Desde el 6 de agosto, Néstor Frenkel dictará el taller De cerca nadie es normal – Cine documental, antropología lúdica y coso en el Centro de Extensión Profesional de DAC, en modo online.
Simultáneamente, el jueves 25 estrenó en el cine Gaumont su más reciente documental, Después de un buen día, sobre una exitosa familia de artistas y una improbable familia ensamblada, contada a través de lo que para algunos es la peor película argentina de la historia (Un buen día, estrenada en 2010) y para otros, objeto de devoción. También se exhibe en el Malba y el Centro Cultural San Martín.
-Es muy atractiva la idea de asistir a un taller en el que puedas volcar tus experiencias y tus conocimientos. ¿Sobre qué ejes temáticos vas a plantear el curso?
No lo planteo de modo sistemático, como si fuera una clase, sino que es un taller de análisis de proyectos. Los postulantes vienen con alguna propuesta y desde allí se trabaja sobre las falencias, debilidades y potencias de cada persona y cada proyecto y en qué momento está. Se arma una combinación interesante: algunos solamente tienen una idea, otros tienen avanzado el rodaje y otros casi están de un primer armado final.
En esa situación los proyectos se retroalimentan. No es tanto porque yo lo proponga, sino que abro juegos para que se arme entre todos, acentuando una dinámica que permite compartir problemáticas y encontrar la fuerza.
-Con tu experiencia en la realización audiovisual, ¿hay alguna mirada propia que te interese darle a los asistentes al taller?
Trato de cuidarme de eso. Naturalmente hay cosas que me acercan más, pero no me interesa la idea de generar una escuela o buscar que los documentales tengan un estilo parecido a lo que yo supuestamente hago. Busco encontrarle a cada uno su fuerza y su lenguaje, inclusive en cosas que yo jamás haría. Trato de entender lo que quiere el otro, no de generar clones de mis documentales, que se parezcan o que se vea como una escuela de documentales.
-¿Qué características en común tienen los asistentes?
La experiencia me permite dar cuenta de que hay instancias que se repiten: hay un momento en el que uno cree que lo que tiene para hacer es una maravilla; después siente que es malísimo, que es muy difícil; luego se cree que ya lo tiene listo y le falta.
Me interesa compartir la experiencia, porque hace 20 años que vengo haciendo cine y lo atravesé varias veces. Eso me da un lugar para poder guiarlos: decir en qué momento están, hacia dónde ir, qué potencias y debilidades encuentro. Viendo en el otro lo que desea más que lo que a mí me interese, para que cada persona encuentre su propia voz.
-¿A quiénes está dirigido el taller?
La propuesta es abierta. La selección se hace tratando de combinar gente con un poco más de experiencia y otra con menos; que tengan estudios de cine y que vengan de otras ramas como la filosofía, la música o del periodismo. Siempre que un proyecto interesante y haya algo original y también sentir que hay algo con lo que trabajar.
A veces pasa que viene gente con una idea muy chiquita, pero que tiene un germen interesante. Otros vienen con una idea muy grande, pero tan trabajada y avanzada que no le hace falta nada. No se selecciona por el tema, categoría o calidad, sino por la posibilidad de que el proyecto sea aprovechado.
-Por el perfil de los proyectos presentados, ¿hay alguna temática en particular que se destaque?
Siempre terminan girando alrededor de los ejes clásicos. Lo que está apareciendo mucho más es lo relacionado con la virtualidad, la inteligencia artificial, las conexiones a distancia y lo artificial. Es un tema de la época y claramente se está apareciendo para ser documentado: aparecieron varios proyectos con esas temáticas. Después, en general, siempre aparecen historias del pasado, más políticas o mucho de historia familiar. Es algo llamativo, porque en los últimos años cada vez hay más.
-¿Por qué creés que se acentúa el interés por contar historias familiares?
Esta generación fue filmada desde chicos. Entonces hay mucho material de archivo. Esta época también trajo mucho de la literatura del yo, del documental en primera persona. No es algo que particularmente me interese, pero obviamente lo puedo ver y ayudar a que alguien desarrolle un proyecto en esa línea. Trato de ser bastante abierto y no tomar solamente cosas que tengan que ver con lo que me gusta.
A veces uno siente que alguien está tratando de inscribirse en una moda, estilo o en una escuela de “así deben ser los documentales”. Tampoco es exclusivo del documental, porque pasa en la literatura o en el teatro. Cada vez veo más teatro donde no hay ficción y casi no hay actuación, sino que es gente que está contando. No es la actuación en primera persona, sino la vida puesta ahí como el teatro documental. La pandemia aceleró la necesidad de dejar un registro claro de que existimos. Creo que por el pánico que tuvimos todos a morir en masa.
-Mañana estrenás Después de un buen día”. ¿En qué te en qué te inspiraste y de qué trata?
Es un documental sobre la película Un buen día. Y es todo lo contrario a ciertos documentales que se están haciendo sobre películas exitosas. Esta es justamente la historia de un gran fracaso. Pero no de cualquier fracaso, porque perduró en el tiempo y el tiempo hizo que se revalorice de otra manera. Cosechó un enorme grupo de fans que se constituyó como grupo, como comunidad y generó un montón de cosas. ¡Hasta hicieron una película homenaje!
De alguna manera esa historia provocó este documental, en el que cuento quiénes son los que hicieron aquella película, qué pasó en ese momento y después, con todo lo que despertó. Pongo esos elementos en el documental para tratar de entender por qué pasan las cosas que pasan.
-Desde el humor, además, que es una característica de tu cine.
Sí, hay mucho humor. Y lo que pasa en la sala es realmente fuerte. La gente está muy agradecida. Y marcando que en estos momentos tan horribles que estamos pasando, agradece mucho que se ríe un rato y que pasa algo que tiene que ver con el humor, el amor y la esperanza. Ahora que son épocas muy oscuras, la película es un estímulo.
Julia Montesoro