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DIRECCION EJECUTIVA: JULIA MONTESORO

«Simón de la montaña» y «Cómo ser Pehuén Pedre», en San Sebastián: «El foco de la búsqueda consiste en cómo se construye nuestra identidad»

Federico Luis entró al Festival de San Sebastián por la puerta grande: por partida doble. Y en todo momento estuvo junto a sus dos actores fetiche, Toto Ferro y Pehuén Pedre, consolidando una cofradía inseparable. En Horizontes Latinos se ha proyectado su primer largometraje, Simón de la montaña. Y también participó en Zabaltegi – Tabakalera con el cortometraje Cómo ser Pehuén Pedre, algo así como la plataforma de preparación del largo. 

La idea original procedió del propio Pehuén Pedre a partir algo que le sucedió con Federico Luis, cuando le incitó a tratar de obtener un certificado de discapacidad como el que él tiene, para ayudarlo para realizar un viaje que tenía planeado pero no podía llevar a cabo. Pedre se ofreció a ayudarle a conseguirlo por el método de la imitación. Aquello no llegó a producirse en la realidad, pero sí dio lugar al corto, en el que los actores Lorenzo Ferro y Agustín Daulte se prestan al ejercicio de ensayar con Pedre el modo en que deben comportarse para ser convincentes a la hora de conseguir el certificado de discapacidad.

El certificado no apareció nunca, pero de allí surgieron las dos películas, que dialogan mucho entre sí. Simón de la montaña cuestiona la capacidad humana a partir de relaciones personales. Simón es un joven de 21 años, con una relación familiar complicada, que hará todo lo posible por no perder la amistad y confianza de sus amigos a cualquier precio.

El título del corto, Cómo ser Pehuén Pedre, parece remitirse al propósito de Simón de la montaña, que refiere al cruce de identidades, al cruce de roles. ¿Está pensado así?

Federico. Sí. Justamente es lo que tratamos de investigar a través de distintos caminos o herramientas. Pusimos el foco de la búsqueda en cómo se construye nuestra identidad; la de las personas de la vida real y de los personajes. Y cómo entre ellas se pueden afectar, modificar, interrumpir. Ese es el corazón de la aventura. Y también lo más divertido de jugar y de actuar. Nos dio una excusa para que al mismo tiempo que podamos pensar y sentir, además podamos jugar, acercándonos a la actuación desde un lugar libre.

-También desdramatizando el concepto de discapacidad. ¿Asumían el riesgo real caer una caricatura o llegar inclusive al límite con el bullying?

Toto. El riesgo que tomamos nosotros es que el cine trata el tema de una manera muy distinta. No queríamos caer en películas más clásicas, como (A quién ama) Gilbert Grape. Es muy bueno el trabajo de los actores, pero no dejan de estar caricaturizados. Fede quería introducir la idea de metacine, donde él es el director, pero al mismo tiempo Pehuén me dirigía a mí. Que no exista tanto la idea de director. El riesgo allí era que Pehuén se sintiera mal cuando alguien estaba frente a él actuando. Por suerte no ocurrió.

Federico. Me pareció muy interesante ver el límite de la intersección entre la moral y la actuación a través de las emociones de Toto. Porque más allá de que yo pudiera proponer juegos o ideas, él lo tenía que hacer.

También se dio en las relaciones personales: yo con Pehuén había pegado una buena relación por haberla empezado con más tiempo. En cambio, Toto fue llegando desde la actuación, desde el trabajo. Pero hubo un momento -que para mí demuestra el valor de Toto como actor y persona-, en donde en vez de seguir en piloto automático, haciendo las cosas sin cuestionarse y sin preguntarse cómo se sentía, dijo que no estaba pudiendo liberar su actuación. Curiosamente, el primero que manifestó sentirse extraño fue Toto y no Pehuén. Todo el tiempo pensaba en el riesgo de estar incomodando a Pehuén haciendo una caricatura. Cuando él dijo eso fue un momento para sentarnos, frenar, apagar la cámara, dejar el mecanismo del ensayo y hablar sobre cómo cada uno ve este tema y pensar juntos la idea de representación. Fue hermoso y muy liberador. Desde ese momento se activó una nueva instancia del proceso, la última y definitiva.

-Pehuén, ¿asumías el riesgo de una caricatura o de una interpretación equivocada? Por otro lado, ¿afrontabas tu propio miedo frente a la cámara?

Pehuén. En otro momento de mi vida -perdón que lo diga así-, a Toto le hubiese metido una piña (Risas). Uno va creciendo y entiende que a veces la actuación, sobre todo en cine, lleva a no caricaturizar, sino a comprender cómo uno se mueve y cómo actúa. Al fin y al cabo, la vida es una actuación: me siento actor en la vida y en la película.

