Después de un rodaje que llevó más de dos años, un periplo que se prolongó en tiempos y distancias y un estreno que llega después de alguna que otra postergación, Albertina Carri estrenará mundialmente su nueva película, ¡Caigan las rosas blancas!, en el Festival de Rotterdam, que comienza el jueves 30. La película tendrá su estreno comercial en Argentina en marzo.
La película es un road-trip con temática de género que gira alrededor de Violeta, una joven directora de cine que trata de hacer una película porno-ecológica con una estructura industrial. Cuando se da cuenta de que el proyecto es un fracaso, se escapa en una van con sus amigas actrices y amantes de toda la vida. El viaje sin destino las llevará primero a São Paulo y finalmente a un enigmático y voluptuoso territorio desconocido.
En un reconocimiento explícito al cine argentino contemporáneo Carri, además, ofrecerá una charla junto a Cheryl Dunye, compartiendo sus vastas experiencias en el cine queer radical.
Albertina Carri, erigida en una de las voces esenciales del cine independiente argentino, también será invitada de honor del 37º festival Cinelatino de Toulouse, que se celebrará entre el 21 y 30 de marzo.

-En las distintas fases del rodaje, o inclusive antes de comenzar el mismo, ¡Caigan las rosas blancas! quedó identificada como la segunda parte de Las hijas del fuego. Con la película terminada, ¿qué grado de parentesco le encontrás?
Son películas hermanadas. ¡Caigan las rosas blancas! surge a partir de la experiencia de Las hijas del fuego. Allí se armó una suerte de grupo de trabajo, o de grupo de pensamiento, con varias de las actrices de la película y parte del equipo técnico. Surgió un poco por accidente, a partir del entusiasmo de aquella producción. Me hicieron una trampa (Risas). Fue como retomar la historia: nosotras la hicimos sin pensar que iba a tener la circulación que tuvo y la sucesión de pensamientos que se despertaron alrededor. Creíamos lo mismo que me sucedió con Los rubios: la estaba haciendo entre amigos y para un nicho. Nadie se iba a enterar demasiado. Finalmente sucede que cruzan fronteras; discursos o textos audiovisuales. A partir de eso se empezó a conversar de hacer una segunda parte.
-¿Te interesaba continuar la saga?
Inmediatamente dije: “Segundas partes no hago” (Risas). Del mismo modo que pasó con Los rubios: durante años conocidos me pidieron que siguiera con el tema y me yo negué rotundamente. Además sucedió algo muy simpático con mi hijo. El escuchó algo de la segunda parte y me dijo: “Mamá, las segundas partes siempre son un fracaso. No podés hacer eso” (Risas). Igual no lo pensaba hacer…
Pero me pareció interesante continuar trabajando con ese grupo que se había armado y profundizar algunas de las discusiones que surgieron en aquella película. Lo que tienen de parecido es que algunos de los personajes son los mismos, de alguna manera, pero insertos en otra historia. Y que sigue siendo una road movie: es un viaje. Pero de otro tipo. La otra trabajaba específicamente sobre el género pornográfico y/o discutía con ese género. Esta película es mucho más amplia en ese sentido. Hay como una invasión de diferentes géneros cinematográficos. Es una película de género mutante.
-O sea, aún más disruptiva todavía.
Vamos hacia la mutación.
–En esa secuencia de mutaciones, hubo también quien definió a ¡Caigan las rosas blancas! como “pornoecológica”. ¿A qué te suena ese concepto?
Es un chiste que la película se hace a sí misma. Está desde el comienzo: Violeta, que es una joven directora de cine -que actuaba en la película anterior- es convocada para hacer una película de porno ecológico. A partir de esa imposibilidad de realizar una película de ese género tan improbable, arranca el nuevo viaje. Es un chiste interno. Si van a buscar eso, seguramente se van a desilusionar (Risas).
-Lo que nadie puede discutir es la lectura política en tu obra.
Sí, claro. Las hijas de fuego es una película súper política y esta también. Tal vez es menos literal en su búsqueda, en ese sentido de la mutación, es mucho más amplia la problemática que plantea.
Arranca con una leyenda que dice “o inventamos o erramos”, una frase del filósofo y pedagogo venezolano Simón Rodríguez del libro “Sociedades Americanas”, editado en 1842. Se lo conoce como el educador de Simón Bolívar.
