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Todo el cine y la producción audiovisual argentina en un solo sitio

DIRECCION EJECUTIVA: JULIA MONTESORO

Desde el viernes 7, ciclo sobre Martín Rejtman: «Me interesa la reacción del público en el estreno y después no veo más mis películas»

Entre el viernes 7 y el domingo 9 se lleva a cabo en el espacio Arthaus el ciclo retrospectivo Humor y melancolía: el cine de Martín Rejtman, organizado por la plataforma de streaming y productora MUBI, con tres de sus películas en copias restauradas: Rapado, Silvia Prieto y Los Guantes Mágicos.

La programación se puede consultar en este enlace.

Además, el mismo viernes 7 se conoció la novedad de que una de sus dos películas terminadas, La práctica, competirá en la Sección Oficial del 71º Festival de San Sebastián (ver enlace).

-¿Qué te provoca el concepto de un ciclo retrospectivo de tu obra, en qué lugar de ponés cuando te proponen un ciclo que es a la vez un homenaje a tu trayectoria?

Desde hace tiempo se vienen realizando diversas retrospectivas de mis películas. Me suena raro, porque uno sigue haciendo películas y la idea de retrospectiva da la sensación de que son todas las películas que hizo un director. Pero como sigo filmando, se seguirán sumando a eventuales futuras retrospectivas (Risas).

En este caso, lo que organizaron MUBI y Arthouse es un ciclo con mis tres primeras películas, que son los tres largometrajes que hice en fílmico: Rapado 35 milímetros; Silvia Prieto en Super 16 (ampliada a 35) y Los guantes mágicos en 35.

Lo interesante es que son copias restauradas a 4K digitales que hicimos junto con el Museo del Cine. Fue un esfuerzo enorme para que se puedan seguir proyectando, porque las películas que se hicieron en fílmico hoy se pueden proyectar en pocos lugares.

-El DCP reemplazó a las latas.

Exacto. Con Rapado viajaba con la copia en la mochila de un lugar a otro. ¡Pesaba 35 kilos! Había hecho la posproducción en Holanda y de allí me fui a Francia en un tren con las latas. Y en los aviones había que intentar llevarlas a bordo y no en la bodega, por temor a que se arruine o se pierda. Viste que las valijas a veces se pierden… Por lo menos lo más valioso lo tenías con vos.

-Hablando de tus tres primeros largos, ¿volvés a ver tus películas?

No.

-¿No te gusta?

Prefiero. Es que uno las ve muchas veces cuando las hace. Primero estás muy en contacto con la historia cuando escribís el guión, cuando filmás, cuando ensayás, repetís las escenas, editás. Después ves la película completa cuando editás muchas veces antes de dar el OK, el corte final. Y después el sonido, la mezcla de sonido. ¡Ves la película miles de veces!

-Y en el estreno también.

Ahí una, dos, tal vez tres veces como mucho, porque me interesa ver la reacción del público. Especialmente verlas en distintos lugares si van a festivales. Después ya no las vuelvo a ver.

Ahora me engañaron un poco con la restauración de Silvia Prieto. (Risas). Fui a verla al laboratorio pensando que solamente iba a ver ciertas imágenes y me la pasaron entera con sonido.

-Silvia Prieto fue elegida en una encuesta muy reciente entre las 10 mejores películas de la historia del cine nacional. Modestia al margen, ¿reconocés tu aporte en la génesis del nuevo cine argentino, tres décadas atrás?

Sí, sí, lo reconozco. Obviamente fui y sigo siendo parte de todo eso que generó. Pero me parece medio absurdas esas encuestas. Me habían propuesto votar y no lo hice. Es poner a las películas en una condición que no tienen: cuál es mejor que otra, cuál va primera, cuál va segunda. Es un poco injusto con las películas. No se trata de una competencia deportiva: acá cada película tiene un valor individual, no hay una manera de medirlas, es todo muy subjetivo. ¿Entonces si juntás votos hiciste la mejor película? Parece un poco ingenuo. ¿La 18 es peor que la segunda? Es algo para entretenerse un rato, pero no debería tener ninguna importancia estar en esa encuesta.

-En todo caso son otras las cosas que te interesan cuando se habla de tu obra. Leí que cuando empezaste a hacer cine no te interesaba nada del cine argentino tradicional y concientemente -o no- te propusiste resetear la tradición a partir de Rapado. ¿Fue así?

Cuando empecé a hacer cine no me sentía conectado con nada de lo que se estaba haciendo en ese momento. Sí con algunas películas del pasado, como la obra de (Leonardo) Favio. Con algo del del pasado podía sentir cierta conexión, pero no con lo que se hacía contemporáneamente. No me interesaba nada.

Pero uno no puede hacer películas en una burbuja: hace películas en un contexto. Uno siempre es parte de una tradición, quieras o no. Entonces intenté hacer películas sin sentirme conectado con lo que se estaba haciendo. Por ejemplo: en el primer corto que hice, Doli vuelve a casa, prácticamente no hay diálogo y filmada en blanco y negro. Es una historia súper chiquita y no sabía muy bien cómo hacer para que los actores hablaran y me resultaran creíbles. Los diálogos en el cine argentinos en ese momento no me resonaban: me parecían de un mundo que yo no conocía. Entonces, intenté hacer películas con lo más cercano, lo más cotidiano y familiar. Pero al mismo tiempo de la manera más austera posible, como para ir encontrando lo que me servía para armar un lenguaje propio. Lo que todos queremos cuando hacemos obras es que tengan una voz propia original.

