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Todo el cine y la producción audiovisual argentina en un solo sitio

DIRECCION EJECUTIVA: JULIA MONTESORO

Ramiro Blas coprotagoniza el thriller «Gatillero», de Cris Tapia Marchiori: «Los personajes de la película tienen mucho de la humanidad que uno añora»

Ramiro Blas es un actor argentino que dos décadas atrás decidió embarcarse a la aventura (desconocida entonces) de vivir de la profesión de actor en España. Integró los elencos de numerosas series: la más renombrada es Vis a vis, en la que participó entre 2015 y 2020. En cine, entre otros títulos, protagonizó La pasajera, dirigida por Raúl Cerezo y Fernando González Gómez, estrenada en 2021.

Regresó a la Argentina para encarnar el rol de Nelson en Gatillero, el thriller suburbano de Cris Tapia Marchiori con producción de Dukkah y protagonizado por Sergio Podeley y Julieta Díaz, que se constituyó en uno de los sucesos cinematográficos del año y continúa en cartel en salas de todo el país.

Gatillero tiene desde su estreno una gran acogida de público. ¿Qué te motivó de esta propuesta para volver a hacer cine en la Argentina?

Primero, ir a Argentina. ¡Ojalá tuviera más seguido la posibilidad de volver! Me encantaría. Lo que le está pasando a Gatillero lo vi clarísimamente cuando me llegó la propuesta por parte de Eugenia Levin (NR.: Directora de casting). Todo el tiempo vibré con esa frecuencia de que iba a ser algo único. Por el planteamiento, el modo y el lugar donde se iba a hacer, la situación que se estaba viviendo en ese momento, lo que se iba a contar y por la frescura y el dinamismo tanto del director (Cris Tapia Marchiori) como de Sergio (Podeley), una dupla irremplazable para poder llevar a cabo una película del modo que ha sido rodada.  

-Lo advertiste previamente, cuando te acercaron el guion, pero ¿qué descubriste al ver la película terminada?

El lenguaje que Cris utilizó con la cámara es algo único, con lo que implica trabajar en una película hecha en plano secuencia.

Soy un fanático del plano secuencia, pero Gatillero va más allá de de eso: si hubiera que ubicarla en una categoría, diría que es un plano vivencial en secuencia. Lo que hace Cris con la cámara es invitar a quien la ve a que sea parte vivencial de la película. La estás viviendo todo el tiempo como un acompañante. Más allá de las creencias, sos una especie de ángel que acompaña al Galgo en el desarrollo de esas horas que van entre la noche y el amanecer.

Ver la película es ocupar el papel del coprotagonista, después de Sergio Podeley. Es meterse de lleno sin juzgar, contemplando y acompañando. Uno se ve a sí mismo quitarse sus miedos, sus a prioris, sus temores, sus creencias, dejándose llevar más allá de cualquier juicio de valor.

-¿Cuánto tiene de vos tu personaje de Nelson, en qué parte te interpela?

Debe ser uno de los personajes que más me representan, más allá de lo cortito que es el papel. Sobre todo porque llega un momento particular: a cierta edad, donde casi siempre te convocan para hacer el villano, el malo, el villano, el malo, llega un momento que sinceramente, te harta. Más allá de que es trabajo, que uno ama el trabajo y que el mejor premio que puede recibir un actor es que te reconozcan trabajando. Pero de pronto tenés la suerte de poder interpretar un personaje liberador, que está más ligado al justiciero, al que impone su moral, al que va por el lado de lo que debe ser. Yo tengo mucho de eso: me crié en una generación donde la familia seguía siendo absolutamente importante. Como eran importantes la niñez, el barrio, los amigos, las funciones sociales, la colaboración. Sin esperar nada a cambio; simplemente, queríamos tener una vida mejor. ¡Era con lo que soñamos, nuestras grandes conquistas en mi adolescencia!

Y este personaje te lleva a esos momentos de tu vida…

Son personajes que me fascina hacer porque me permiten sacar mucho de mí, mucho de los genes, de la familia, del pueblo, del campo, del barrio. Mucho de la humanidad que uno añora. Hace años que tengo la suerte de vivenciar una frase: “somos el amor que dejamos”. Y estos son esos personajes que dejan amor -más allá de que sea un personaje-; esas personas que aparecen en la vida, en un barrio, en un pueblo o en donde sea, que no tiene cargo político ni tienen visibilidad, pero que serán recordados por siempre, porque dejaban amor, más allá de que fueran unos cabrones o lo que fuera.

