Línea 137, el documental de Lucía Vassallo estrenado en 2019, es la película programada por la Subcomisión de Documentalistas de DAC que estará disponible hasta el viernes 28 de febrero en forma gratuita en la plataforma de DocuDAC. Por otra parte, la película se va a exhibir el 8 de marzo en el Museo del Cine.
El documental intenta visibilizar y difundir la situación de padecimiento que atraviesa a todas las clases sociales, poniendo el foco en el trabajo cotidiano del programa «Las Víctimas contra Las Violencias».
–Línea 137 es un alegato contra la violencia de género que no solamente mantiene vigencia sino que ahora se resignifica. ¿Cuál o cuáles eran los ejes que buscabas enunciar y qué nuevas lecturas tiene la película?
Antes que nada debo aclarar que esta fue una idea de Marta Dillon, periodista y militante feminista. Ella me propuso hacer un documental sobre la Línea 137. Es similar a la 144 sobre violencia, pero con la particularidad de que tenía un dispositivo (lo digo en pasado porque no sé si sigue funcionando tal como era su idea inicial) por el cual, más allá de los llamados y el asesoramiento, Eva Giberti había dispuesto que una trabajadora social y una psicóloga se dirigieran al lugar cuando la persona que está en una situación de violencia no se podía abordar desde el teléfono. Eso sucede la mayoría de las veces: las personas implicadas ni siquiera eran las que llamaban, porque no tienen teléfonos o no tienen DNI porque sus documentos fueron secuestrados.
Ir al terreno es muy diferente a poner una línea de teléfono: para hacer una consulta tenés que tener teléfono y poder hablar cuando el agresor no está en tu casa. Recién entonces llamás. Nos pareció interesante con Marta hacer esta película para mostrar lo bueno que es este programa y la cantidad de vidas que salva. Esa fue la idea inicial.
Lamentablemente, se resignifica porque volvemos a hablar sobre femicidio, sobre cuestiones impensadas cinco años atrás. Volver a hablar de este tema es como una distopía de ultraderecha que hay que ver cómo atravesarla.
-Una de las primeras versiones que circuló en cuanto a políticas de género es que se iba a desactivar la Línea 137. Comprobamos que la línea está activa, pero ¿sabés en qué estado se encuentra?
Es exactamente lo mismo que decir que «el INCAA está activo». Sí, pero hay que ver cómo. Cuando nació el programa era mucho más grande: abarcaba más territorio y se abordaban de manera diferente las cuestiones de violencia doméstica y las de violencia sexual. Hay una diferencia muy grande entre vivir con un agresor dentro de tu casa y no poder salir y que te violen en la calle a las cuatro de la mañana.
En 2019, cuando hice el documental, el programa se estaba achicando: todas las personas estaban trabajando sobre todos los temas al mismo tiempo.
En los últimos años, cuando hablé con las trabajadoras del programa -las protagonistas de la película-, cada vez quedaba menos gente adentro y los sueldos estaban más estancados. Además, Eva Giberti y su asistente Karina fueron desvinculadas: desde el año pasado no están en sus puestos de trabajo.
-¿Pudiste despojarte de Línea 137? ¿O involucrarte representó un compromiso que se mantuvo en el tiempo?
En estos últimos años a todas nos cambió mucho la perspectiva de las cosas. Cambiamos la mirada sobre los vínculos y la perspectiva de género. Y además hice el documental, donde atravesé un montonazo de casos que ni siquiera están en el corte final. Y que en su momento me afectaron mucho psicológica y físicamente. Pensá que al rodaje íbamos con chalecos antibalas. ¡A ese nivel! No era un rodaje, era otra cosa.
Intento tomar distancia porque tampoco se puede vivir todo el tiempo en un estado de alerta y tensión. Pero ya no somos las mismas: de unos diez años a hoy, todas y todes cambiamos la manera de percibir la realidad. Y además, ahora también tenemos que ver qué hacemos con esta nueva ola que se implementó desde hace un año.
-Frente a esta nueva ola, ¿te preguntás si vale la pena hacer cine hoy?
Vale la pena porque no sé hacer otra cosa. Estudié en el ENERC, que también está en riesgo. Es como que a vos te pregunten si vale la pena ser periodista. Siento que te nace por los poros, no es que te levantás y lo pensás.
Sí, vale la pena porque es mi vida, porque es lo que me gusta hacer, porque es lo que soy y porque lo voy a seguir haciendo a pesar de todo.
-Y en ese contexto, ¿tenés proyectos en marcha?
Sí: estoy con un proyecto documental que por los vericuetos de los cambios del INCAA cuesta mucho mantener. Junto con María Fernández Aramburu desde hace unos años estamos retratando el punto de vista de las mujeres y las disidencias sobre cómo se hace una película. Pero no solamente el rodaje sino lo que implica «hacer» desde la idea hasta que la lográs distribuir. Se llama Cineastas.
Otro proyecto inicialmente pensado para Argentina se está desarrollando en España. Al vivir una década allá, tengo nacionalidad europea. Y con una productora de Mendoza estamos empezando con la adaptación de En la lìnea recta, un libro juvenil de Martín Blasco. Por ahí podemos utilizar las facilidades impositivas y darle una vuelta para seguir trabajando sin tener que pasar por los vericuetos del Instituto de Cine. Es un momento muy complejo. Pero hay que buscar variantes.
Julia Montesoro