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Todo el cine y la producción audiovisual argentina en un solo sitio

DIRECCION EJECUTIVA: JULIA MONTESORO

Lisandro Alonso rodará «La libertad doble»: «Románticamente no estaría mal que sea mi última película y cierre el ciclo donde me inicié»

Lisandro Alonso tiene delante suyo el desafío de abordar La libertad doble, un proyecto inequívocamente emparentado con su ópera prima (La libertad, 2001), en tanto recurrirá a su mismo protagonista, el hachero Misael Saavedra y utilizará recursos técnicos similares.

El proyecto obtuvo una subvención del World Cinema Fund del Festival de Berlín, lo que implica un avance para el desarrollo del mismo. El reconocimiento sucede poco después de su primera muestra retrospectiva argentina, llevada a cabo en marzo último en la sala Leopoldo Lugones y del estreno de Eureka, diez años después de su película anterior, Jauja.

-¿En qué medida este apoyo contribuye a la realización del proyecto?

El apoyo consiste en un dinero en euros, pero más que nada es un aval –en este caso, europeo- que permite que otras instituciones entren también a coproducir la película. El apoyo despierta interés. Generalmente a partir de allí aparecen avales de Francia, Alemania o España, donde el proyecto encuentra, de alguna manera, novio o novia.

En principio hay un socio adquirido, ya que para recibir los fondos internacionales hay que tener un productor local. En este caso, me tuve que asociar con un productor alemán para poder acceder a ese beneficio.

Escribí la película con Juan Méndez y empecé a buscar financiación, como hago usualmente con las películas que produzco, desde Argentina en Europa: se presenta el guion para ver qué tipos de avales se puede conseguir.

-¿De qué trata La libertad doble? ¿Cuál es el origen del proyecto y cuánto tiene de saga de tu primera película?

¡Es una buena pregunta! Todavía no lo tengo bien claro, pero puedo intentarlo (Risas). Me gustaría darme el gusto de volver a trabajar con Misael Saavedra, que es el hachero con quien trabajé en mi primera película, La libertad, hace 25 años. Con la misma estructura de producción con que fue rodada, en el mismo lugar y con el mismo equipo técnico. La película tuvo ocho técnicos, hubo diez días de rodaje y se usaron 54 latas de material Kodak de 35 mm. Fue un presupuesto muy, muy pequeño.

Después, en las siguientes películas, fui adquiriendo un poquito más de presupuesto. La última que hice (Eureka) fue la más grande: tuvo cinco productores internacionales y más presupuesto que todas las anteriores juntas.

Por las condiciones de rodaje y diferentes factores propios de la producción, fue un proyecto tedioso. Entonces opté por volver por la satisfacción de disfrutar un rodaje y juntarme con la gente con la que quiero filmar en Argentina, en la provincia de La Pampa. De hecho, en estos días estoy en el campo donde filmé esa película. Si se mantiene el plan original, tenemos previsto filmarla a fin de año.

-Más allá del apoyo del World Cinema Fund, tenés el proyecto encaminado.

Generalmente, una vez que empiezo un proyecto, hasta que no lo termino, me cuesta abandonar el barco. Además, lo voy a hacer especialmente porque me da mucha satisfacción. ¡Lo extraño!Por más que hablo cotidianamente, o cambio mensajes con Misael, el protagonista, me gustaría volver a filmar con él y darle un abrazo, con la excusa de volver a filmar La Libertad II después de casi 30 años.

-Con lo que implica exponer allí el paso del tiempo.

Obviamente, hay factores que han cambiado, tanto en la vida de él como la mía, en el mundo y la Argentina que vivimos. Me gustaría también involucrar eso y hablar también de la situación que vivimos actualmente en Argentina. Al personaje de Misael no le cambia tanto, pero hay otros factores que van a aparecer en esta segunda parte de la película que atañen a otros momentos de la vida adulta de cada uno de los personajes.

-¿Quizás más el aspecto social de la historia o del entorno?

Especialmente en sus relaciones más personales, que implica afrontar y hacerse cargo de otras demandas que agreden la libertad que él tenía de joven. Cómo se hace cargo de seres queridos y a la vez ver si tiene las herramientas y si el Estado lo ayuda a llevar adelante esa tarea y cómo lidiar con eso que se le vino encima.

-Este es un año muy especial para vos, en tanto en marzo último se llevó a cabo un ciclo retrospectivo de tu obra por primera vez en la Argentina. ¿Qué significado le das a este reconocimiento?

