Joaquín Furriel protagoniza El aroma del pasto recién cortado, la nueva película de Celina Murga que continúa en salas de todo el país en su tercera semana de exhibición.
Se trata de una coproducción internacional de Tresmilmundos Cine (Juan Villegas, Celina Murga), Mostra Cine (Tomás Eloy Muñoz Lázaro, Valeria Bistagnino) e Infinity Hill (Axel Kuschevatzky, Phin Glynn, Cindy Teperman) de Argentina con Dopamine de México, Weydemann Bros. de Alemania, Barraca Prods. de México y Nadador Cine de Uruguay, con producción ejecutiva de Martin Scorsese y guion de Celina Murga, Juan Villegas y Lucía Osorio que propone una relectura de las relaciones de pareja y del deseo, visto a través de dos parejas que atraviesan una crisis de la mediana edad y no encuentran motivaciones para alimentar el vínculo.
Furriel integra el cuarteto protagónico junto a Marina de Tavira, Alfonso Tort y Romina Peluffo. Y revela de qué manera el guion de Celina Murga, Juan Villegas, Lucía Osorio lo lleva a asumir nuevos caminos en la actuación.
-¿Qué te motivó para elegir hacer El aroma del pasto recién cortado?
Primero, la posibilidad de trabajar con Celina Murga, que es una directora que filma una película cada ocho años. Me había encantado su película anterior, La tercera orilla. Cuando me convocaron me dije “qué bueno que me llamó Celina para esta película”.
En el guion encontré una interpelación a la masculinidad que en ese momento yo también estaba cuestionándola. Me cuestionaba cuánto tengo de mi masculinidad en función de una respuesta cultural, de pertenecer a una sociedad patriarcal como la argentina y responder como el macho argentino, con la manera de ser nuestra alma masculina. La película se instala en el lugar de la humanidad de los personajes, bastante despojada de estos vectores que nos van organizando cómo responder ante cada cuestión.
La película también se propone abrir interrogantes. A medida que iba leyendo el guion me gustaba mucho lo que pasaba. Me interesó que una misma historia esté contada por un hombre y por una mujer. Y de esa forma ver cómo la sociedad en la que uno vive va opinando sobre cómo funciona uno o el otro, evaluando de manera diferente el accionar de cada uno… Me pareció un guion muy inteligente por estos juegos de espejos entre los géneros. Se nota que ha sido muy trabajado, por lo específico y lo preciso.
Pero no fue simple: había muchas cosas que como actor no entendía a nivel interpretativo. No sabía cómo iba a poner el cuerpo al personaje. Pero me pareció que un lugar que no conozco, que me resulta inquietante, que me genera inseguridad, que inclusive hasta por un momento me molesta porque no puedo terminar de entender, es un buen lugar para estar.
-Normalmente un buen guion moviliza al espectador. Como actor, ¿a qué lugares te fue llevando?
A que vivir en la incertidumbre no es tan grave. Las rupturas amorosas también se pueden vivir con amor y se puede compartir el dolor. No la tensión de la frustración, sino por darse cuenta de que las relaciones duraderas -las de mucho tiempo sobre todo-, no son fáciles para poder encontrar nuevas maneras de convivir o compartir el tiempo. Me llevé lo interesante de estar en una zona de incertidumbre en la que habita el personaje. Y la descomposición de determinado comportamiento machista -no masculino-, de un tipo de masculinidad que me parece muy interesante desarmar.
-¿Es habitual recibir roles que proponen esta revisión de los conceptos atávicos machistas que propone la película. Sobre todo en los últimos años, donde aparecen proyectos o propuestas de nuevos directores.
Sí. Una de las posibilidades que tengo y que me resulta muy atractiva es intentar elegir proyectos donde haya personajes femeninos potentes. Después, como actor, en los últimos años estoy haciendo personajes muy variados. Me doy cuenta de que hace bastante tiempo estoy en un terreno sumamente ecléctico. Quizás porque en los proyectos que voy eligiendo (cuando puedo), intento que sean de géneros diferentes, con personajes que pertenezcan a una narrativa que no se compare mucho con otras narrativas; con directores y directoras que también tengan sellos y particularidades que puedan colocarme de otra manera en cada una de las películas.
