Adriano Bruzzese es Subsecretario de Cultura de Vicente López y sobre todo, gestor cultural estrechamente vinculado al cine argentino, impulsor de iniciativas como el programa Vecine Vecine del Cine York o Lumiton Museo del Cine Usina Audiovisual. Entre otros logros, en 2023 la Unesco declaró a Vicente López Ciudad Creativa del Cine junto a otras 54 ciudades del mundo.
-El ciclo Miradas argentinas se lleva a cabo en el cine York y pone en valor la obra de cineastas fundamentales como Leonardo Favio, Adolfo Aristarain o Pino Solanas. ¿Cuál es el objetivo y cómo evaluás la respuesta del público?
El Cine York en nuestro principal centro de operaciones, porque básicamente tenemos funciones de miércoles a domingo. Pero también tenemos presentaciones en el Centro Cultural Munro, que es el viejo Cine Astral sobre la calle Vélez Sarsfield, a muy pocas cuadras de la casona de las estrellas de Lumiton.
Nosotros en forma permanente curamos cine nacional porque nos parece que es una manera de abrazar nuestro patrimonio cultural. Es importante porque el cine habla de nuestra soberanía, identidad, libertad; también de nuestras contradicciones, logros e historia.
Entonces, es impensable que una gestión del Estado -o municipal, en este caso-, como la que se lleva adelante desde Lumiton y la Secretaría de Cultura y en una ciudad de cine Unesco, no se promueva a nuestro cine nacional. La primera razón es esa.
Además, en estos meses se potenció esta idea, porque con el correr de los meses y de los años hay cada vez menos pantallas.
-¿Por qué creés que se agudiza la falta de pantallas para el cine nacional?
Porque el negocio del cine pasa por otro lado: no por la venta de la entrada, sino por el pochoclo. Nosotros no queremos entretener ni distraer: nosotros queremos generar trama cultural entre la comunidad de vecines y la comunidad de artistas. Por eso normalmente, después de las películas, hay diálogos abiertos. Entonces, la respuesta es maravillosa: el cine está lleno, hay 180, 200 personas. Hay una necesidad y un deseo muy grande de ver nuestro cine nacional. Lo que al público le llama la atención es que hay muchos jóvenes recibiendo estas películas. Hay un enorme interés por ver nuestro cine nacional más allá de las plataformas, muchas ganas de ver cine nacional en comunidad. ¡En el cine! Con la luz apagada y compartiendo una experiencia. Hay algo alrededor de eso -llamale mística, magia o simplemente hábito cultural-, que se está produciendo por acá y nos pone muy felices.
-Victoria Solanas, cuando se hizo el ciclo dedicado a su padre, nos hablaba de la repercusión del público joven que no había visto nunca una película de Pino. Los más jóvenes se mostraban sorprendidos y felices.
¡Totalmente! Con ella terminábamos de ver las películas y venía alguien de 20 años para darnos las gracias… Cuando uno le preguntaba por qué respondían que terminaban de entender nuestra historia. Si bien lo explicaban sus padres, hay algo que se termina de entender con las películas. En ese sentido estamos muy contentos: por un lado por el deseo de acercarse, más allá de los gustos personales de cada uno. Pero también para que entiendan que el cine cumple esa función. Nuestro patrimonio cultural tiene que ver con aquel que nos cuenta, que habla de nosotros, que tiene que ver con nuestro ADN y con nuestra identidad. Uno podría creer que aquellos de 20 años están solamente en las plataformas o viendo películas en distintos dispositivos. ¡No! Está lleno de pibada en el cine viendo cine. Y se produce algo intergeneracional porque en las charlas abiertas alguien de 70 comenta algo contemporáneo a su historia con alguien de 20. Es muy interesante cómo estamos tejiendo cultura.
-Tejer cultura también es preservar el patrimonio, un aspecto históricamente descuidado en los organismos culturales nacionales. ¿De qué manera contribuye la Usina Lumiton a recuperar y restaurar los archivos históricos?
Lo primero que hicimos en 2015 fue poner en valor La Casona de las Estrellas, que era la casa donde Enrique Telémaco Susini y los pioneros a quienes llamaron “Los locos de la azotea” soñaron la productora Lumiton. Ellos compraron esa casona y a partir de ahí construyeron. La pusimos en valor esa casona para poder pensarla como un centro de operaciones, como una usina, dando talleres, organizando ciclos, ordenando el material que había por el museo que ya existía gracias al esfuerzo de los vecinos de Vicente López, que a mediados de los 90 lo habían abrazado y habían logrado que el espacio fuese declarado Monumento Histórico.
Aun así no estaba en condiciones: le faltaba mantenimiento. Encontramos los planos originales de la casona y decidimos restituirla tal como era originalmente. Recuperar lugares como el cuarto donde había dormido Niní Marshall o el living donde se escribían los guiones de Los martes, orquídeas.
Salimos a comprar todos los posters de la productora. ¡No había ninguno! Hoy hay 88 de las 102 películas que se filmaron a lo largo de dos décadas y media. Luego empezamos a hacer un trabajo más profundo en relación al material fílmico. Había muy poco en la casona, pero cuando el proyecto empezó a tomar visibilidad, empezó a haber mucho aporte de los vecinos. Aparecieron colecciones de cineastas de los 70, venidos del cine experimental, como Horacio Vallereggio o Tadeo Bortnowski, el primer director artístico que tuvo el noticiero Sucesos Argentinos.
Catalogamos, ordenamos, adecuamos ambientes con la temperatura y la humedad necesaria, preparamos salas con proyectores de 16 mm y 35 mm para visionar ese material, trabajamos sobre los archivos de animación de Manuel García Ferré.
-¿Cuáles son los planes más inmediatos?
La restauración digital del archivo de Lumiton. Queremos recuperar ese patrimonio y estamos trabajando actualmente en tres de esas películas. Ocurre que ese material está desparramado: hay películas en el Museo del Cine, en la Cinemateca Nacional del INCAA y la mayoría en manos de coleccionistas privados. Pero este es un proyecto elegido por Unesco y proseguimos la tarea.
Julia Montesoro