Alejandro Martín crea pequeños planetas a escala de forma artesanal. Un día recibe un inesperado correo: la Agencia Espacial Europea le encarga 227 lunas en miniatura como souvenires de una misión a Júpiter a punto de lanzarse. Este es el punto de partida del documental 227 lunas, que dirige Brenda Taubin y que se exhibe en el Cine Gaumont en tres funciones diarias.
-¿Qué apareció antes, tu interés por la astronomía o Alejandro Martín como eje de una historia?
Primero fue Alejandro Martín. Lo conocía de antes. Y el puntapié para pensar en la película fue ese mail de la Agencia Espacial Europea, pidiéndole 227 lunas como souvenirs para una misión al espacio que salió a buscar vida.
-A partir de ahí «encontraste» la película.
Sí, fue así. Mi amiga Florencia es la hija de la pareja de Alejandro. Un día me dice que estaba un poco preocupada por él, ya que lo notaba muy nervioso y estresado porque una agencia espacial le había pedido souvenirs para una misión que iba a buscar vida en el espacio. Cuando la escuché me dije: “Es la película que estaba esperando, la que estaba buscando contar”.
Encima, como conocía al grupo familiar y me parecían muy buenos personajes para retratar, me propuse empezar por allí. Para él implicaba una alta exposición, sobre todo porque está en la pantalla casi todo el tiempo.
-Además supongo que no estaría para nada acostumbrado a este tipo de cosas. Por lo pronto, recibir un mail de la Agencia Espacial Europea debe ser algo imensable.
Todo fue rarísimo. Imagínate que él hacía unos planetitas -que entran en la palma de una mano- como hobby. De repente, podía ser parte de una misión espacial y como si fuera poco, se iba a filmar una película sobre eso.
–227 lunas te permitió viajar a distintas locaciones. ¿Qué te sorprendió del periplo?
Cuando iniciamos el proyecto le escribí al director de la Agencia Espacial Europea contándole del proyecto y pidiéndole una entrevista ¡una semana después de lanzar un cohete a Júpiter! Nos recibió con muy buena onda y nos abrió las puertas de la agencia en Ámsterdam. No solo nos dio una entrevista: también nos llevó a recorrer el lugar -donde hay una réplica de la Estación Espacial Internacional- y pudimos filmar ahí. Después nos fuimos a la Guayana Francesa, donde se lanzaba el cohete. Dos lugares muy distintos y muy lejos uno del otro. Aprendí gracias a esta película que solo se puede llegar a Guayana Francesa desde Francia, porque el único avión que llega es desde ahí porque es colonia.
-¿Qué cuestiones relacionadas con la astronomía te atrajeron más para volcarlo en el documental?
Me enteré de cosas que me parecían importantes contar y que no sabía. Por ejemplo, que la misión tarda ocho años en llegar a Júpiter. Las mismas cuatro lunas de Júpiter a las que va esta misión, son las mismas que vio Galileo Galilei en 1610. Gracias a que las descubrió dijo que la Tierra no es el centro del Sistema Solar. Es algo que más o menos sabemos, pero en este contexto lo comprendés diferente. Incluso el cohete que mandaron está empapelado con este libro de Galileo Galilei. Los científicos también son medio poetas, son como niños jugando. Hacen cosas locas como ésa. Una misión bastante anterior que ya había ido a Júpiter, había llevado unos Legos en miniatura con Zeus, Júpiter y Galileo.
También me enteré que una de las lunas tiene volcanes y que hace una erupción por día, así como otra está congelada. Haber hecho la película me generó ganas de saber más y de contar más.
-¿Había documental si a Alejandro Martín no le hubiesen encargado 227 lunas?
Hasta ese momento no se me había ocurrido. Ya conocía a su familia e incluso su trabajo, que me parecía hermoso. Pero no se me había ocurrido que había una peli. Hasta que de repente sentí que ese encargo fue el disparador. Es lo que me pasó con la carta de Telma. Encontrar el punto de partida es como una incitación a la aventura.
Julia Montesoro