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DIRECCION EJECUTIVA: JULIA MONTESORO

Tomás Lipgot estrena «Semillas que caen lejos de sus raíces»: «Casi todos mis documentales están centrados en el retrato humano»

Tomas Lipgot estrena el jueves 6 su nuevo documental, Semillas que caen lejos de sus raíces, en el Cine Gaumont y en el Cine Municipal Select (La Plata). El documental propone indagar la singularidad de los migrantes chinos y la multiplicidad de experiencias que vivencian actualmente en Argentina. Estos relatos presentan de manera íntima y reflexiva la encrucijada entre ambas culturas, acercándonos a quienes viven el conflicto de la identidad y el apego cotidianamente. Participan Yinyin Liu, Gustavo Ng, Qian Ma, Eva Blanco, Federico Chang, Teresa Yuan y Ana Kuo.

-Semillas que caen lejos de sus raíces tuvo su estreno mundial en el Bafici. ¿Qué película viste allí, al verla por primera vez con público en pantalla grande?

Me sorprendió. Me canso mucho de las películas durante el montaje, porque las veo muchas veces y después no quiero saber nada. Me cuesta tener una visión fresca. Pero también se ve allí el fruto del rodaje, todo lo que se trabajó.

Cuando empezamos a trabajar con el montajista era tan bueno el material que pensábamos que se bancaría dos o más horas de película. Aún así duró 65 minutos, porque uno va aprendiendo también a ir hacia la raíz, a lo esencial. Algo que es de la cultura china y que tomé un poco en los títulos.

Quedó una película coral. No sabía si eso iba a funcionar bien o no, ya que era una propuesta arriesgada y una forma de filmar distinta a mis trabajos anteriores. Había algo de experimental en el abordaje. Pero a la gente le gustó y los protagonistas se sintieron bien retratados, así que estoy contento.

-La pregunta no es original: ¿por qué ponés el foco sobre la inmigración china? ¿Qué rasgos encontrás allí que te interesan retratar?

Fue un error, una confusión. Y a esas cosas le presto atención. Yo estaba de viaje en China presentando un documental, cuando arrancaba la pandemia. Tenía una entrevista con la cónsul. Me confundí y abrí mal una puerta: en vez de ir a la oficina de ella había una familia numerosa de chinos haciendo los trámites de migración. Después me enteré que era “nuestros” chinos. La vuelta migratoria que hacen me pareció alucinante.

A eso hay que sumarle mi interés personal por la cultura china, el taoísmo, el budismo. Me dije que tenía que hacer algo.

Llegé pensando en esa vuelta migratoria que hacen casi todos los chinos que trabajan en los supermercados. Es el chino más conocido y estereotipado a nivel audiovisual.

Me puse a investigar y encontré un grupo que no tenía nada que ver con esa imagen de chino de supermercados. Estos eran intelectuales, con otro perfil y me pareció muy interesante tener otra visión. En el cine argentino siempre había dos lugares que se repetían: el supermercado y el Barrio Chino. Me pareció bueno aportar por otro lugar.

-¿Cómo aparecieron los personajes?

A partir de este grupo de amigos. Los personajes se conocen entre sí, se juntan con argentinos, comen asados. Y por otro lado hay una historia de un chinito que juega al fútbol y que quiere ser futbolista profesional. Se está entrenando acá en Argentina para jugar en China. Se dio de una forma bastante fluida.

-¿La aparición de estos personajes te cambió el eje original?

El eje fue mutando. Inicialmente un personaje que trabaja con los chinos que recién llegan iba a ser protagonista, porque los ayuda con el idioma y a traducir. Los chinos venían con la mujer embarazada a tener hijos acá, para tener los papeles. Entonces ella le daba un lugar de mucho amparo. Pero eso no se dio, ni prosperó porque es muy difícil filmar cuestiones muy íntimas y cerradas. Entonces, me di cuenta de que ese personaje no iba a tener la fuerza para ser protagonista. Y terminó quedando todo equiparado, como una cuestión más coral, aunque no fuese la idea del principio.

