Alejandra Portela y Raúl Manrupe son coautores de Un diccionario de films argentinos (2010-2020), cuarto tomo de una saga que implica un esfuerzo titánico e independiente buscando relevar la historia de nuestro cine sonoro a partir de fichas y también de comentarios.
El libro, de más de mil páginas y 2.400 largometrajes realizados durante ese período, se presentará el viernes 7 de marzo a las 18 hs. en el Museo del Cine de Buenos Aires (Caffarena 51), presentado por Sergio Wolf y previo a la proyección especial de su documental El color que cayó del cielo. Se puede adquirir a través de www.funcionprivada.com.ar y en la librería del Malba.
-Es una gran alegría continuar la saga de esta obra imprescindible. ¿Con qué se va a encontrar el lector de Un diccionario de films argentinos?
Antes que nada, se va a encontrar con un gordo libro de más de mil páginas, un libraco gigantesco. Pero sobre todo, con un contenido que sigue la idea y el formato de los libros anteriores. En los tres tomos anteriores hay distintos momentos pero con un mismo formato: está en orden alfabético, refiere solo a películas argentinas de largometraje. El tomo anterior había quedado en el 2009-2010. Y originalmente éste llegaba hasta el 2015. Pero ganamos un Mecenazgo y quedamos entrampados para ampliarlo a diez años. El resultado final son 2400 películas producidas en diez años. No es una novela, no es un cuento, no es una narrativa, sino que es un libro de datos y de información pura.
-Es información pura, pero también es encontrarse con nuestra historia contemporánea.
Ya pasaron cinco años: es historia. Y en el contexto en el que estamos, es más que una historia pasada: te diría pasadísima. Producir una cantidad tan enorme de películas en ese período hoy no es pensable. Ojalá que esté equivocada, pero de un promedio de 240 películas por año a… ¿cuántas se están filmando en este año? ¿Cinco? ¿Diez?
-Este es el cuarto volumen de una obra que se actualiza a cada momento. ¿Les ocurre que después de la versión impresa aparece un documento desconocido o un dato no revelado?
¡Totalmente! Por eso a partir del segundo tomo nosotros le agregamos al libro una zona de erratas y de agregados y omisiones. Por olvidos o por cosas que empezamos a descubrir después -como películas que se habían filmado, especialmente en el primer tomo, que abarca de 1933 al 1994-. Aquella edición era de 700 páginas. ¡Y en estos diez años hay mil! En este cuarto tomo le agregamos datos nuevos de películas que estaban en los tomos anteriores. Trabajamos mucho con esta arqueología que es el libro: no es que Internet hace la búsqueda y vos tenés los datos.
En este tomo se nos ocurrió poner un QR en donde vamos tirando (perdón por la expresión) películas en orden alfabético que seguimos encontrando. Nosotros lo editamos en noviembre y seguimos encontrando cosas.
Entonces nos metemos ahí y con un QR podés cceder con el teléfono e ir a ese lugar. En Internet entrás y podés corregir o agregar, pero en el papel queda ahí para siempre. Por eso digo que es arqueología, porque queda ahí plasmado.
-Hay una idea romántica acerca de la perdurabilidad del papel impreso. ¿Va a tener una versión digital?
No, somos absolutamente románticos del papel impreso. Somos fanáticos del papel impreso. El prólogo lo hace Nicolas Prividera, a quien conocí en el Festival de Cine Independiente de Mar del Plata. Ahí me dijo que iban a morir todas las películas, «pero el libro de ustedes va a perdurar». Él nos insistía con la versión digital. Nosotros siempre dijimos que no: esto es un libro, un texto, donde por más información que haya en la subjetividad hay una impronta. Acá están las críticas y nuestros comentarios. Que a veces son muy serios, muy duros. Y también son muy divertidos.
Julia Montesoro