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DIRECCION EJECUTIVA: JULIA MONTESORO

Javier Torre publicó su novela «La luz de un fósforo»: «Quiero mostrar un espectro grande de la historia del cine argentino que veneramos»

Escritor, director de cine, productor y gestor cultural, Javier Torre acaba de publicar su segunda novela, La luz de un fósforo, un libro con inevitables referencias a su estirpe cinéfila.

Publicada por Editorial Corregidor, La luz de un fósforo narra un historia, o historias, donde personajes fascinantes del pasado de nuestro cine se entrecruzan con ritmo audaz, caleidoscópico, y donde la realidad y la fantasía alternan para dar vida a un mundo perdido, pero nunca olvidado.

La luz de un fósforo -título de Evaristo Carriego que inspiró el film homónimo de 1940 y de un tango de Enrique Cadícamo-, es una novela auténtica, vital sobre una de tantas y tan bellas historias de nuestro cine nacional, hoy irracionalmente silenciado.

-Definís el libro como una novela. Es inevitable verlo como una sucesión de relatos sobre tus raíces familiares y tu relación con el cine. ¿La luz de un fósforo también se puede recorrer como una autobiografía?

No necesariamente. Es una novela y también son crónicas, son aguafuertes, son experiencias personales, desdibujadas por momentos por el hecho de que una novela siempre cuenta una parte de verdad y otra parte de fantasía.

No puede tipificarse de una manera muy inmediata, pero no está restrictivamente siendo una autobiografía. No es eso lo que yo quería. Yo quería mostrar un espectro muy grande de la historia del cine argentino que todos veneramos, pero puntualizar en determinados momentos muy particulares, como son filmaciones, estrenos, momentos culminantes, vidas y amores de actores y actrices que van transitando a lo largo de la novela. O del libro.

-¿Qué te decidió no pensarte dentro de la posibilidad de la autobiografía para incursionar de lleno en la ficción?

Escribir es una tarea que permite una libertad muy grande, mucho más grande que la que permite el cine. El cine está condicionado por muchísimos elementos de producción, de costos, de semanas o de días de rodaje, de horarios. La literatura, en cambio, permite libertades totales y permite que uno se distienda y escriba en los momentos que quiera, el tiempo que quiera y de lo que quiera, aún de las cosas más imposibles de filmar.

No es que yo haya cortado mis vínculos con el cine ni que haya incrementado mis vínculos con la literatura. Sigue perteneciendo a los dos mundos. Los dos me fascinan por igual. Pero cuando me siento a escribir siento que soy una persona con un vuelo muy personal y cuando filmo me encuentro muchas veces muy maniatado por los temas de producción. Esa sería la diversidad entre una cosa y la otra.

-Cuando escribís te sentís más suelto, menos condicionado a determinadas cuestiones externas.

Exacto. Es mucho más personal y no deja de ser igualmente fascinante. Son dos esquemas de explayar el yo más íntimo, pero de maneras diferentes y con otro estilo de producción. En la novela uno puede tomarse un año para hacerla y en una película sabés que hay determinado número de días, semanas u horas y se termina todo. No hay posibilidad de corregirse.

-En Luz de un fósforo está fuertemente marcada tu relación con tu abuelo Leopoldo Torres Ríos. ¿Quién te influyó más para tomar el camino del cine, la literatura y la cultura? ¿Tu abuelo o tu papá?

Es genético. En la familia el cine corre por las venas y uno nunca se va a terminar de desprender. Nunca va a terminar de hacer todo lo que querría en el mundo del cine. En 1920 -hace 105 años-, Leopoldo Torres Ríos escribió su primer guion que se llamaba Palomas rubias y fue dirigido por José Agustín Ferreyra, su gran amigo. Lamentablemente es una película que está perdida.

Eso fue hace 105 años. Desde ese entonces mi familia (mi abuelo, mi padre, yo mismo y mi hijo), todos hemos estado involucrados en el cine en los momentos más difíciles, como el momento actual. Así como en los momentos más exitosos, de más felicidad y de más de más expansión, incluso empresarial. El cine ha sido el tema de conversación, el tema nuestras de alegría, frustraciones, enfermedades, viajes, amores. Aún cuando uno no lo haya querido, el cine fue como una obligación para todos. Estamos insertos y no habrá forma de salir. Pese a que quieran que salgamos de esto, no vamos a salir.

-No va a ser tan fácil y además con la estirpe familiar vinculada al cine y la cultura argentina como tenés vos.