-¿Actor de antes o eras vendedor ambulante, tal como expresás en Cómo ser Pehuén Pedre?

Pehuén. Ambas (Risas).

-Esa idea de contar que Pehuén fue vendedor ambulante, de mostrar fotos supuestamente familiares de Toto Ferro o cuando Toto le pregunta a Pehuén si está haciendo bien el rol de simulador, ¿es parte de ese juego donde lo que se muestra nunca deja de ser una representación?

Federico. Yo venía trabajando en los cortos con personas que no eran profesionales de la actuación, que se acercaron desde un lugar desprevenido o intuitivo. Por eso sentía que me iba a costar mucho trabajar con actores profesionales. Tenía la curiosidad de acercarme a esas herramientas o usarlas de una manera que fuese nueva para mí. Siento que en esta película yo descubrí la actuación. Por el tiempo que llevó a hacerla y por la profundidad con la que conseguimos dedicarle al asunto. Y lo pude hacer solamente porque encontré en Lorenzo a alguien que me hacía animarme a preguntar, a pedir, a equivocarme, volver a intentar y tener el tiempo para estar dentro de esa búsqueda hasta encontrar algo que fuese de una solidez tal que me diesen ganas de  filmarlo.

En el corto, si bien los tres actores me resultan increíbles, me pasaba con Pehuén que prendía la cámara y sentía que era cine. No veía la actuación. Y a Toto lo vi completamente transformado en un personaje de ficción en la película. Ese es el gran recorrido que hicimos juntos.

-En algún modo se advierte que no deja de ser una mistificación. O una mirada superadora de no tomarnos tan solemnemente algo que no deja de ser una película.

Federico. Me estoy dando cuenta ahora de eso y no es algo que había pensado. No es un plan que se ejecutó, sino que es una revelación posterior y que surge a partir de mostrar la película y ver cómo eso afecta a los espectadores. El espacio que viene a ocupar esta película llena el vacío entre las que trataron de acercarse a la diversidad mental o física desde un aspecto más académico, solemne o con un exceso de respeto que termina transformándose en una barrera para acceder.

En otro extremo, quizás no tan concientemente, fuimos encontrando el tono de las escenas, el color y las emociones que tratamos de dibujar con las actuaciones y con la idea de guion. El título sugiere de entrada que puede ser vista como una película de ficción, como un cuento. Que pueda ir en contra de la idea de que los actores neurodivergentes solamente actúan de sí mismo.

El trabajo de Pehuén o de Kiara (Supini) son igual de complejos y profundos y tan separados de su yo como el que hizo Toto. El título de la película propone entrar, como cuando uno ingresa a una fábula o un cuento. Eso favorecía la posibilidad de leerlo como una composición y no como un documental.

-La película no hace una mirada moral ni busca ser didáctica, sino que propone un juego donde todos están en un mismo plano. ¿Qué te interesó de esa propuesta?

Toto. El primer guion que me llegó era completamente de otra película. Se fue transformando mucho hasta el día de la filmación. A mí me tiene que estar gustar lo que leo, pero antes que eso me interesan las personas. Y a mí me interesó Fede. Me gusta conocer personas en la vida por la que estoy dispuesto a saltar al vacío. Uno como actor y como persona que le interesa el mundo tiene que buscar en los demás esa sensación de poder amar a alguien hasta el extremo. No importa que sea por un período de dos meses o cinco años. Me interesó las ganas de decir algo de Fede.

-Es otro riesgo también porque se supone que un actor hace un corte emocional al concluir un proyecto. Se formó un grupo divino, pero lo dejaste de ver porque estás automáticamente pasando a otro proyecto. ¿Quedás involucrado en los trabajos anteriores?

Toto. Sí. Los papeles se van más rápido, pero quedo muy involucrado con las personas. Por ahí conozco a una persona que se gana mi corazón y pienso en ella todos los días de mi vida. Como Fede ahora o Luis (Ortega) en su momento. El poder del cine consiste en encontrar el amor en el equipo.

Tampoco considero que soy un actor que termino una película y me tengo que meter en otra. No tengo tantas cosas esperando. Prefiero esperar a que aparezcan las personas que están dispuestos a ser amadas antes que las películas que están dispuestas a ser hechas.

-En el corto, Pehuén le tomaba examen a los actores y además les marcaba la forma de ser como él. ¿Estaba así marcado el papel? ¿O fluyó ahí espontáneamente en ese trabajo?

Pehuén. En parte estaba, pero hubo preguntas que fui marcando yo. Fue muy importante la colaboración de los dos actores, porque uno cuando no es actor uno se complica, se pone nervioso.

