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DIRECCION EJECUTIVA: JULIA MONTESORO

Marcelo Subiotto, premiado en San Sebastián por «Puan»: «Mi personaje es una especie de Charlie Chaplin tragicómico»

Marcelo Subiotto celebró en San Sebastián su participación central en Puan por partida doble: por un lado, asistió a su estreno mundial en uno de los festivales más trascendentes del mundo; por otro, obtuvo la Concha de Plata a la Mejor Interpretación Protagonista (ex aequo con el japonés Tatsuya Fuji por Great Absence).

Dirigido a cuatro manos por María Alché y Benjamín Naishtat –quienes escribieron esta historia pensando en él, sin tener un Plan B-, Subiotto interpreta a un profesor de filosofía de la UBA que atraviesa un duelo y el desafío de un fuerte cambio tras la muerte del titular de cátedra de la materia que da: filosofía política.

-¿Qué te llamó la atención de Puan para aceptar esta propuesta?

María (Alché) y Benjamín (Naishtat) llegaron hace tres años a mi casa, en plena pandemia, con un guion. Yo no sabía de qué se trataba, pero allí encontré en ese personaje una especie de Charlie Chaplin tragicómico. Y ese universo me sedujo muchísimo. Porque era un desafío actoral atravesar un montón de situaciones de comedia, pero a la vez estar viviendo un duelo muy potente del personaje.

-Hasta este momento ¿cómo era tu relación con la filosofía?

Como todo actor, uno es curioso: me entusiasma la música y la lectura. Y en particular, también la filosofía. Cuando puedo hago algún curso o seminario, aun tocando de oído. Durante el rodaje, los textos se trabajaron asesorados por profesores de filosofía. El resultado fue un mensaje bastante claro a la hora de transmitir.

-Más allá de lo que te marcaba el guion, ¿cómo fuiste moldeando a este personaje, este profesor que tiene todo seguro y pasa algo que lo desacomoda?

Me gustaba mucho este tránsito o duelo que tenía que hacer del profesor que fue su mentor, pero que también fue parte de su familia, como una imagen paterna. Es como una reflexión filosófica preguntarnos qué hacemos acá cuando alguien muere. Bien o mal, es inevitable. A mi personaje, Marcelo Pena, le pasaba eso desde un principio. En la medida que va avanzando la película se da cuenta de todo esto que vos decías: que aquello que parecía seguro quedaba obsoleto. Y que ya no tiene movimiento. Aunque no lo ha visto, fue atravesando pequeñas muertes: la muerte del niño, la muerte adolescente, la muerte del joven. En la película, cuando muere alguien que le contenía ese entorno, se le desparrama todo.

-El hombre está viviendo un drama, pero al mismo tiempo está inserto en situaciones de comedia.

¡Sí, así es! ¡Absolutamente! Es como lo que cuentan sobre (Konstantin) Stanislavski, que cuando montó las obras de (Anton) Chejov, éste se enojó porque le dijo que había convertido en drama lo que escribió como comedia. Lo que no quise es mostrarle al público que iba a hacer una gracia, sino plantear las situaciones, sin perder de vista que estaba atravesando un duelo. El abanico de situaciones es muy grande: va desde dar clases en una escuela en un barrio carenciado a estar en una fiesta de una mujer de muchísimo dinero. Solo por ganar unos mangos más. ¡Era muy grande el abanico! Yo tenía que pensar cómo iba a enhebrar esa historia. Me parecía que siempre, por debajo, estaba la tristeza del duelo.

-La película tiene algo de profético cuando empieza a resquebrajarse todo: no solo la estructura de este profesor, sino la educación pública. ¿Estaba así desde el comienzo?

Sí. La película no se propuso contar algo que hoy estamos atravesando. Cuando vimos lo que habíamos rodado nos dijimos: “¡Ojo! A ver si esto pasa”. Pero no era nuestra intención. De todas maneras, nosotros tenemos una cuestión circular con nuestras crisis y lo que parece profético es algo que ya pasó en otro momento.

-¿Practicabas yoga antes de la película?

No. Ellos (por María Alché y Benjamín Naishtat) tenían la idea de poner al personaje en situaciones atípicas. No sé si practica yoga, pero sí que lee de cabeza (Risas).

-¿Cantabas tango?

Canto, hago algo de música… como todo actor. Uno va desarrollando pequeñas técnicas. El tango estaba desde el principio. ¡Lo trabajé! Porque había que cantarlo a capela. Y yo no soy cantante. Era importante estar seguro de lo que iba a hacer: no cantar sino la manera de expresar.

-¿Por qué este personaje elige ese tango en esta historia? ¿Qué significado le das a Niebla del Riachuelo?

Es un tango que habla de una nostalgia absolutamente porteña.  Pero también habla de algo que ya no es. Me parece que a lo largo de lo que transita el personaje toma conciencia de las cosas que ya no son y que él no las vio. Las sigue cargando en su mochila como los pesos muertos.

-Esa es la contradicción que tiene este personaje. En muchas de sus clases da unos ejemplos brillantes, de la interpretación de cuestiones de pensamientos filosóficos, pero sin embargo él no parece funcionarle de la misma manera. Incluso con su hijo.

Sí, sí. Él en el aula es el único lugar donde lo vemos pleno, luminoso. En la situación que le toca vivir, se quedó dormido, refugiado, asustado.

-¿Te inspiraste en alguien para crear estas situaciones?

No, pero observé mucho de los filósofos con los que trabajé. Los profesores del mundo académico tienen su particularidad. Intenté capturar determinadas particularidades de ese mundo para poder representarlas. Me di cuenta que tenía que pensar en lo que les hubiera pasado a ellos en estas situaciones en las que iba a entrar. Fue como entrar en su universo.

-Presentaste Puan en San Sebastián. ¿Cuál es la universalidad que se encuentra en la historia?

Hay situaciones de comedia que son universales. Pero también está el modo de atravesar ese duelo. Algo de lo humano que te hace empatizar con esa persona a quien se le va desarmando el mundo y a su vez va buscando una luz. En cualquier lugar del mundo, a cualquier persona, eso le puede ocurrir en algún momento de su vida.

Julia Montesoro

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