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DIRECCION EJECUTIVA: JULIA MONTESORO

Martín Benchimol estrenó «El castillo» en la Berlinale: «Elegí estar en la zona intermedia entre el documental y la ficción»

Martín Benchimol estrenó El castillo en la competencia de la sección Panorama del Festival Internacional de Cine de Berlín, que se desarrolla entre el jueves 16 y el domingo 26 de febrero. Es la primera experiencia solo del director, que había codirigido La gente del río (2012) y El espanto (2017) con Pablo Aparo. El castillo se revela como “un oscuro cuento de hadas” (de acuerdo a la definición del programa oficial), en el que Justina y su hija Alexia intentan mantener una enorme casa heredada de su jefe.

-El castillo tuvo su estreno mundial en la Berlinale. ¿Qué características tuvieron las primeras presentaciones? ¿Qué percibiste del público?

Nunca había estado en el festival. Me impresionó ver salas inmensas, que siempre están llenas. En el público noté muchísima inquietud, muchísimas preguntas. Como la película está en una zona entre el documental y la ficción, genera mucho interés. Y también debo decir que las protagonistas son espectaculares y causaron un gran atractivo.

-¿Cómo definís la película?

Para hacer la película empecé a trabajar con las protagonistas, que son las protagonistas reales de esta historia. Pero nunca me propuse encajar con el género documental o la ficción porque no me servía para trabajar. Eso lo dejo librado a quienes le ponen el cartel. Es una historia real, protagonizada por sus protagonistas reales, pero la película tiene un guion que trabajé bastante tiempo. Ellas fueron jugando su propia historia en el pasado y también hicimos algunas escenas que proyectaban un futuro imaginario.

Es como estar en una zona me parece intermedia, aunque cuando ves la peli quizás tiene una forma más parecida a la ficción. Porque ese proceso no está compartido, sino que quedó en el rodaje.

-¿Cómo fue el proceso creativo de El Castillo? ¿La mansión y sus personajes te inspiraron para ese proyecto?

Sí. Yo las conocí cuando estaba filmando mi película anterior. Estaba por la zona y caí de casualidad en el campo de un castillo gigante. Me encontré con Justina –la protagonista-, que estaba ahí, trabajando alrededor de la casa. Le pedí a hablar con la dueña o el dueño de casa. Me contestó: “yo soy la dueña, pasá”. Así que el primer contacto con ella ya estuvo teñido por el prejuicio de clase, que es uno de los temas que se trata en la película.

-¿Tenías en mente desarrollar una historia sobre relaciones intrafamiliares entre madre e hija antes de encontrar ese castillo?

No. Sinceramente, cuando las conocí me inspiraron mucho. De inmediato le dije que quería hacer una película con ella sin siquiera saber cómo iba a ser. Tenía ganas de empezar a filmar en el momento. Por suerte no lo hice. A partir de ese momento pasaron entre 5 y 6 años de visitarla, de compartir un montón de cosas. Y en ese tiempo forjamos un vínculo muy afectuoso, que sirvió para llevar adelante el proyecto.

-¿El proyecto fue tomando nuevas formas a medida que surgían los encuentros?

Sí. Hay algo muy potente en la película y es la inminente separación entre madre e hija. El vínculo entre ellas se fue modificando y tomó bastante importancia. Ese tiempo de vínculo con ellas fue condicionando el desarrollo del proyecto.

-¿Querías bucear en el pasado? ¿Te entusiasmaba pensar en los fantasmas del pasado no vivido?

Era una idea muy atractiva. Sentía una tentación muy grande de contar ese pasado glamoroso del castillo, en contrapunto con la relación diría casi de servidumbre esclava con Justina, la protagonista. Porque ella no cobró nunca un salario en todos los años de trabajo.

Pero preferí concentrarme en el presente de ellas, en hacer una película que cuente el momento actual y que ese pasado aparezca un poco a través de las acciones que suceden.

El castillo se puede interpretar también como el símbolo de una etapa de esplendor actualmente en decadencia.

La película no está apoyada o no está protagonizada por la clase media en decadencia, sino que ellas son las protagonistas. No advertí la decadencia del lugar, sino el modo de vida que ellas deciden para vivir.

Es como cuando uno llega a la forma de vida del campo desde la ciudad. Por ahí querés decirle “arreglá esto” o “tendrías que hacer tal cosa” (como alquilar habitaciones). Con el tiempo de vínculo con ellas, lo vi de otra manera.

Julia Montesoro

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