El jueves 28 se estrena en el cine Gaumont, con funciones diarias a las 20.45, el documental Ciclos, de Francisco Pedemonte. Gira en torno de Ignacio Semeñuk, joven promesa del ciclismo nacido en Chacabuco, a quien el realizador lo acompañó durante tres años. La película ingresa a su cotidianidad: su casa, su familia, sus amigos, sus entrenamientos. Pero también sus rivalidades, sus broncas, las presiones y las frustraciones.
Francisco Pedemonte le contó a GPS audiovisual cómo fue la experiencia del rodaje de Ciclos.
-La película muestra tres años de la vida de Ignacio Semeñuk. ¿Cuándo entendiste que había que dejar de filmar y empezar la etapa del montaje?
La película se filmó sabiendo que podía tener varios finales distintos. Era una de las cosas que más me gustaba del proyecto: la idea de que (a diferencia de un rodaje de ficción) no se iba a poder controlar del todo lo que pasara, sino que nos íbamos a tener que adaptar a la realidad. Yo sabía que durante esos años él podía ganar mucho o perder mucho, pero que iba a tener que tomar una decisión importante en relación con su carrera. ¡Es una decisión de la que mucho no puedo hablar sin contar el final de la película! Digamos que en los últimos dos viajes de filmación nos quedó bastante claro que ya no había prácticamente nada que registrar; entonces convoqué al montajista para que me ayudara a ensamblar la narración.
-¿Quién era Ignacio Semeñuk para vos antes de empezar a filmar?
Yo no lo conocía y no sé nada de ciclismo, aunque me interesaba como idea, porque la bicicleta es una herramienta que parece construida más para el juego infantil que para el alto rendimiento deportivo. Lo busqué porque tenía este proyecto de seguir durante un par de años a un deportista adolescente, y él figuraba como claro campeón de su categoría en 2015. Cuando hablé con él y los padres me contaron que era candidato para llegar a los Juegos Olímpicos de la Juventud pensé en la idea del rodaje extendido en el tiempo. Fueron muy amables, me permitieron filmar y empecé a ganar confianza y ganas de seguir contando esta historia.
-¿Qué relación tenías con el mundo del ciclismo como deporte? ¿Y con la bicicleta como medio de transporte?
No tenía ninguna relación con el mundo del ciclismo como deporte: todo lo que sé lo descubrí filmando la película. Con la bicicleta como medio de transporte sí tengo relación porque me gusta mucho andar por la ciudad así.
-El documental no está hecho a base de diálogos a cámara, sino fundamentalmente con “sonido ambiente”. ¿Esa era la intención inicial?
Al principio mi intención era que la película se valiera de la observación sin necesitar explicar demasiado; el conflicto es bastante claro, tiene que ver con la presión del deporte profesional y el contraste con la adolescencia. Tenía la idea de que el rostro y los gestos de Ignacio iban a contar todo por sí solos. Pero después de los primeros armados me pareció que la película era demasiado silenciosa y que algunos detalles se perdían. Decidí agregar algunas entrevistas porque ellas me permitían presentar algunos personajes y situaciones sin que el espectador tuviera que estar preguntándose qué está pasando.
-¿Cómo se estableció la estructura narrativa? ¿Qué elementos buscabas antes del rodaje y al mismo tiempo, qué otros que no tenías previsto fueron apareciendo?
La estructura inicial se respetó bastante, en cuanto a que la película siempre iba a funcionar como una especie de crecimiento de varias cosas a la vez: la edad de Ignacio, la profesionalidad de las carreras, la presión por ganarlas y las dificultades para mantener todo eso. Todos esos factores iban a ir ascendiendo más allá de cuáles fueran los capítulos intermedios e iban a llegar a un final consagratorio o al menos determinante. Cada vez que filmábamos, yo apostaba a que iba a pasar una u otra cosa y preparaba todo para eso, pero casi nunca acertaba y lo que sucedía era aún más interesante. Hubo cosas que aparecieron durante el rodaje, como el personaje de Santiago Sánchez, que en la película funciona como la némesis de Ignacio; un excelente ciclista sanjuanino que se convierte en su principal rival. La descripción de las carreras y los deportistas era un aspecto totalmente desconocido para mí, así que se puede decir que algunas cosas se fueron agregando por sí solas al plan inicial. El final, a pesar de ser imprevisto, era uno de los tantos finales posibles que existían cuando empezamos a filmar; siempre la intención iba a ser reflejar lo que pasara en la vida real del personaje.
-Aunque no están subrayadas, dejar la cámara instalada y permitir que fluya la acción permite develar algunas miserias del mundo del ciclista: la falta de amistad, la presión para ganar, la incidencia negativa de los padres. ¿Lo sabías de antemano? ¿Hubo temas que se decidió no abordar antes de filmar? ¿O temas que en el montaje quedaron afuera para no acentuar los aspectos negativos?
Sabía que la parte de la presión de los padres iba a ser llamativa y probablemente el punto polémico de la película. La verdad es que no quería que la película se convirtiese en una mera crítica hacia eso, porque mi interés estaba en otro lado. Por suerte -más allá de que eso existe y aparece en la película- también encontré entrenadores, padres y mucha gente que apoyan a los chicos de una manera noble y desinteresada, y eso también se puede ver.
-Muchas escenas pertenecen a la vida cotidiana de Semeñuk. ¿Cómo fue el proceso de inserción de la cámara en la familia? ¿Cuál fue el grado de aceptación de ellos? ¿En qué les cambió la rutina?
Ellos aceptaron la cámara con mucha amabilidad desde el principio. Yo les conté cómo era la película y, aunque nadie sabía con certeza cuánto tiempo íbamos a filmar ni qué tan pesados íbamos a ser, nunca tuvimos un episodio en el que no fuéramos bienvenidos. Ellos lo aceptaron muy bien y yo les pedía expresamente que no cambiaran su rutina, sino que queríamos que la mantuvieran dentro de lo normal.
-¿En qué cambió el documental la vida de Semeñuk? ¿Y la tuya?
En cuanto a Ignacio, su vida ya cambió varias veces desde que empezamos a filmar hasta ahora. La vida de alguien a esa edad es muy cambiante y muy veloz, y ahora que la puedo ver a distancia puedo decir que me impresiona. No creo que la película haya tenido que ver con esos cambios: nunca fue la intención influenciarlo de ninguna manera. En cuanto a mí, me permitió cerrar un ciclo muy enriquecedor; creo que soy mucho más sabio después de haber hecho esta película y que estoy mucho más listo para hacer la próxima.
Norberto Chab