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Todo el cine y la producción audiovisual argentina en un solo sitio

DIRECCION EJECUTIVA: JULIA MONTESORO

Tatiana Mazú González, premiada en Marsella: «Apoyar solo el cine comercial es perder la riqueza cultural del debate y la construcción de memoria»

Todo documento de civilización, de Tatiana Mazú González, tuvo el mejor estreno mundial posible: ganó el Premio Internacional Georges de Beauregard, el segundo en importancia en la Competencia Internacional de la 35ª edición del Marseille International Film Festival – FIDMarseille, que se llevó a cabo en junio último.

El documental se aferra al caso de la desaparición forzada de Luciano Arruga, un adolescente torturado y asesinado por la policía de Buenos Aires, realizando un examen clínico crítico, diseccionando minuciosamente las huellas del crimen de Estado. “La realidad es una fosa común de múltiples capas; esta película, un proceso de excavación”, escribió la directora.

-¿De qué trata Todo documento de civilización, estrenada mundialmente en Marsella?

Es una película que transcurre enteramente en el cruce de las avenidas General Paz y Emilio Castro, en el límite entre capital y provincia, entre el partido de La Matanza y Mataderos, mi barrio, a tres cuadras de mi casa. Este cruce de avenidas es el espacio donde hacia el año 2009 fue visto con vida por última vez Luciano Arruga, desaparecido y asesinado en democracia por la policía bonaerense. La película hace una suerte de excavación poética en ese espacio. Va cruzando y hace un abordaje de ese espacio y de las memorias que, de alguna manera, existen silenciadas en un espacio de tránsito cotidiano como es ese. La va cruzando con los relatos de la mamá de Luciano y se abre hacia otros universos que quizás tienen que ver con la cuestión de pensar el futuro de los adolescentes en los barrios populares de nuestro país. También con la posibilidad de construir esos futuros a través de, por ejemplo, la literatura, el cine o la organización en la lucha colectiva.

-¿Cómo se fue configurando el rompecabezas de la película, que empezó a rondar por tu cabeza hace una década? ¿Cómo fue mutando hasta el resultado final?

Fue literalmente hace una década porque comenzó hacia 2014, que es cuando después de muchos años de lucha, la familia encuentra el cuerpo de Luciano enterrado como NN el cementerio de la Chacarita. Justo me estaba mudando donde vivo ahora, que es una casa familiar, en la cual mi familia materna vivía desde 1965.

Fue muy fuerte comenzar a pasar a diario por un espacio que tenía silenciada esta violencia. De alguna manera necesité hacer esta película para poder vivir donde vivo.

En un comienzo fue un cortometraje; era una película corta, más puramente observacional del espacio. Pero no fue suficiente. El contacto cotidiano con este espacio, con este relato, con estas memorias, hicieron que la película creciera y se transformara.

Comencé a grabar las conversaciones con la mamá de Luciano y eso habilitó un imaginario político y poético que fue necesario desplegar. Entonces, se fue transformando también en esto: en una película que es de alguna manera una conversación.

En esas conversaciones con la mamá de Luciano, además de conversar en relación a la violencia estatal y policial, empezó a surgir el cariño y el interés que tenía Luciano por la literatura de Julio Verne. Eso me abrió un universo muy hermoso en términos estéticos y políticos para la película, porque tenía que ver con cuestiones vinculadas a la literatura y a la construcción de poder imaginar otro futuro juntos.

Eso habilitó a que la película empezara a cruzarse con otros universos que tienen que ver con la infancia, con el trabajo de material de archivo, con la ciencia ficción. El tiempo le permitió a la película ir mutando, creciendo y leudando diez años después.

Todo documento de civilización demandó diez años de la idea inicial al estreno. ¿Pensaste que el proyecto podía abortar? ¿En qué circunstancia tomó su impulso definitivo?