Después fui agregando elementos en cada película. Rapado la filmé en colores. Tiene un poquito más de diálogo y un poco de humor. Silvia Prieto tiene más humor y más diálogos todavía. De a poco fui intentando ampliar las herramientas y los elementos.

-El humor es un componente muy importante en tus películas, ¿no?

Sí, es lo que me estimula a escribir. Busco divertirme con lo que estoy haciendo. Generalmente me dan ganas de seguir escribiendo las escenas por eso.

Alguna vez intenté hacer una película que no tuviera humor. Era Dos disparos. Empecé escribiendo una primera secuencia en donde un adolescente encontraba un revólver en su casa y se pegaba a dos disparos y sobrevivía. Pensé “a partir de esto no voy a poder incorporar el humor a esta película”. Pero a medida que iba escribiendo se iban incorporando situaciones más cómicas. Terminó siendo una comedia. Va y viene de la comedia a otros géneros con menos humor, pero no pude evitarlo: siempre vuelvo a eso.

Mi intención era hacer una película que no tuviera humor… pero no pude.

-Después de Dos disparos (de 2014) y el cortometraje Shakti (de 2019) volvés a la dirección con dos películas casi simultáneas: el documental El repartidor está en camino y la ficción La práctica. Curiosamente, tus dos primeras películas filmadas fuera de la Argentina.

Había rodado otro documental, Copacabana, sobre la comunidad boliviana en Buenos Aires. El repartidor es el segundo. Lo empezamos durante la pandemia en Argentina y en Venezuela. Está filmado en esos dos países en realidad porque hace foco en los repartidores en Buenos Aires y cuando empecé a hacerlo, me di cuenta de que la mayoría eran venezolanos. Entonces pensamos en hacer una segunda parte de la película en Venezuela.

La práctica es un largo de ficción que filmamos el año pasado. La acción transcurre en Chile pero también filmamos en Portugal por cuestiones de coproducción. Es una película mucho más cara y para financiarla necesitaba fondos de distintos países. Y cada uno tiene diferentes reglamentaciones. Tuvimos fondos de Holanda y de Alemania, por ejemplo, pero no tenían requisitos de que filmáramos ahí.

-¿Cuánto de la idea inicial de un proyecto se va modificando hasta que llegás al final?

En mi caso, los cambios son más que nada durante la escritura del guion. A lo mejor parto con una idea y va cambiando mucho hasta que termino de escribir el guion. Pero una vez que lo tengo no cambio casi nada. Por general no cambio ni una coma en realidad. Soy muy estricto con eso. Los actores que trabajan conmigo lo saben. Trabajamos mucho el texto y saben que me importan mucho las entonaciones y las pausas.

Como esta vez trabajé en Chile con actores que hablan castellano de una manera diferente de la nuestra, hubo ciertas palabras que tuve que modificar. Trabajamos con cada actor para adaptar los textos a la forma de hablar del lugar. Por un lado tiene su lógica porque son fondos nacionales, entonces quieren que trabajen técnicos y actores del país del fondo. Uno tiene que hacer un poco de malabarismo para que la película que uno quiere hacer no pierda la identidad que uno pretende.

-¿Cómo fue el proceso de filmar en nuevos escenarios?

Me gusta la idea de expandir el campo de acción. Estaba un poco cansado la verdad de filmar solamente en Buenos Aires porque veía siempre lo mismo. Filmar en otros países me da una mirada un poco más fresca sobre las cosas. Uno se agota de ver siempre lo mismo: ya sabés cómo reacciona todo, cómo son las locaciones, cómo van a actuar los actores. Tenés todo demasiado preprogramado. Me parecía que era bueno salir y intentar algo afuera.

-¿En qué estado están las dos películas?

Con las dos estamos cerca de llegar al último paso. La práctica está un poco más avanzada, terminando la mezcla de sonido y la corrección de color, a punto de terminarse. El repartidor está en la etapa de sonido y tenemos que hacer la corrección de color pronto.

-Uno de los temas que aparecen recurrentemente en las reflexiones sobre tu obra es tu idea de no filmar más. ¿Cuánto hay de cierto en eso?

Siempre digo lo mismo, que no quiero filmar porque me agota hacer una película. Y ahora estoy con muchas ganas de no hacer más largometrajes. Tengo ganas de hacer cortos o cosas menos complejas. Lleva mucho tiempo

armar un proyecto y es muy agotador.

Pero también es cierto que siempre dije lo mismo y después termino haciendo películas. Así que capaz que de acá a dos, tres meses tenga otra vez un proyecto. (Risas).

-¿Y qué temas te convocan ahora en estos momentos?

Por el momento, el único tema que me convoca es terminar las dos películas. No tengo ningún otro tema a futuro. (Risas)

Julia Montesoro

Crédito foto: Ulises Proust / Festival de San Sebastián

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