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Todo el cine y la producción audiovisual argentina en un solo sitio

DIRECCION EJECUTIVA: JULIA MONTESORO

Franca González, moderadora de una Masterclass de Lorena Muñoz el jueves 31 en DAC: «Hablaremos de cómo hacer cine hoy en la Argentina»

Franca González será la moderadora de una Masterclass que dictará Lorena Muñoz el jueves 31 en forma presencial en la sede de DAC. Se llevará a cabo de 18 a 20.30 hs, con inscripción gratuita en cepdac.org.

A mediados de agosto, además, anunció el final del rodaje de su documental Leo Vinci, cuerpo a cuerpo. La realizadora venía de obtener un trascendente reconocimiento: el 22 de julio, junto con Santiago Mitre, Ana Katz, Sebastián Borensztein, Lorena Muñoz y José Celestino Campusano, recibió el Premio a la Trayectoria concedido por DAC.

-¿De qué tratará la Masterclass que realizarán con Lorena Muñoz?

Vamos a tener una charla no solo sobre su obra, sino también sobre los modos de poder hacer cine en la Argentina, de directora a directora. También charlaremos sobre su forma de alternar entre ficción y documental y aprender un poco más de ella, de las cosas que la motivan a la hora de hacer una película y de cómo se las ingenia para poder llevarlas adelante con todo su talento y creatividad. Lorena también obtuvo el Premio a la Trayectoria de DAC. ¡Va a estar buenísimo!

-La convocatoria coincide con el final de un proyecto tuyo de larga data: tu nuevo documental Leo Vinci, cuerpo a cuerpo. ¿Qué encontraste en él para desarrollar esta propuesta?

Leo Vinci es un escultor de 92 años de profundo reconocimiento nacional e internacional, pero por sobre todas las cosas es una artista que cabalgó todo el siglo 21 y entró de un modo muy juvenil al 21. Digo juvenil porque a esta edad sigue subido a los andamios, martillando el bronce, intentando cada día crear algo nuevo, haciendo como una especie de carrera contra el tiempo para poder recuperar obras suyas que están desparramadas por el mundo.

Y había algo de fascinante en ese hacerle frente a la vida que me pareció que valía la pena. Así comencé a seguirlo, a visitarlo y a tener un registro de su modo de trabajar que para mí era muy particular.

-¿Qué representa Leo Vinci en el mundo del arte?

Leo todavía pertenece a esa generación de artistas del siglo 20 que tenían como ideal que la obra tuviese un contenido, un sentido, un por qué, un poder llegar al otro con un mensaje, sin necesariamente pasar a través de lo más figurativo. Es un artista muy comprometido desde lo social y lo político y al mismo tiempo, hoy trabaja sin perder sus comunidades en WhatsApp, sigues dando clases a un montón de gente.

Además está muy contenido por ese lugar que habita, ese espacio que comparte con su mujer, Marina Dogliotti, una escultora muy talentosa.

-¿Cómo fue el proceso del rodaje?

Empecé a filmarlo antes de la pandemia, en febrero de 2019. Después hubo un pequeño paréntesis que me sirvió mucho para poder escribir el proyecto, participar de unas clínicas de escritura documental, de guion documental con Gustavo Fontán y poder presentarlo al Instituto de otra forma, de un modo más orgánico y fuerte.

También por la misma edad de Leo y por las particularidades del proyecto se fue extendiendo en el tiempo.

-¿Cambió el eje narrativo a medida que aparecían nuevos testimonios o nuevos elementos?

La película se cuenta bastante a través de la cabeza de Leo. No era mi intención hacer un documental homenaje o donde la gente hablara de él. Por el contrario, quería narrarla a través de sus propios temas: su fantasía, sus recuerdos, sus miedos, las cosas que pasan por su cabeza mientras trabaja, mientras crea. Como toda persona mayor, con un peso muy fuerte de su pasado.

Pero hubo situaciones no previstas. Como cuando se vieron obligados a desocupar lo que fue el taller en el que convivió con el Grupo del Sur, conjunto de escultores y pintores que estaban en la contracara del Di Tella en los años 60. Allí se encontró con las cenizas de sus padres y empezó a elucubrar algo a partir del tema de qué hacer con las cenizas de lo que ya no está. Como en todo documental, se va modificando porque uno trabaja con la materia viva del mundo de lo real.

-Acompañaste estos últimos años de la trayectoria de Leo Vinci. ¿De qué forma quedó reflejado en el documental?

Previo a la pandemia, la idea de Leo era recuperar la mayor parte de sus obras que tiene desparramadas por el mundo: Estados Unidos, Europa, Rusia. Su intención era hacer una reproducción desde esa matriz, poder devolverles esa reproducción y quedarse con el original: la escultura es una de las pocas artes que pone en cuestión el tema de la originalidad, porque hasta la séptima reproducción de una misma matriz se consideran todas obras originales.

Era un trabajo titánico el que se estaba proponiendo de ir a buscar y quitar. Pero se pudo hacer en muy escasa medida porque se complicó todo el mundo a nivel de traslados. Y en este contexto hubo que cuidarlo mucho más a él. Creo que parte del secreto de que él pueda seguir creando cada día es que está muy contenido en ese espacio. Tantos viajes y trabajo hubieran sido muy difíciles de sostener.

-El final del rodaje del documental coincide con el Premio a la Trayectoria que te entregaron tus colegas de DAC. ¿En quién pensaste después de respirar hondo?

En ese preciso instante fue todo muy difícil. Yo no tenía mucha idea de lo que iba a decir. Además casi no voy a la ceremonia, porque desde el día anterior estaba con problemas digestivos. Estar ahí y poder mirar a la cara a mis compañeros y compañeras realizadores que habían elegido darme el premio fue muy potente y absolutamente impensado.

Pensé, por supuesto, en Carmen Guarini, una de las personas que más me ayudó a confiar en mí. Pero también en un montón de realizadoras que por ahora siguen desconocidas: tal vez este premio sirva para estimularlas a mostrar las cosas que hacen. A seguir adelante en el camino.

Julia Montesoro

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