Hubo un momento en que estaba haciendo tres películas a la vez: Caperucita roja, Río Turbio y ésta. Por un instante estuvieron los tres proyectos abiertos y este era el que todavía no tenía financiamiento. Entonces, se iba haciendo más de a poquito.

Una vez que estrené las otras dos, a mediados de 2020 -también en Marsella-, nos pusimos finalmente con Manuel Embalse, compañero y compañero del colectivo Antes Muerto Cine a editar el material. Ocurrió en ciertos tiempos de desempleo pandémico.

Eso nos permitió llegar a un primer corte de la película en un momento inesperado y reconectar con el material, que tuve guardado casi tres años en un disco. Pero estrenar Río Turbio y cierto recrudecimiento de la violencia policial que se vivió durante las cuarentenas me hizo reconectar con el proyecto.

Llegamos a ese primer corte. Aun montado desde algo más intuitivo, fue lo que me permitió luego escribir un proyecto y presentarlo al Instituto de Cine, que fue finalmente la forma en la que se fue financiando, gracias a los ahora inexistentes fondos públicos para desarrollos documentales.

Luego estuvimos trabajando casi tres años de manera intermitente hasta que el año pasado ganamos la competencia del Work in Progress del Festival de Mar del Plata. Eso nos dio el último empujón de recursos que necesitábamos para poder terminarla.

Las instancias de financiamiento público fueron medios fundamentales, pero de todos modos también fue muy fundamental que la película no la hice yo sola el colectivo que formo parte, Antes Muerto Cine, que es un espacio de trabajo colectivo, cooperativo y comunitario. Que también hace que podamos sostener proyectos tan largos en el tiempo, rodeados de un tejido sensible y de amistad que nos apúntala cuando caemos.

-Tu cine es documental y político. Coherente con tu forma de pensamiento. Esa misma coherencia te permitió expresaste ante la audiencia al ganar el premio con respecto a la actualidad del cine argentino. ¿Qué cuestiones te interesan y te preocupan sobre este momento y sobre el futuro del cine y de la cultura?

Me es imposible desligar el futuro del cine -y de la cultura-, del futuro en general de nosotres como habitantes y como trabajadores de este país.

Personalmente estoy triste, angustiada, embroncada. Es un momento que cuesta, como comenté cuando ganamos el premio. Casi 80 años de derechos ganados, de distintos sectores como las mujeres, las disidencias, los trabajadores, los jubilados, proyectos ambientales y todo tipo de aspectos a los que soy sensible y que tienen que ver con el estar juntes en este mundo, están siendo terriblemente atacados.

Pero son los ciclos de la historia. Llegamos en este momento por una cantidad de cosas que sería muy extenso de analizar, pero creo que es momento de unirnos y de enfrentar esto que está sucediendo.

Yendo específicamente a la cuestión de cine, es una película hecha enteramente con financiamiento público, además de nuestros aportes, más el cariño y afecto de hacer cine. Pero actualmente la mayoría del equipo técnico y creativo de la película está desempleada. Por poner un ejemplo concreto. ¡Incluso yo! Después de dos semanas de trabajo ya no tengo más nada.

Entonces, la situación del cine es que podemos estar estrenando internacionalmente una película, con un premio muy importante como este, para lo que es el cine documental y quizás no sabemos cómo pagamos el alquiler el mes que viene.

Está la cuestión laboral, que ocurre con mucha gente. Y por otro lado, lo que significa el cine en términos de memoria, construcción de la memoria histórica, de identidad y de preguntas sobre la realidad que nos rodea.

Por ahora, el INCAA está literalmente paralizado y congelado. No hay ningún tipo de apoyo y cuando se abra… ya se estuvo diciendo desde la nueva presidencia del Instituto que el cine que se va apoyar es un cine de carácter netamente comercial. Si se venían estrenando 200 películas al año, se estrenarán muchísimas menos. Eso para mí es pérdida de la riqueza cultural del debate, de la construcción de memoria y de puntos de vista. ¡Eso es lo que me interesa del cine!

Julia Montesoro

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