El realizador, documentalista y docente Gustavo Fontán estará a cargo del Taller de Desarrollo de Proyectos Documentales del Centro de Extensión Profesional de DAC, que será dictado de manera virtual todos los martes de junio, de 18 hs. a 21 hs. en forma gratuita. Las inscripciones se realizan hasta el viernes 19 al enlace del Centro de Extensión Profesional o a cultura@dac.org.ar.
-El Taller repite su convocatoria de años anteriores. Pero los contenidos van variando conforme las nuevas realidades. ¿Con qué ejes temáticos se van a encontrar los postulantes?
El centro de la atención estará puesto en los proyectos que se elijan para trabajar. Si bien el taller es gratuito, hay una selección: se eligen nueve proyectos que intentamos que sean variados, para sea un abanico lo más amplio posible en lo que se está tratando de pensar, de contar. Los ejes están supeditados estrictamente a lo que surja como necesidad de los proyectos.
No hay un temario previo, aunque hay cuestiones generales en común: cómo se escribe un proyecto documental, cómo se piensa la relación con lo real, cómo se piensa la relación con los personajes (si hubiese personajes). Hay un conjunto de problemáticas generales y desde allí, el abordaje se da en función de las particularidades y la singularidad de los proyectos.
-Hay un aspecto diferencial en el Taller, que no puede dejar de mencionarse, y es que los proyectos, si bien son personales y originales, se debaten en forma grupal. ¿Qué se busca con esto? ¿Es también una forma de entender que el cine es un arte colectivo?
Evidentemente el cine es un arte colectivo. Aunque podríamos pensar que siempre -por lo menos en el cine que nos interesa-, hay un autor o una autora, esa realización no se hace sino en forma colectiva. Diría que en el 95% de los casos. Hay excepciones donde las películas están hechas estéticamente por una persona, pero normalmente es una cuestión colectiva necesaria.
Una de las cuestiones que intentamos plantear es que aprender a pensar un proyecto –sea propio o ajeno- es poder hacerse las preguntas pertinentes. La apuesta es que la lectura común que todes los integrantes hacen de los proyectos esté fundada en poder hacerle preguntas al autor (o autora) para que habilite pensamientos y formas. Allí se juega algo central.
Actualmente estoy leyendo Cassavettes dirige, de Michael Ventura. Se trata del diario de rodaje de Torrentes de Amor. En un fragmentito que cuenta que Cassavettes reescribía, reescribía, reescribía, hay una entrevista a una chica que lo ayuda en esas reescrituras. Ella dice que Cassavettes le agradecía que ella le preguntara por qué iba determinado diálogo o escena. Y lo hacía porque en esa pregunta, él veía algo que lo quitaba a veces de algo que pensaba porque sí, porque es así y por lo menos, lo ponía en cuestión. Ese mecanismo grupal que nos interesa permite poner en cuestión. Y por otro lado aporta miradas mucho más amplias que las que podría aportar solo el autor.
-¿Cuáles son los interrogantes esenciales con que cada alumno emprende el taller? ¿De qué hablan cuando hablan de cine?
Es muy amplio y muy personal. Pero quien hace una película documental o piensa en un diálogo con el cine de lo real también está preguntándose por sí mismo y por el lugar en el mundo. Cuando pensamos en cómo nos vinculamos o cómo hablamos de las cosas que nos pasan (personales o como sociedad), de alguna manera hay para mí dos tipos de reflexiones: cómo pensamos el mundo y cómo pensamos el cine hablando del mundo. Y que eso no se acaba en un tiempito de taller sino que esa perdura de manera persistente. Y es así porque es la única posibilidad de conectarnos ética y estéticamente con los materiales.
Hay que saber que aquello que decimos no es inocente, que la producción de imágenes en un mundo de multiplicación de imágenes tiene que estar cargada de cierta responsabilidad, cierto rigor.
Ahí surge la posibilidad de plantear cosas que no tienen una respuesta única. Plantearlas para que se sigan pensando.
-En la multiplicación de las imágenes que mencionás, ser documentalista también implica hacerse cargo.
Sí. Uno firma una película -colectivamente porque hay otres-, pero firma una visión de mundo y un argumento en relación al mundo. Una mirada, ¿no? Y eso no puede surgir de cualquier manera.
-¿Seguís relacionado con los postulantes de años anteriores?
Sí, con muchos y muchas de elles. Estamos en contacto, me escriben, hay quienes hicieron películas y están en pensando la nueva. Entre otres, pasaron por el taller Fernando Krichmar o Natalia Garayalde, quienes ya hicieron su propia experiencia. Eso enriquece mucho el taller.
-¿Está presente el riesgo de no saber si un proyecto llegará al estreno, de no saber para quién se filma?
Frente a las dificultades de la situación global, e incluso la situación para estrenar una película documental, que es un problema bastante serio, no desaparece la pasión por llevar adelante el proyecto, por contar. Eso siempre es muy vital. Hay que trabajar políticamente, pensarlo políticamente, pero debe persistir el deseo y la necesidad de hacer y de contar.
-¿Cuáles son las herramientas esenciales de un taller de desarrollo de proyectos documentales que el alumno desconoce? ¿Qué va a buscar?
No son únicas. Y me gusta decir que no tengo respuestas sino preguntas: a mí me gusta plantear, a partir de una película, ¿tiene estructura? ¿Hay que pensar una estructura? ¿Es una estructura única, una estructura clásica? ¿Cómo se piensa la estructura de una película? ¿Cómo se piensan los elementos formales? ¿Por qué creemos que son los más útiles para esta película? ¿Cómo pensamos una película para que la forma surja del interior del material y no de una imposición o de una especulación? En la apertura de esos campos semánticos se da la posibilidad de discutir esas herramientas.
Son los mismos interrogantes que me hago cada vez que empiezo una película propia. Hacerse este tipo de preguntas implica también una toma de posición.
Julia Montesoro