Tomas Gómez Bustillo estrena el jueves 15 su primer largometraje Crónicas de una Santa Errante, una coproducción entre la productora independiente Plenty Good de Estados Unidos y Tomás Medero de Argentina, con Mónica Villa en un rol protagónico excluyente.
Estrenada mundialmente en el festival de SXSW, en Austin, recibió el premio Adam Yauch Hörnblowér a la mejor película. Además obtuvo tres nominaciones a los Film Independent Spirit Awards a Mejor Ópera Prima, Mejor Primer Guion y Mejor Fotografía.
La historia gira en torno de Rita (Mónica Villa), una devota cristiana que tras encontrar en los depósitos de la Iglesia local una estatua perdida, que podría pertenecer a la Santa Patrona del lugar, llamada coincidentemente Santa Rita, planea una ingeniosa treta que podría permitirles la simulación de un milagro.
Completan el elenco Horacio Marassi, Pablo Moseinco, Iair Said y Dahyana Ruth Turkie.
-En algunas entrevistas señalaste que tuviste una infancia muy condicionada por la religión. ¿Cómo fue el proceso para utilizar la religión como trasfondo de tu primera película?
Es verdad: me críé en una familia muy, muy católica. En la secundaria fui a un colegio católico. De hecho, estuve en un grupo misionero en mi adolescencia. Eso me permitió viajar al pueblo donde se filmó la película: fui allí todas las vacaciones, en verano y en invierno hasta los 20 ó 21 años, cuando me empecé apartar de la religión.
Finalmente, no soy más católico, pero me quedó un sentimiento de cariño, por ese pueblo y esa gente.
Pero a decir verdad, la religión no es la temática principal de la peli, para nada, sino las personas y su comportamiento cultural dentro de la religión. No me interesaba mucho abordar las religiones en sí, sino cómo se comporta la gente dentro de ese lugar y cómo aflora su humanidad dentro de ese ámbito. Busqué concentrarme en la gente y también en las mezquindades que podría llegar a tener el personaje principal.
-¿Tus propias vivencias fueron fuente de inspiración para esta historia?
Y…sí: tenía 17, 18 ó 19 años e iba a este pueblo. Las únicas que se interesaban en hablar con los misioneros eran las señoras mayores, generalmente viudas, porque los hombres estaban laburando en el campo. La gente joven trabajaba en los grandes centros urbanos más cercanos del pueblo.
Tuve muchísima interacción con este grupo demográfico, que yo sentía como muy lejano. Muy pronto, en las conversaciones que tuve compartiendo mates y tortas fritas, me di cuenta de la humanidad común que tenés con esa gente. Por ahí es muy distinta en la superficie, pero en lo humano somos muy parecidos. Esa revelación marcó muchísimo.
A la hora de escribir usé mucho de mis vivencias, de mis observaciones, del mundo y de la competencia dentro de las capillas, algo que es muy gracioso. También puse mucho de mí mismo -de mis mezquindades y mis falencias-, para tratar de darle autenticidad a Rita, componiendo ese personaje a través de algo que yo conozco.
–Crónicas de una santa errante combina elementos del misticismo y la fe con el humor absurdo y el tedio cotidiano. ¿Hay un quiebre deliberado entre lo formal y lo lúdico?
¡Es una muy buena pregunta! No veo como algo antagónico lo formal y lo lúdico. Se puede ser formalista y lúdico. Usé muchas referencias de realismo mágico latinoamericano, o sea de Gabriel García Márquez, un referente gigante. Pero también de Borges: aunque no es estrictamente realismo mágico, es un gran formalista que al mismo tiempo es increíblemente lúdico. Te das cuenta que el tipo está mandando fruta a diestra y siniestra sin ningún problema, porque se esconde en el formalismo. Me parece divertido jugar con ese supuesto antagonismo y encontrarle la vuelta para que no sean tan diferentes esos elementos.
-Hay también un cruce entre lo sobrenatural y lo real en la película, ¿esto fue apareciendo en las sucesivas reescrituras o lo planeaste así desde el comienzo?
Eso sí que estuvo planteado desde el principio. El planteo que me fascinó de la peli desde el vamos era qué pasaría si mi personaje principal se muere en la mitad de la película y su ego se muere en el final. Con una película dividida por la mitad: en la primera está en esta realidad y en la segunda está en su capa fantástica, superpuesta a la realidad. No te vas a un mundo distinto, sino que descubrís una capa nueva por encima (o por debajo) de la realidad que ya conocías.