No va a ser tan fácil. Uno de los motivos que me lleva a hacer esta novela, La luz de un fósforo, es evidenciar que el cine está vivo. Pese a todo. El recuerdo de las grandes películas de los grandes directores, actores, productores, incluso de los críticos, sigue vigente. Y se va a proyectar a futuro. Ese silenciamiento o aniquilamiento que se pretende del cine no va a durar y el cine va a volver a romper con más fuerza de la que tenía antes. No tengo la menor duda.

 -A lo largo de tantos años de trabajo en la industria -creando historias, películas, recorriendo festivales con tus obras-, cuántos momentos de zozobra habrás vivido. ¿Eso te lleva a decir categóricamente que esto también pasará?

¡Totalmente! No tengas la menor duda. No hay forma de silenciar las necesidades de los seres humanos de generar imágenes. Es un tema muy profundo: no es solamente político, es un tema existencial. El hombre necesita proyectar sus sueños, necesita generar fantasías, necesita un lugar de encuentro y eso es el cine. Es decir, querer silenciar el cine es una tarea, además de maliciosa, inútil. Se logra solo por un breve periodo. Lo intentó la censura, en la época del gobierno militar, y ahora con este silenciamiento se está intentando de vuelta. Pero va a durar muy poco: va a volver a florecer y va ser lo que fue.

-Decías que en La luz de un fósforo hay también una necesidad o deseo de rescatar determinadas figuras de la crítica y estrellas del cine, incluso personajes no tan conocidos del mundo cinematográfico. ¿Te quedaron más cosas por contar?

Sí. Son infinitas. Me quedan mil historias, al punto que pensé en seguir con una especie de trilogía. Lanzar un nuevo libro el año que viene con otros aspectos de lo que se narra en La luz de un fósforo”. Lo tengo que estudiar. El mundo del cine es tan vasto que no alcanza una vida para contar todas las historias que uno ha visto, vivido o percibido. Son historias infinitas de actores, actrices, estrenos de películas, productores, encuentros, desencuentros, ilusiones, triunfos, fracasos. Todo esto ese mundo que circula y que no se detiene nunca, que se enriquece, frena, acelera y es un material literario extraordinario. Podría pasarme los años que me quedan de vida escribiendo historias y no terminaría nunca.

Tendría que decir por qué lado iniciar un nuevo camino, pero lo podría hacer perfectamente. El hecho de que mis dos últimas novelas traten el mundo del cine no es casual, es como una necesidad, un apetito y un deseo de mostrar mundos que yo conozco muy, muy bien, de los que me siento cerca y con los que estoy muy seguro de lo que estoy contando.

-Estas referencias a tus raíces familiares me hacía pensar también en esa frase de José Martínez Suárez: ¿Vos sos un hombre hecho de cine?

De alguna manera, sí. Estoy hecho de cine, me crié en el mundo del cine. Mis primeros recuerdos son ir a filmaciones, estar con mi padre, con actores, con actrices. Me acuerdo, siendo muy chico, de Duilio Marzio, Elsa Daniel o Graciela Borges, gente mítica que vi crecer y que iluminó el mundo del cine, pero también me marcó a mí un camino muy atractivo y muy deseable.

Siempre era muy lindo estar en filmaciones, recorriendo los estudios, como los de Sono Film de Martínez. Tengo un recuerdo muy particular de de esas escaleras. Esos recuerdos me dan mucha alegría, mucha emoción y escribir es vivenciarlos de vuelta.

-¿Volcarte a la literatura es de alguna manera un paliativo para no pensar en las dificultades para volver a filmar?

No lo sé, sinceramente. Uno de los motivos de no volver a filmar en este momento es la imposibilidad absoluta de acceder a un régimen de producción sensato. También es una manera de protesta. En estas condiciones es muy difícil filmar. Y ya ves que la gente de mi generación está toda como alerta y dando un paso atrás diciendo: “yo con esta gente no filmo. Mejor espero y cuando cambien las condiciones se harán las películas que haya que hacer».

En cambio, la literatura, es un terreno de permisividad que se puede hacer en cualquier tipo de circunstancias, aún en las peores adversidades. Lo tomo como un mundo igualmente atractivo. Pero no dejo de pensar que el cine sigue siendo una obsesión y además vivo viendo películas. Donde sea que vaya, yo estoy viendo películas.

-¿Y qué ves?

Todo lo que puedo. De hecho, el otro día estuve a punto de ver Blancanieves. No me importa el género sino estudiar lo técnico del cine. Me gusta la parte visual, escenográfica, las innovaciones en materia de sonido. Soy un obsesivo por todo lo que sea técnica y puesta en escena. Entonces, no solamente me guio por la historia de una película sino por todo el mundo circundante.

Julia Montesoro

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