Me da un placer enorme. Sin pecar de arrogante, me han hecho bastantes retrospectivas fuera de Argentina. Pero que me hagan una en el país es una satisfacción muy especial. Además, en una sala que yo quiero mucho: de hecho, filmé una película en el Teatro San Martín. Fue muy emotivo ver mis películas y dialogar con el público en la Sala Lugones. Tampoco es que tengo 120 mil años, pero fue una grata experiencia ir hacia atrás con mis películas.

-¿Qué ves cuando volvés a ver tu obra?

¡Demanda mucha energía! No vengo a llorar porque soy muy afortunado: tuve mucha suerte en los lugares y los momentos que estuve para poder financiar mis películas y hacer las que yo quiero. No las que me demanda no sé quién, sino las que quiero y de la manera que creo que hay que llevarlas adelante.

Siempre cuento con un equipo de amigos y técnicos y profesionales fieles que también cree en la propuesta. Más allá de que no sabemos muy bien qué va a terminar ocurriendo, vale la pena develar la intriga.

-¿Qué te entusiasma del concepto de una producción reducida como idea de querer volver a las fuentes?

Tengo ganas de volver a las fuentes. De aquí en adelante va a haber mucho material para filmar en Argentina. No solo en Buenos Aires. Eso me llama la atención. Cuando empezó a plantearse lo que se conoció como el nuevo cine argentino estábamos en crisis. Bueno, desde que tengo uso de razón estamos en crisis (Risas). Pero en el 2000/2001 había una crisis social muy grande. Muchos cineastas colegas empezaron a filmar el resultado de las conclusiones políticas de turno.

Este es un momento rico también, para ver dónde nos llevan los micrófonos y las cámaras y tratar de acompañar desde el lado que a uno le toca, con todo lo que está pasando alrededor nuestro. Al menos en donde uno quiere poner el acento, su cuerpo y su sensibilidad, que en este caso es cinematográfica, audiovisual. Me atrapa curiosear este momento, con los mismos elementos que lo hice hace tantos años y ver qué puedo hacer con esas herramientas.

-Casi simultáneamente se estrenó tu nueva película, Eureka, después de casi una década sin filmar.

Si. No sé si fue una elección sino una coincidencia de factores en contra de la producción de la película. Tardamos tres años en lograr filmar seis semanas, pero el proyecto lo demandaba porque se filmó en cuatro países: Portugal, España, México y Estados Unidos.

En el medio nos agarró diferentes estadíos de la pandemia y en distintos países. Cada parte del rodaje demandaba un equipo técnico nuevo, con nuevos protocolos en las fronteras y visas. Hubo que acomodar la agenda de mucha gente diferente para poder salir adelante y también esperar cuestiones climáticas que cada lugar demandaba, sea invierno o verano.

También tuve la suerte de filmar con algunos actores profesionales de renombre, como Viggo Mortensen o Chiara Mastroianni. Pero también en las películas que filmé hay actores de comunidades indígenas, o reservas indígenas, que no están familiarizados con el mundo de hacer una película. Eso demandó más tiempo, por lo que me hizo previamente viajar a mí a Oaxaca (México) o Pine Ridge, en Dakota del Sur (Estados Unidos), con antelación, te diría de años, para lograr cierto vínculo con las personas que yo quería filmar y para que acepten o abracen el proyecto. Para que no sea una obligación a cambio de dinero, sino que también les dé un poco de placer o le genere curiosidad saber de qué iba la película.

-En abril último, en Los Ángeles, expresaste la posibilidad de que La libertad doble sea tu última película. ¿Responde a un plan concreto o a un estado de ánimo, acentuado por la crisis del cine?

Me cuesta tomar decisiones. Románticamente no estaría mal que así sea, porque podría cerrar el ciclo con el que inicié mi carrera, con el mismo protagonista y paisaje, veintincinco años después. Y no sé si va a ser por así, por cómo está el cine en Argentina y a nivel internacional. Es difícil filmar y yo también tengo otras prioridades personales.

Poner la cabeza en filmar demanda mucho tiempo, por más que sean películas que a lo mejor no son para un público mayoritario. Demanda la misma energía que una película comercial o al menos a mí: la película que quiero filmar requiere el mismo tiempo que la de un director comercial o que tiene un éxito más amplio que el que puedo tener yo. Tardé diez años en hacer mi última película. Diez años que le puse cabeza y cuerpo. No es que me esté tirando autoelogios, pero se necesita cierta tenacidad para no abandonar el barco a mitad del camino y cambiar de kiosco.

Hasta ahora me considero exitoso, de alguna manera, porque cada película que hice me abrió la puerta para poder hacer otra. Eso para mí es enorme, no solo en Argentina, sino en cualquier parte del mundo donde alguien dedique la mitad de su vida profesional a llevar esta actividad adelante.

Julia Montesoro

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