, también le veo otros sentidos.

-La historieta tiene una identidad muy rioplatense.

Sí, porque del mismo modo que cuando se hablaba de invasiones extraterrestres en los Estados Unidos uno pensaba en la Guerra Fría y en Rusia, nuestras invasiones extraterrestres del Sur tienen que ver con aquel imperio. Hay una mirada política que está presente, Una mirada cultural, que también se entiende como económica e ideológica.

-¿Cómo fue tu aproximación a este Favalli? ¿En quién está inspirado, por fuera del personaje de la historieta?

Nunca me termino de dar cuenta exactamente cuál es mi método. Creo que es bastante intuitivo: me aproximo y trabajo desde el acierto y error. Tiro algo; si me lo toman sigo por ahí y si no, me dicen que lo modifique y lo cambio. hubo un permanente ida y vuelta. No solo con Bruno Stagnaro, el director, sino también con los compañeros. En el caso de Ricardo Darín, que lideraba el grupo de actores, se notaba muy claramente: lo hacía con mucha propiedad, tirando ideas muy rescatables y atendibles. El elenco no solo estuvo conformado por buenos actores: además son muy inteligentes y muy capaces de sugerir con certeza. También ese ida y vuelta se generó con los demás rubros. Por ejemplo: la gente de vestuario tejió para mí el suéter que Favalli usa en la serie. Que es el mismo que luce en la historieta. Eso contribuyó a incorporar el personaje también a partir del vestuario.

-¿Qué características descubriste en Favalli?

Tiene cosas de líder y de sabelotodo. Pero también esa condición medio hosca, huraña. A propósito, tengo una teoría: la historieta tenía una mirada más naif. La adaptación incluye otras cosas. Como el personaje de Juan Salvo, que lo único que desea al comienzo es recuperar a su hija. Después empiezan a aparecer otras intenciones más colectivas. Favalli tiene eso, pero también lo tiene porque en la historieta vivía solo y aquí se le incorpora su esposa, que es el personaje que hace Andrea Pietra. De algún modo hay una intención de desdoblarlo en ambos personajes. Creo que en la serie está bastante más representado por la pareja. Es ella la que tiene el otro costado. La suma de ambos construye un Favalli humano. Como cuando él dice «no abran que puede ser peligroso». Y ella le recuerda: «Alfredo, hay una chica del otro lado, ¿cómo no le vamos a abrir?».

-Después de una trayectoria de unos 30 años, ¿te veías como actor de ciencia ficción?

No. No. Las películas o series con las que te entusiasmás en la infancia no son las mismas que después terminás haciendo como actor. Yo me entusiasmaba con las de cowboys, las de guerra, la Segunda Guerra Mundial. Me acuerdo de Combate, Los intocables o El túnel del tiempo, que eran de ciencia ficción. Luego, la realidad de la cinematografía de nuestros países hace que termines haciendo dramas o comedias. Yo no me veía, por eso agradezco mucho que hayan satisfecho los deseos de aquel niño que alguna vez fui. Porque además, es un placer hermoso matar cascarudos extraterrestres (Risas).

-Vaya a saber qué pensabas mientras los matabas. ¿Representaba algo ese cascarudo?

No, no, porque además ni siquiera estaban. Los incorporaron en posproducción. Teníamos apenas uno solo que servía como un modelo para que nosotros supiéramos dónde andaba el personaje. Éste era medio de madera, con unos soportes y lo tiraban unos señores vestidos con unas mallas azules, que lo llevaban de aquí para allá. Más que en los cascarudos, pensaba en los señores de azul, unos señores gordos muy graciosos, que parecían de otra serie.

-El montaje y los propios escenarios digitales fueron parte de las innovaciones técnicas. ¿Cómo viviste esa experiencia?

Nosotros tuvimos varios mundos distintos para trabajar. El mundo de la calle propiamente dicha, con locaciones del lugar real, como San Isidro Labrador, las calles cercanas a puente Saavedra, o en aquella iglesia de San Telmo. Por otro lado estuvieron los cromas tradicionales, verdes y azules, con los que trabajamos mucho. Y también hubo un trabajo con una tecnología un poco más nueva que son las pantallas LED. Esto fue una novedad, porque podía ver en tiempo real lo que sucedía. Con los viejos cromas, te dicen que en tal lugar este va a suceder un accidente y lo imaginás. Ahora es mucho más sencillo, porque hay un trabajo de efectos visuales previo a la escena que vas a rodar. En ese sentido la tuvimos muy fácil.

-La serie atraviesa el tiempo. Hay un cruce permanente entre los años 50 y la actualidad. Esto le da perspectiva y al mismo tiempo, una lectura política sobre la coyuntura. ¿Vos también le encontrás rasgos propios de los procesos políticos rioplatenses?

De algún modo, sí. Creo que la serie tiene también un anclaje en la pandemia: hay una referencia medio directa. Por otro lado esos invasores, como las líneas de pensamiento que te llegan de fuera, fueron comunes a toda América Latina en los años 70. Tampoco está remarcado, porque hay una vocación de la serie de ser internacional y porque más en el costado social que en el costado político propiamente dicho. De última lo social también. Me parece que lo piensa, pero no en un primer plano: en todo caso, se puede perfectamente asociar el invasor como a esa figura foránea. De hecho, la serie también tiene el tema de Malvinas de por medio. Creo que todas son miradas posibles es muy rica en ese sentido porque habilita diferentes lecturas.

-Volvamos a tu primera conversación sobre el rol de Favalli con los productores o el director de la serie. Alguien te dice: “Te elegimos porque…”. ¿Por qué? Y si no te lo dijeron, ¿qué creés que vieron en vos?