-Hay preguntas que se van repitiendo en determinada circunstancia, como ¿sabés cocinar? ¿Sabés hacer la cama? Aparecen en el corto y en el largo, que tal vez para sacar un certificado son preguntas reales que aparecen en los exámenes.

Pehuén. Se lo preguntan a tu acompañante para saber si lo necesitás.

Federico. Me parece interesante esta disolución de las identidades… El texto fue hecho de una manera muy rápida, como un garabato, a mucha velocidad. Lo que más importaba no era el resultado, sino el experimento. Eso nos dio la libertad de que no tuviésemos un método y que pudiésemos estar abiertos a descubrirlo y dejarnos sorprender por lo que nos pasaba a nosotros mismos en ese momento.

-¿El corto era un casting?

Federico. Era un experimento. Esta especie de personaje que dirige, que hizo Pehuén, fue encontrado por los dos en el camino. Yo lo dirigía a él dirigiendo y en un momento él empezó a sentirse cómodo en ese lugar y se empezó a soltar y a hacerlo solo. El resultado es que hay momentos en donde es una cosa y momentos donde es otra. Ni yo me acuerdo ahora qué parte dije yo, qué parte dijo Pehuén, quién inventó cada cosa. Se transformó en un corto después porque lo vio Manu Abramovich. A él le pareció que, independientemente del ejercicio, podía ser una obra terminada e independiente.

No fue un casting porque no tenía como objetivo definir un actor para un rol, sino entender algo que estaba como más profundo. Las personas iban a ser esas dos. Llegué a pensar que Agustín también iba a actuar en la película. Después por los rumbos que tomaron las cosas, no fue así. Al mismo tiempo fue armándose la relación entre estos dos personajes. Necesitaba que fueran solamente dos en este duelo para concentrar más la energía.

-Hay una diálogo entre Toto y su madre, en el que ella le dice algo así como que está “raro” y él le contesta: “¿raro cómo?”. Simón de la montaña es una comedia rara. ¿Rara cómo?

Federico. Cuando la empecé a ver en festivales entendí que muchos momentos son de comedia. Es otra de las cosas que jamás pensamos. Nunca fue planteado como «acá va venir un chiste» o un giro de comedia. Termina sintiéndose así porque nunca la encasillamos en un género; no hubo búsqueda ni intención. Cada escena fue empezando a gustar por cosas distintas.  

-Redefinir el género en Simón es como debatir si Romeo y Julieta es una comedia. Otra de las situaciones que desacomodan al espectador.

Federico. Sí, totalmente. Eso también surgió muy intuitivamente. No me acuerdo ni dónde salió esa discusión de si Romeo y Julieta era comedia, tragedia o teatro infantil. Pero en ese momento el personaje se pone a discutir su propia identidad, cómo lee y se relaciona con la historia. Se tiñe un poco como algo más trascendental o filosófico y no es otra cosa que una discusión en una camioneta entre dos personas que van a trabajar en un flete.

-Simón, si se pudiera decir que es raro, ¿raro cómo?

Pehuén. A una persona con discapacidad, que mueve un poco la cabeza, le falta un brazo o tiene Parkinson la ven como rara. Lo que no se entiende es en relación a qué.

-En las dos películas se borran los límites de lo supuestamente normal. Por ahí escuché a Federico planteando que hay que redefinir el concepto de discapacidad.

Pehuén. A mí me gustó más hacer el corto que la película porque me dejó entrar más a mi mundo. Si me das elegir prefiero ser como soy que como es Fede o como es Toto, a quienes se le dice estereotípicamente normal. Ese es el estereotipo.

-Hegemónicamente normal…

Federico. ¿Y por qué no te podrían incomodar tus aspectos hegemónicos? También es una pregunta posible. Una pregunta incómoda. Me parece increíble lo que dice Pehu. La película juega también a eso, con cada uno desde su lugar. Busca ese camino de acercarse y ver las virtudes del otro, independientemente de cuál sea la condición de cada uno. Parece que es donde nos fuimos encontrando.

A mí me gustaría preguntarte ahora, como dijiste que te gustó más filmar el corto que la película, ¿te gustó más ver el corto o la película?

Pehuén. Me pareció muy raro, porque me gustó más ver la película que el corto (Risas). El corto lo había visto hace como dos años. A Simón de la montaña lo vi en San Sebastián el día de mi cumpleaños y al lado de mi madre, a quien hace tres años no veía.

Después vimos juntos ¿Cómo ser Pehuén Pedre? y me puse nervioso porque cuento cosas muy privadas. A la saluda tuvimos una charla y me dijo que no le gustaron algunas cosas verlas. Capaz por eso me gusta más Simón de la Montaña.

-¿Te gusta más la ficción que el documental?

Pehuén. ¡Claro!

Norberto Chab / Desde San Sebastián

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