Yo tengo un vínculo como deportivo con la actuación. Entonces me gusta estar entrenado para el partido que sea. Pero a diferencia de un deporte, acá puedo jugar partidos de diferentes disciplinas. Siento que no me estimula mucho ahondar en una sola disciplina.
-En este caso, ¿qué partido te propuso jugar Celina? ¿Qué aspectos tuyos te devolvió?
La primera semana de ensayo fue muy difícil porque chocamos mucho y yo estaba muy reactivo. Lo tomaba a título personal: había algo de mi ego que me estaba gobernando. Era como si todo lo que recorrí hasta ese momento no servía en los ensayos. Yo trataba de dilucidar cuáles eran las estructuras dramáticas de las escenas y me daba cuenta de que a Celina no le interesaba que el foco esté puesto ahí, sino en zonas de desarme. Era como un desguace permanente. Ella me iba permanentemente desarmando las propuestas que yo traía con toda mi historia.
-Buscando desarmar la formación académica.
La formación académica y también el haber hecho mucha televisión. En un momento le pregunté a Celina por qué me eligió. Ella me respondió que confiaba mucho en mí, pero me pidió que confiara en ella. Ese fin de semana me quedé pensando y me dije que tenía razón, porque estaba reactivo. Mi reacción era porque -por ejemplo-, a Celina le gustaba mi voz más timbrada, que es la que utilizo en mi vida. Es verdad que para algunos personajes hago la voz más grave. Tuve que encontrar un nuevo cuerpo narrativo en esas tres semanas de ensayo. Después me di cuenta de lo que Celina estaba trabajando: era la composición de mi masculinidad y de lo que pasa con ese personaje.
-Con la película terminada, acompañándola en Tribeca y en San Sebastián, ¿cómo la definís?
La defino como un thriller existencial, hiperrealista, donde uno respira con los personajes. Inclusive se incomoda con el tedio que viven los personajes en varios momentos. ¡Es para un espectador activo! Como decía antes, la película propone interrogantes, no te da respuesta. No te dice que este es bueno o este malo. La película no juzga.
-No hay bajada de línea.
No, no. Celina no es así. Ella muestra que la realidad es mucho menos palpable, menos definida, tiene movimiento, que siempre revelan diferentes emociones y que no siempre sabemos cómo lidiar y cómo llevarnos con ellas.
-En el curso del Festival de San Sebastián hubo una jornada de apoyo al cine argentino. En este contexto estrenar una película argentina, ¿es un acto político?
Sí. El festival tomó una postura política muy importante de apoyo a lo que está pasando en el cine nacional. También creo que el INCAA es una institución tan importante como la UBA. Es una institución que se ha fortalecido mucho en la década del 90.
Creo que estamos formando parte de una batalla cultural que no tiene que ver solo con nuestro colectivo. Es una batalla cultural, porque cada gobierno propone su batalla cultural. Al gobierno actual lo votó mucha gente que está de acuerdo con muchas de las decisiones que se están tomando. Me parece que hace mucho tiempo que había preguntas que no nos estábamos haciendo. O que no hacíamos tan activamente para poder mejorar el INCAA y potenciar la actividad cultural.
Hoy dentro de todo, por la incertidumbre que hay todavía -porque no está muy claro hacia dónde va a ir el INCAA-, noto por las charlas entre nosotros que estamos hablando de una manera que antes no hacíamos. Era necesario. Y eso es muy bueno, porque de cara al futuro vamos a tener mucha más lucidez para hacer del INCAA una institución saludable, eficaz, poderosa y atractiva, que no era lo que venía haciendo en los en las últimas décadas.
Norberto Chab / Desde San Sebastián