No, no me lo dijeron. Me gustaría que fuera por belleza, pero no creo (Risas). Me lo propuso mi representante. Y tuve que hacer una travesía. Hice una primera aproximación al casting por zoom. Después crucé a Buenos Aires a un segundo casting, con la presencia de Bruno Stagnaro y la gente de casting de María Laura Berch e Iair Said. Trabajé con Pablo Cura, un compañero actor que también está en la serie, que hacía las veces de Juan Salvo.

Después de eso me fui a España a visitar a mi mamá en familia. Estaba con ella, mi mujer y mi hija y me llaman por teléfono para decirme que necesitaan hacer un tercer casting conmigo, pero esta vez con Ricardo Darín. Me dicen que me pagaban el pasaje de ida y vuelta de España pero que era urgente. Me fue muy bien. A la semana mi representante me llamó y me dice que quedé. ¡Fue una fiesta!

No termino de saber por qué. Tengo la sensación de que con respecto a mí hay referencias positivas. La gente que trabaja conmigo por lo general queda conforme. A Darín lo conocía por haber trabajado en XXY, aunque era en un rol mucho más pequeño. Supongo que eso habrá pesado y en el sentido más práctico del asunto, el hecho de que armamos un muy lindo par.

Después, si bien no tengo el porte que tiene el personaje de la historieta propiamente dicho (era más robusto que yo y tenía el pelo crespo), creo tener el temperamento y energía del personaje. Me parece que mi temperamento es bastante favallístico.

-Más allá del esfuerzo físico, ¿cómo fue la elaboración de un personaje que debía expresarse a través de su mirada, desde dentro de una escafandra?

Nunca lo había pensado así. Fui haciendo lo de siempre sin demasiada conciencia. Por suerte eran los ojos, que de por sí son expresivos. Si me tuviera que expresar de la mitad de la cara hacia abajo, hubiera sido un viaje bastante más dramático.

Tengo la sensación de que como actor me manejo bastante bien con los silencios, justamente porque soy expresivo con la cara. No pensé mucho más. Es que si sos demasiado conciente de que en realidad lo único que te expresa es tu mirada, empezás a pasarte de rosca: “Uy, tengo nada más que esto, ¿cómo haré?”, te preguntás. De hecho, creo que hay alguna escena que no me convence mucho mi mirada y tiene que ver justamente con eso, con una sobreexpresión.

El eternauta reinstaló el concepto de que “nadie se salva solo”, como imagen del héroe colectivo. ¿Quién fue el héroe colectivo durante el rodaje? ¿Stagnaro, Darín, vos? ¿O alguien más?

El verdadero héroe, no necesariamente colectivo, fue Bruno Stagnaro, quien ordenaba, llevaba y acomodaba todo. En cuando al héroe colectivo, pensado no como una única persona, es el equipo.

Hay un trabajo muy importante que va desde las locaciones del rodaje hasta la posproducción. En un trabajo de vestuario, de dirección de fotografía, de sonido los trabajadores de siempre en las películas, con un valor agregado que fue la dirección de arte. El nivel de compromiso que se instaló fue altísimo. Todo el mundo estaba entendiendo que lo que había entre manos era mucho más que contar una historia. Era además contarla en un tiempo complicado, entendiendo que estábamos llevando adelante una adaptación del cómic más icónico de la República Argentina. Permitiendo la llegada de un modo de hacer las cosas diferente al que se venía utilizando hasta ahora. Tecnológicamente acá se dio un paso adelante. Yo sentí un compromiso muy profundo en todas las áreas, de todo el mundo. Por eso también se llegó a esta calidad de trabajo. El héroe colectivo es ese. Y lo construimos indudablemente en el proceso de trabajo.

-La primera “El Eternauta” tuvo casi 150 días de filmación, cerca de tres años de trabajo entre la preproducción y su estreno y un rodaje que transitó 38 locaciones. ¿Qué te atrae para decir que sí a la segunda temporada?

Como dicen ustedes en Argentina -lo decían en referencia al estreno-, porque estoy re manija. Quiero terminar de contar este cuento. Esta historia es maravillosa. Y más allá de todo el trabajo que hubo, que fue mucho, yo corrí como un loco. Y no sabía que iba a poder bancarlo, que iba a poder aguantar tanto trajín. Eso me dejó muy tranquilo y me gustó mucho saberlo. Una vez trabajé en una novela en Brasil. Estuve nueve meses en Río de Janeiro viviendo solo, sin mujer y sin mi hija. Había momentos en que la cosa se ponía dura. Entonces yo miraba para afuera, por el balcón que tenía frente al mar, que me habían dado ellos, y decía «¡estás en Río de Janeiro trabajando en una novela de TV Globo!». Acá me pasó exactamente lo mismo. Hubo momentos en que el cansancio te pesa, pero inmediatamente lo primero que te viene a la cabeza es: «estás cansado por hacer El Eternauta, dirigido por Bruno Stagnaro, con el protagonismo de Darín, con K&S y para Netflix. ¡Gil!»

Quiero hacer la segunda temporada y lo que me motiva es eso: el placer de haberla hecho y saber que estamos trabajando en un proyecto único para la región y que además ha recibido el beneplácito de casi toda la audiencia del planeta Tierra.

-Impresiona saber que apenas se estrenó batió récords de audiencia mundiales.

Es muy impresionante. Vi cifras de audiencia de Estados Unidos donde aparecemos terceros. ¡En Estados Unidos, que se pasaron la vida haciendo series de ciencia ficción con invasiones y zombies!

Julia Montesoro

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