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DIRECCION EJECUTIVA: JULIA MONTESORO

Fallecimiento del director y escritor Edgardo Cozarinsky (1939-2024)

El escritor, dramaturgo, cineasta y actor Edgardo Cozarinsky, ganador del Premio Hispanoamericano de Cuento Gabriel García Márquez, falleció a los 85 años, según se conoció en la mañana del domingo 2.

Descendiente de inmigrantes judíos ucranianos que llegaron a la Argentina desde Kiev y Odessa a fines del siglo XIX, nació en Buenos Aires en 1939. En 1974 se traslada a París, donde residió durante quince años, hasta que decidió volver a la Argentina y reemprender allí su trabajo cinematográfico.

Escritor además de cineasta, publicó ensayos (sobre Henry James, sobre Borges y el cine) y volúmenes de ficción. Entre ellos, La novia de Odessa (2001) y El rufián moldavo (2004) y En el último trago nos vamos (2018), por el que ganó el premio que otorga la Fundación García Márquez.

Después de una adolescencia pasada en cines de barrio viendo programas dobles de viejos films de Hollywood y leyendo ficción en español, inglés y francés (autores preferidos: Stevenson, Conrad, el Henry James de los cuentos), estudió literatura en la Universidad de Buenos Aires, escribió para revistas de cinéfilos de la Argentina y España y publicó un ensayo temprano sobre James, derivado de una tesis: El laberinto de la apariencia, libro que más tarde suprimió.

Aproximadamente entre 1970 y 1974, un pequeño grupo de amigos, que ellos mismos denominaron Underground con un interés común: por una manera distinta de ver el cine y de asumirlo radicalmente que los diferenciaban tanto de la industria tradicional como de los otros grupos contemporáneos. Además de Cozarinsky estaban allí, entre otros, Miguel Bejo, Rafael Filippelli, Hugo Gil, Bebe Kamin, Edgardo Kleinman, Néstor Lescovich y Julio Ludueña. Sobre esa época Bejo repetía una frase de Filippelli acerca de las películas que les gustaban: ‘Si eso es cine entonces lo que nosotros hacemos debe ser otra cosa’.

En 1999 Cozarinsky pasó un mes en un hospital de París con una infección en un disco, y durante esa internación le diagnosticaron un cáncer. En sus propias palabras, oyó una campana que le ordenaba no perder más tiempo: «siempre me pensé escritor, pero no me animaba a publicar o a terminar lo que empezaba». Fue en el hospital donde escribió los dos primeros cuentos de su libro premiado, La novia de Odessa. Desde esa fecha, su obra literaria desplazó a la cinematográfica y empezó a publicar «todos los libros que no me había atrevido a poner en la página», sobre todo ficción pero también ensayos y crónicas. Muy pronto se consagró como un escritor importante tanto en español como en los muchos idiomas a los que fue traducido.

Dirigió 23 películas y fue guionista de otras 19.

Su primera película, (…), fue realizada casi de manera clandestina para evitar la censura de la dictadura militar. Exhibida por primera vez en el Festival de Cannes de 1971, fue candidata a la Mejor Película en el Festival del Museo de Arte Moderno de Nueva York y en el Festival de Festivales de Londres.

No fue expuesta públicamente hasta 2012.

Deliberadamente episódica e inconexa, trata sobre un sacerdote (Jorge Álvarez) que busca algo, que resulta ser un deseo homosexual reprimido que puede ser real o una proyección de su sexualidad. Antes de llegar a su clímax anticlimático, este sacerdote anónimo se topa con una chica bonita (Marcia Moreto), una pareja burguesa (Ernesto Schoó y Niní Gómez), un general loco (Roberto Villanueva) y la presencia perpetua de la Iglesia católica en la vida cotidiana argentina.

Entre el equipo que aplaude y abuchea los pronunciamientos de un actor que pasa de militar nacionalista a empresario capitalista («¡Mierda, Brasil es tan grande!»), la narración de un documental de Calcuta aplicada a imágenes de Buenos Aires alrededor de 1970, una cena lynchiana en la que el plato principal es una muñeca que llora y una ceremonia eucarística en la que se dispensan pastillas anticonceptivas codificadas por colores en lugar de pan, se tiene la sensación de que el anticlericalismo y el amor al cine («¡Pausa!») son pilares de «(…)» tanto como su política de identidad homosexual y su aprecio por el movimiento cultural en Argentina a principios de los años 70.