-Vivís en España desde hace dos décadas y sus uno de los nombres requeridos en el mercado de las series españolas. ¿Qué debe tener un rol para que te entusiasme?

El año que viene van hacer 20 años. Pero ya no soy un nombre requerido. Lo era (risas)… Esto es nuevo, es reciente y es algo que he aprendido ahora. Porque en esta profesión se vive aprendiendo y normalmente se aprende en los momentos bajos, en los momentos en que el teléfono se convierte casi en un santuario en el que estás esperando que suene.

Ahí vienen los planteamientos y las fortalezas. Un artista es el resultado de sostenerte en los momentos más bajos. Es un trabajo arduo, diario, donde tenés que replantearte realmente cuánto amás esta profesión. Y tratar de sostenerla cuando te preguntás: ¿puedo vivir con esto? ¿Se puede vivir de esto? Está claro que no y lo indican los números: solo el 4% vive de esta profesión. Pero más allá de la profesión en sí, el actor como tal (el artista o el artesano), buscará revertir la situacíon para volver a convertirse en un artesano, como quien hace un arte para sí mismo.

Muchas veces en el devenir económico te metés a hacer cosas y hay un punto interno que dejás de escuchar que te dice que no vayas por ahí. Hacerse una carrera es un arte en sí mismo y lo vas a lograr vos solamente. Tenés que alejar al ego, la fama, el éxito, para centrarse simplemente en la sabiduría de que este camino va a ser largo y para siempre. Esto sea una elección de la que no te vas a bajar, salvo que elijas esto porque te divierte y nada más.

-Fuiste gerente de marketing de una multinacional, modelo, empresario gastronómico, ganador de un reality días antes del corralito del 2001 que te dejó con las manos vacías. ¿Qué te llevó a decidirte por la actuación?

…Y también cocinero, barrendero, albañil. Y aclaro que no me quedé con las manos vacías: me la quitaron (Risas). Pero después de mucho andar, de mucho devenir, volvés a caer mil veces y está buenísimo también entender que la guita no es todo. Esto es una gran verdad, más que sea obvio. La profesión de actor me abrazó en el año ’82 y yo quise negarla. A mí la profesión de actor me abrazó en mi etapa de estudiante, cuando tuve un 2 en matemática y un 9 en castellano y Graciela, mi profesora de castellano, me dijo que lo mío no era la matemática. Me dijo de ir hacer teatro, se abrió el teatro Don Bosco e hicimos unas obras que me rompieron la cabeza. Nunca más me pude quitar eso.

Mil veces me he querido escapar e intentado, de alguna manera, de situarme en la realidad de mantener. De preguntarme ¿qué hago? ¿Me vuelvo a poner un mameluco? ¿Me vuelvo a poner el traje de cocina? ¡O lo que sea! Y me di cuenta de que no me hacía falta.

De allí surgió la idea de escribir una obra de teatro que refleja la vida de los artistas: se llama Ramón, el trauma del León y cuenta un poco mi historia, desde la niñez hasta hoy. Fue absolutamente sanador. Y lo sigue siendo: es una obra que está viva y que cada vez que puedo la pongo arriba en el escenario. La gratitud es inmensa. La acompaño de un libro que hice en estos momentos de poco trabajo a nivel profesional, junto a un amigo del alma que es Toni Cairós. La profesión se va uniendo entre Ramón, la venta de libros e ir a dar uno que otro curso. Y voy sobreviviendo. Pero me siento más afortunado que nunca en la vida: lo juro por mi vida.

He estado en momentos donde tenía que elegir trabajo, o no me daban los tiempos, pero no me sentía afortunado como me siento hoy, sinceramente. Lo digo de corazón, más allá de que en este momento de mi vida no tengo esas necesidades que tenía cuando tenía tres niños pequeños. En el momento que me toca vivir hoy, solos mi pareja y yo, soy el más afortunado del mundo.

-Y esto te permite seleccionar qué querés hacer.

Hace poco me propusieron un personaje en una película. En verdad, económicamente tengo todas las cuentas en rojo, pero tengo el privilegio de decir que no es para mí… No había manera de que hiciera este personaje. Más allá de que sea comedia, no estoy para hacer ciertas cosas. No me siento capacitado para aportar algo desde mi creatividad con cierto tipo de personaje. Y prefiero no robar el dinero.

Julia Montesoro

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