Director, guionista y productor, Héctor Olivera recibirá el doctorado Honoris Causa de la Universidad de Buenos Aires en la segunda edición del FIC.UBA -que se celebrará desde el miércoles 16 hasta el martes 22-, coincidiendo con los cincuenta años del estreno de uno de sus títulos icónicos, La Patagonia Rebelde.
-¿Qué representa que la Universidad de Buenos Aires haya reconocido tu filmografía, que abarca más de veinte películas como director y medio siglo de actividad ligada al cine?
Supongo que tiene que ver con las múltiples actividades que desarrollé en distintas áreas de la cinematografía; desde pizarrero, como jovencito, hasta productor, distribuidor, director y autor de varias películas; entre ellas, las mejores de Fernando Ayala y de Adolfo Aristarain.
También tiene que ver con haber estado en actividad con la empresa Aries, que aun sigue en actividad y en buenas manos -no las mías-, en este momento. Además, haber terminado con la realización de 120 y pico de largometrajes. Que tuvieron características muy distintas: hubo películas testimoniales, dramáticas, cómicas; más populares o elaboradas. Aries Cinematográfica, la empresa que fundamos con Fernando Ayala, fue muy diversa en su producción. Hubo películas populares que nos permitieron hacer otras más riesgosas desde el punto de vista del público.
–¿Cómo evaluaban ustedes ese riesgo?
Es un misterio. Es muy difícil asegurar el éxito o el fracaso porque hay razones por las cuales uno no piensa por qué el público llega al cine. En cambio, hay otros títulos que por ahí son rechazados al público.
-¿En qué momento de tu vida te encuentra este reconocimiento? ¿Cómo te llevás con el paso del tiempo?
Me llevo un poco mal. Tengo 93, cumplidos este año. Y es un año fatídico desde el punto de vista de los ojos, porque tengo una doble maculopatía que no me permite leer el diario, la revista, un guion o una novela. Ni hablar de la letra chica de la computadora.
Por otro lado hay algo que parece menor -aunque no lo es-, y es que me he achicado unos 12 cm. y bajé unos 20 kg., cosa típica de los nonagenarios. Eso significa que me tengo que comprar todo un vestuario nuevo porque la ropa me queda enorme.
-¿Extrañás el cine?
Lo extraño. A veces vuelvo a la imagen de los mejores momentos de Aries. Y pienso que es una lástima no seguir a cargo. Eso era cuando trabajábamos con Luis Sandrini, Jorge Porcel y Alberto Olmedo o la saga de Argentinísima. Todas esas películas eran directamente elegidas para el público y realizadas para tener un éxito de público. Creo haber entendido el negocio cinematográfico sin bastardearme. Porque si una película no cubre su costo es un riesgo, pero si hacés cuatro que no andan, te fundís. Entonces es mejor que haya una línea de producción que sea segura y que te permita hacer cosas más arriesgadas temáticamente.
-¿Creés que el cine actual puede mantener esa línea de producción segura?
Te confieso que no sabría qué película hacer. Ni aquellas que me quedaron colgadas. El negocio cinematográfico, particularmente el del cine argentino, está muy difícil. Por ahí uno antes hacía una película que calzaba perfectamente con los gustos de los distribuidores de Latinoamérica y España y tenía un éxito doble. Hoy es muy difícil.
-Parte de lo que no pudiste hacer como director, que era el proyecto Carmen, cautiva y fortinera, lo plasmaste en tu primera novela, que se publicó el año pasado. ¿Qué pasó con aquel proyecto?
Nada. Durante el gobierno macrista se lo llevé a un ministro. Pero pasaron dos meses y no me contestó. Hablé con la secretaria y me dijo que le parecía raro, pero que se iba a interiorizar del tema y me iba a llamar. Pasaron dos meses más y no tuve respuesta. Entonces hablé con un funcionario amigo y me confió que nadie se quería meter con el tema de los mapuches en Neuquén. Evidentemente, la película estaba focalizada en esa cuestión.
Me dio pena de que la trama de la película no fuera utilizada. Por eso retomé el tema en la novela. La historia trata sobre un capitán que se relaciona con una cautiva y fortinera, antes hija de un pionero del campo. Agregué la historia de un personaje fundamental de esa época que era Julio Argentino Roca, como pariente del capitán. Se aprovecha la novela para describirlo como un buen estratega militar, que llegó a la Presidencia de la Nación gracias a sus políticas y estrategias, que generaron la grandeza de Argentina por más de medio siglo.
Julia Montesoro