Ese planteo estuvo desde el principio. Lo que fue variando en las distintas escrituras y el registro en el cual iba a quedar.
-Y también hay un jugueteo con lo irónico. Un cierto humor…
El absurdo es el tipo de humor que más me divierte porque justamente hay algo de ironía y lúdico en el absurdo. Es encontrarle el sinsentido a lo que normalmente pensamos que tiene sentido. Pensé mucho en Aki Kaurismäki y una peli uruguaya espectacular que se llama Whisky (Juan Pablo Rebella, 2004), que es una peli lindísima y también tiene mucho del absurdo.
-Mónica Villa está revalorizada en el rol protagónico con su composición de Rita, una devota misteriosa que a su vez deja entrever su deseo de trascendencia. ¿Cómo fue la búsqueda y el trabajo con ella?
Lo de Mónica fue lo más milagroso de la peli. Cuando empecé a compartir el guion con mi DF, Pablo Lozano, él me preguntó si había pensado alguna vez en ella. Le contesté que sí, pero que no sabía si nos iba a dar bola. La veía inalcanzable.
Él me dijo que había ido a la Universidad e hizo un curso con su hijo. Le pidió su contacto, me lo pasó, la llamé y le hice como un pitch, contándole dos minutos de la peli. Y se interesó. Así, como un llamado de telemarketing, porque le apareció de la nada un pibe. Le dije que le mandaba el guion y algunos cortos para que fuera chusmeando. ¡Y lo leyó esa misma tarde! Me dijo que estaba interesada y ahí empezó este trabajo increíble.
Como primer director, como ópera prima, tener a Mónica fue increíble. Ella podría haberse quedado ahí, en un rol como de actriz con toda la experiencia del mundo, marcando la cancha, pero no fue así. Ella me abrió las puertas a su proceso. Me hizo sentir como su par. Hice un aprendizaje enorme viéndola trabajar, descubriendo qué tipo de notas le podía dar a una toma. Encontrando la sutileza que tiene. A quien le decís dos palabras y te cambia una sutileza que transforma la escena.
-¿Qué le aportó ella a Rita? ¿Hubo algún tono, actitud o gesto que ella dijera que Rita tenía que tener?
Totalmente. Mucho más que en las palabras. Mónica es muy buena con su trabajo con el cuerpo. Es su instrumento principal. Ella me decía que creía que Rita caminaba, respiraba o manejaba su cuerpo de determinada manera. Me mostraba un cuerpo que cargaba mucha presión. Encontré por primera vez en carne viva a Rita, más que en el texto. Vi un cuerpo, una actitud frente a la vida. De las muchas cosas que trajo, Mónica aportó eso: en la manera que respira, que habla, que se dirige a los demás o que mira al mundo. Fue mi gran aprendizaje.
-¿Ensayaron mucho tiempo antes? ¿Cómo elaboraron al personaje?
En los ensayos hablamos más de ciertas escenas puntuales, buscando clarificar lo que estaba sucediendo, lo que quería ella en esa escena. Hicimos un ensayo particular para escenas que me preocupaban, como la del estornudo. Para descubrir cómo lograr que se sienta más o menos real.
Es una escena en la que los dos están estornudando al mismo tiempo. Fue un ensayo muy divertido, sin cortarle la “fisicalidad” y la dinámica entre ellos. Lo lindo del cine es lo que cobra vida en el rodaje, que es distinto a lo que uno espera. Uno va tratando de encauzar lo que está sucediendo en vez de bloquearlo. Fue muy lindo también ver cómo de los ensayos al rodaje, en cada toma, fue evolucionando su caracterización.
-La película se exhibió en Austin y en Huelva, ante dos públicos totalmente muy distintos. ¿Qué percibiste en ambas presentaciones?
En Austin estuve muy nervioso porque era nuestro estreno. Se me hace difícil pensar qué percibía en detalle, porque era una bola de nervios. En esa semana simplemente mi preocupación era que la gente no se fuera en la mitad de la peli, cuando sucede algo que es muy radical. Una de mis mayores preocupaciones era que no se levanten y que la pasaran bien. Que se rieran y la disfrutaran.
Huelva fue el primer encuentro con un público hispanohablante. Ahí también fue un descubrimiento. La película funciona a otro nivel porque es en castellano y en un país con un pasado y un presente muy anclado en la tradición católica. Creo que se capta un nivel de detalle distinto al de otros públicos. Espero que pase lo mismo en Argentina.
Julia Montesoro