Cecilia Kang ganó Premio Astor Piazzolla Especial del Jurado en la Competencia Internacional del Festival Internacional de Cine de Mar del Plata por su documental Partió de mí un barco llevándome.
En el conmocionante largometraje, que también obtuvo el Premio del Público, una joven integrante de la comunidad coreana en Argentina sufre una crisis de identidad luego de leer una serie de relatos de mujeres que fueron secuestradas y convertidas en esclavas sexuales del ejército japonés durante la Segunda Guerra Mundial.
El documental recupera testimonios para hablar sobre cómo repercuten la Historia y los mandatos sociales en la vida de las mujeres de la colectividad coreana en Argentina, desde la perspectiva de una joven estudiante de actuación (Melanie Chong) quien, a partir del acercamiento a correspondencias, se permite reflexionar sobre la comunidad en la que vive, y de esa manera entender más sobre las tradiciones de su pueblo y sobre su propia historia familiar.
-Te tocó subir dos veces al escenario y en las dos oportunidades, acompañada por tu equipo. Ya sabemos que el cine es una creación colectiva. En el caso del origen de Partió de mí un barco llevándome, ¿el proyecto fue individual o también colectivo?
Todos mis proyectos son de entrada colectivos. Pueden empezar desde una idea, un deseo. Pero si no tuviera a un otre, a una amiga o amigo al lado, compartiendo esta idea, nunca se haría realidad.
-El Jurado otorgó el premio “Por la construcción de un potente vínculo entre una búsqueda de identidad, una historia familiar y la violencia hacia las mujeres en Corea durante la guerra japonesa”. ¿Cómo llegó a vos ese tema tan doloroso y cómo fue el proceso y la decisión de convertirlo en una película?
Este es un hecho histórico que sucedió durante la Segunda Guerra Mundial. El ejército japonés secuestró a muchas mujeres de Asia, mayoritariamente de Corea del Sur y las utilizaban como esclavas sexuales. Utilizaban un eufemismo para llamarlas, que era confort women, “mujeres de consuelo”. No conocía absolutamente nada de esta historia a pesar de que soy hija de coreanos, quienes llegaron acá en los 80.
En 2013 tuve la oportunidad de viajar a Corea del Sur a filmar cosas de mi primer documental. En ese viaje fui a una charla que dio una de estas supervivientes. Ahí narró cómo la había secuestrado a los 14 años, la pusieron en un barco y la llevaron a un lugar que no conocía. Contó cómo la violaban 20 ó 30 veces al día, las mujeres que vio morir a su lado y todos los hechos atroces y horrendos que tuvo que vivir. No solo eso, sino también de la propia censura de la sociedad de la que era parte, que sufrió cuando volvió. Fue un testimonio que me quebró y me marcó en la vida: ver a una mujer anciana, que incluso tenía rasgos parecidos a los míos y que podría haber sido mi abuela, haber sufrido todo eso. ¡Hasta me daba vergüenza no saber!
Esa experiencia siempre me quedó resonando, pero no me animaba a empezar un proyecto porque era inabarcable. ¿Cómo empezar? ¿Cómo abordar ese dolor? ¿Cómo contar esa situación? Pero inevitablemente, como pasa en todas las películas, por más que uno no quiera o trate de escaparse al final te llega. Obviamente eso fue la catarsis que arrancó este proyecto. Justamente ese miedo, esa falta de coraje de no saber qué podía decir se volvió una especie de primera pregunta. La primera pregunta que nos hicimos con Virginia Roffo, que es la guionista y una gran amiga con la cual siempre trabajo, era cómo poder hablar de este tema, pero siendo nosotras y desde acá.
-¿Qué registros, relatos o personajes aparecieron en Argentina para que tomaras la decisión de que Partió de mí un barco llevándome fuese un documental?
Justamente, a partir de allí empezamos a preguntarnos cómo podíamos hablar de ese tema desde nuestra propia experiencia y a investigar. Es reloco que siendo argentina no tuviera mucha conexión con eso, pero al mismo tiempo había algo que me interpelaba muchísimo. Tiene que ver con mis propios orígenes, con la esencia cultural que tengo. En definitiva, se trata de explorar la identidad.
-En la construcción de Partió de mí un barco llevándome hay un personaje esencial que es Melanie Chong. ¿Cómo llegó a vos? ¿Cómo fue el trabajo con ella y cómo fue acompañarla en un viaje tan importante para ella y para su historia familiar?
Toda la película es ella. Lo digo y lo sostengo. En este proceso de investigación, teníamos una primera idea de película más discursiva. Queríamos convocar a jóvenes de la comunidad coreana y hacerlos encontrar con estos testimonios de sobrevivientes y ver qué sucedía. Conversar con ellos, ver cómo son sus vidas y cómo les afecta. En esa especie de casting que hicimos conocí a Melanie y a partir de allí la película tomó otro rumbo.
Lo que empezó siendo un trabajo de investigación se convirtió en un espacio de intimidad muy profundo. Viajar con ella a Corea fue una experiencia muy intensa. Llegamos con un guion y un plan de rodaje porque teníamos muy pocos días, pero teníamos una constante sensación de estar perdidas y maravilladas en un lugar desconocido. Fue una forma muy mágica y silente de atar cabos de ese entramado complejo e intenso que veníamos tejiendo.
Julia Montesoro