Y me gusta, porque hay un tema en común que es la identidad y el cruce de culturas. Lo van a hablando distintos personajes y en el fondo es como un discurso único, que los interpela a todos.

-Dice la reseña de la programación del Bafici: “En sus últimas películas parece ir con especial énfasis en busca de la transparencia del mundo, la dedicación de las personas para hacer la vida mejor, más amigable y dichosa”. ¿Hay una mirada humanística en tu obra?

La gente del BAFICI me quiere mucho y se le va la mano (Risas). No sé qué decir sobre lo humanístico, porque lo humano es muy complejo. Incluye lo oscuro, lo destructivo y lo luminoso. Pero puede ser que esté posando la mirada en personajes que buscan trascender a cierto estado de decadencia o de malestar que hay en la cultura, el cual es muy evidente.

Es algo que quiero aportar. Tal vez sea eso.

-Ese elemento común en tu obra es tu sello de autor.

Sí, sí, puede ser. O es mi obsesión, aunque trato de correrme. Tengo proyectos que van por otro lado. Pero hay una búsqueda de lo que implica el fenómeno humano o de la experiencia humana. Casi todos los documentales están centrados en el retrato humano. Aunque no me dedico mucho a pensar mi obra. Me cuesta ponerme en ese lugar, me da un poco de pudor.

-Hay una constante en retratar personajes anónimos, seres singulares, pero también con esa mirada luminosa.

Hay algo que me conmueve de eso, del ser humano que lucha, aporta y no se queda en un estado de comodidad. Algo intuitivo, energético. No podría decir cómo lo hago. Estoy en esa búsqueda. Quizás también lo busco para mí mismo. Y además busco captar personajes que funcionen a nivel audiovisual. Si no funciona porque no tiene el carisma suficiente o la pregnancia para protagonizar un relato no puedo avanzar. Es una búsqueda que tiene que ver con el oficio… Es más: en el BAFICI me pusieron en la sección Trayectoria, o sea que ya me están por jubilar (Risas).

Semillas que caen lejos de sus raíces, más allá de estar protagonizada por integrantes de la comunidad china, tiene una mirada puesta en la identidad. ¿Hacer la película te hizo revisar tu propio origen?

Sí, por supuesto. Yo lo expuse en distintas películas mías. Uso un seudónimo que es mi apellido al revés. En esta película también estoy usando mi apellido original, que es Gotlip (originalmente proviene de Gottlieb). Parece medio esquizofrénico porque está el director y el guionista que es Lipgot y el productor que es Gotlip. Pero me pareció que la mejor forma es integrarlo, porque yo soy esas dos cosas: uno que inventé con esa identidad y otro que traigo desde la cuna.

-¿Con Gotlip tenés deudas pendientes?

¿Vos te referís a hacer algo con eso? ¿Un documental? No. Ya hice Moacir y yo, el documental del ‘yo’ o la autorreferencialidad. Me parece un exceso. No, no es de interés y es una cuestión más mía. En ese punto, el proceso de este documental me pegó. Hay una frase que usaba Gustavo, uno de los protagonistas: “Un árbol para dar frutos tiene que hundir sus raíces”. No hay forma de que dé fruto, si no hunde sus raíces. Bueno, eso me alentó para este proceso.

-¿Cuál es el camino de una película que se estrena en un momento incieerto?

Estrenamos en un contexto rarísimo. No hace falta decirlo, pero hay un estado de las cosas muy grave. A nivel país, económico y político, pero en particular en el cine. Por supuesto que es un momento emocionante: es un nacimiento con mucho esfuerzo atrás. Pero viene acompañado de una desazón muy grande con lo que está pasando con el INCAA, la actividad y con la gente desocupada.

Pero como dije en el Bafici, nosotros seguimos creando. Es un golpe muy duro que estamos sufriendo, pero la cultura no va a desaparecer.

Julia Montesoro

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