La película va alrededor también de esa idea: ¿de qué se trata el cine? ¿Y el cine latinoamericano? ¿Qué son los géneros cinematográficos, para las formas precarias en las que nosotras hacemos cine? Nos preguntamos esas cuestiones; por lo tanto, sigue siendo una película super política. Además, esto es como un sello de autora.
También es una película que abre muchísimas reflexiones y tiene cierta pretensión más espiritual, o más filosófica. Y es una película política sobre el cuerpo: siempre se pone mucho el cuerpo y eso es en sí mismo político. De hecho, estamos viéndonos y hablando en pantalla, en cuerpo presente, en sistemas donde nos estamos volviendo algoritmos o voces. Nuestros cuerpos están un poco desorientados.
-Poner el cuerpo es también una alegoría en dos sentidos: por un lado, para seguir rodando en tiempos de desfinanciamientos y por otro, para expresarse aun frente a los ataques. Vos misma padeciste esos embates.
Sí. Igualmente, en el caso de esos esos ataques caímos en una especie de volteada generalizada, donde además confundieron una película con la otra, lo que es entendible porque están emparentadas. Pero en realidad era en contra del colectivo cinematográfico y de las quejas que presentaba el colectivo, a partir del momento en que el INCAA se paralizó. No es diferente a lo que ocurre hoy: sigue siendo un momento súper crítico para para hacer cine en Argentina.
-Para hacer cine y también para visibilizarlo.
Ese es un problema que viene de larga data. La pandemia vino a terminar de hacer un desastre, especialmente con respecto a mostrar las producciones nacionales. El sello cine argentino está verdaderamente comprometido y complicado, atado a las condiciones que hay ahora para producir, que son casi nulas.
Es un gobierno que vino a destrozar las industrias nacionales y en ese sentido, en ese vaciamiento del que tanto se jacta, también entra el cine. El cine es una industria derramada, que no solo da trabajo a los que hacemos cine, sino que se derrama a muchísimas industrias y producciones. Pero a este vaciamiento lo vivimos todos.
-En este hacer a pesar de todo, hay al menos dos proyectos tuyos: El daño y Los pakis. ¿En qué estado se encuentran?
El daño es una película muy grande en la que trabajo hace mucho tiempo. Estoy a la espera de que en algún momento se diseñe la producción. Los pakis es un juego de supervivencia entre amigos que nunca se sabe hacia dónde va a ir. Pero ahora estoy en una etapa de escritura de un libro: se trata de una novela. Cada tanto, abandono un poquito el cine. Aunque más no sea in poquito.
-El lunes 27, pocas horas antes de tu viaje a Rotterdam, te presentás junto al grupo Mondongo (Juliana Laffitte y Manuel Mendanha) en un encuentro llamado “La mesa de trabajo”. Si pudieras espoilear parte de esa conversación te preguntaría ¿de qué se trata el encuentro?
Es una conversación entre amigos. Inclusive con Juliana hicimos un poemario. Me invitaron a tener un encuentro con ellos para hablar sobre el acto creativo. Me interesó particularmente el tópico de la mesa de trabajo, porque los veo trabajar, veo cómo crean sus obras. Siempre se está pensando en el momento de la realización, algo que me pasa también con las películas, en el momento del rodaje o cuando se concibe. Esa mesa de trabajo es muy rica, porque incluso de ahí salen muchas ideas, aunque luego quedan para futuras obras.
-Entre el cine, la literatura, la cultura y la política, material y alegóricamente, ¿de qué se compone hoy tu mesa de trabajo?
¡Ay! (Suspira) Es una pregunta muy difícil. En principio siempre estoy trabajando varios proyectos a la vez, como ya es poco sabido (Risas). Mi mesa de trabajo en general está llena de libros, siempre estoy como investigando varios temas en paralelo.
Vengo trabajando con algo alrededor de lo monstruoso. Inclusive en ¡Caigan las rosas blancas! hay cierta impronta o idea alrededor del cine de vampiros. También hay otros materiales alrededor del sonido, que se meten a través de distintos materiales. Eso, para definirlo a grandes rasgos. Y después hay cuestiones que tienen que ver conmigo: un montón de miedos, inseguridades y osadía. Y siempre una cierta preocupación social alrededor del lenguaje.
Julia Montesoro