Ya en Francia, rueda títulos como Les apprentis sorciers (1977), con Dennis Hopper, su amiga Marilú Marini o el cineasta chileno entonces exiliado Raúl Ruiz.

A su retorno en la Argentina filma Guerreros y cautivas (1989), con Dominique Sanda, Federico Luppi y Leslie Caron. Entre otros títulos, rueda Crepúsculo rojo (2003, con Marisa Paredes); Ronda nocturna (2005, Gonzalo Heredia, Moro Anghileri, Rafael Ferro); Nocturnos (2011, Esteban Lamothe y Marta Lubos) y los documentales autobiográficos Apuntes para una biografía imaginaria (2010) y Carta a un padre (2013).

En 2020 durante la pandemia estrena dos títulos.

Uno es Edición ilimitada, codirigido con Santiago Loza, Virginia Cosín y Romina Paula, estrenado mundialmente en la sección Horizontes Latinos del Festival de San Sebastián. Participan Edgardo Cozarinsky, Ezequiel Fernandez Sasso, Juan Manuel Casavelos, Alan Cabral, Katia Szechtman, Rafael Otegui, Cynthia Edul, Mía Miceli. Es un encuentro cinematográfico de cuatro escritores que también son actores, directores, docentes y dramaturgos. Esta multiplicidad de oficios en relación con la palabra es el punto en común de los cuatro episodios que componen el film. Cuatro historias, cuatro protagonistas: dos hombres, dos mujeres que reflexionan, de diferentes maneras, sobre la escritura, la lectura, el choque generacional y el proceso creativo.

El otro es Médium, documental sobre la pianista Margarita Fernández, a quien Cozarinsky conocía desde 1974. Pianista, performer, docente, está en plena actividad a los 93 años de edad. La forma del film que le dedica es la del retrato, enfocado desde múltiples ángulos, un calidoscopio que registra y pone en contraste distintos momentos del presente y del pasado, del trabajo y la vida imaginario de la artista. En el centro está su relación con la música de Johannes Brahms, el compositor que tocó en su primer concierto. Pero también, con el correr de los años, se ha interesado en la música contemporánea e interviene asiduamente en performances de creaciones experimentales. Su deseo es ahora explorar la “tierra de nadie” entre música y teatro.

En 2023 estrena Dueto, codirigido y coprotagonizado con Rafael Ferro. Dueto es un proyecto que surgió bajo la sombra de la pandemia. La idea fue dejar una huella, durante el confinamiento obligado, de cómo surgió y se afirmó esa amistad entre dos hombres muy distintos, unidos en la pasión por la lectura. En esos meses Edgardo estaba dedicado fundamentalmente a escribir, Rafael filmaba, a veces con celular, otras con cámara. De allí que elegimos la construcción por fragmentos fuera de toda cronología, mezclando recuerdos y presente, imaginación, archivos de un viaje en busca del budismo y filmación en el campo argentino. En el montaje, un año largo, fue tomando forma una primera parte más bien liviana, y una segunda in crescendo cada vez más grave y visceral.

Además de Buenos Aires y Francia, filmó en ciudades como Budapest, Tallin, Róterdam, Tánger, Viena, Granada, San Petersburgo, Sevilla y la Patagonia argentina, siendo sus obras parte de los más prestigiosos festivales como Cannes, Rotterdam, San Sebastián, Venecia, Cinéma du Réel y la Berlinale.

Como director cuenta con numerosos títulos, tanto en cine como en vídeo. Sus preferidos son La guerre d’un seul homme (1981), Guerreros y cautivas (1989), Le violon de Rothschild (1996), Fantômes de Tanger (1997), Crepúsculo rojo (2003) y Ronda nocturna (2005).

Tanto su filmografía como su obra literaria se mueven en un terreno poco definido entre la realidad y la imaginación. Para Cozarinsky, las fronteras entre el documental y la ficción pura son tan tenues que no duda en saltárselas continuamente, creando en el espectador una sensación diferente.

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