Invitada de honor en el festival de documentales Visions du Réel, Lucrecia Martel fue honrada por su filmografía y también llevó a cabo una clase magistral, en la que entre otros conceptos también definió el estado de su proyecto documental Chocobar.
La idea inicial surgió a partir del asesinato en 2009 del activista indígena Javier Chocobar en Tucumán, mientras intentaba detener los desalojos de su tierra ancestral, que tuvo una inesperada repercusión a partir de que sus últimas imágenes quedaron capturadas en Youtube.
“Llevamos 12 años trabajando en ello –describió la realizadora salteña-. Está fuertemente basado en hechos, pero aunque es difícil especificar que es un documental, está en esa área. He escrito cuatro o cinco versiones y la realidad o la ficción no están claras. En esta historia, hay documentación que se remonta a cientos de años y cuanto más retrocedés, más ficticia se vuelve: las fantasías de los colonizadores del país.”
Chocobar también trata sobre la propiedad de la tierra en Argentina y el control de la narrativa: la negación de la existencia de los pueblos indígenas y, en consecuencia, de cualquiera de sus derechos. Y una “historia escrita con un extraordinario nivel de imaginación” (tal como admitió Martel), por parte de quienes ostentaban el poder y hacían la escritura. Esta supuesta documentación histórica es un material en tensión que abre nuevos rumbos a la reinterpretación.
“Es el racismo evidente que la gente niega y no ve –expresó la directora durante la clase magistral-. Argentina no se ve a sí misma como un país racista. Cuando un país niega la evidencia, es imposible no volverse loco: el esfuerzo que se necesita para negarlo todo, inevitablemente, te vuelve loco. De eso se trataba La mujer sin cabeza”.
Martel también enfatizó sus disidencias con el mercado de las plataformas digitales: “¿De dónde viene esta idea de que solo podemos expresar nuestras películas a través del conflicto y la resolución? Los streamers requieren un arco: un arco de personaje, un arco de historia. Pero no puede haber un solo estilo de narración para un planeta como este. ¿Cómo puede haber? Sin embargo, todos estamos usando la misma plataforma. Hay muy pocas empresas para un mundo tan variado. Creer que la película es la trama, ese es un problema. Termina siendo algo muy pequeño”.
La directora explicó de qué manera abordó el desafío de rodar su ópera prima, La niña santa. “En la primera película todos sabían más que yo. Pero eso significa que no conoces otra forma de hacerlo. Tenía certeza del sonido, y eso me permitió continuar y no filmar demasiadas tomas”.
“La desobediencia es más fácil con la falta [de conocimiento] –explicó-. Si asististe a una escuela de cine realmente buena, es posible que no sepas lo que realmente necesitás. Si simplemente obedeces las reglas del cine, el canon, sean las que sean, nada de eso te servirá, a menos que sepas exactamente lo que quieres decir. Necesitas compensarlo por sí mismo. No estoy elogiando la ignorancia, pero hay que inventar el cine, inventar el cine con humildad”.
Al referirse a Chocobar y a sus múltiples versiones del guion, aventuró. “Me gusta la escritura porque no necesito mucho dinero para esto, especialmente cuando sabés que la película no va a tener un gran presupuesto. Para Zama, en una etapa muy avanzada me dijeron que necesitaba cortar 30 páginas de un guion de 120. Y tenía que hacerlo de una manera que no pareciera que era un artista ofendido, o de lo contrario no podría filmarlo. Afectó a la película, sí. Pero también significaba que la película existe”.
Sobre el proyecto que tiene entre manos, redondeó: “Lo terminaré este año. Espero, porque tengo mucho material”.
Visions du Réel, el Festival Internacional de Cine de Nyon, otorgó sus premios el viernes 28 y finaliza el domingo 30,