Alan Sabbagh es uno de los intérpretes esenciales de El Método Tangalanga, la comedia de Mateo Bendesky protagonizada por Martín Piroyansky y Julieta Zylberberg estrenada el jueves 19.
Con producción de Varsovia Films (Diego Dubcovsky), contra lo que se pueda inferir del título no es una biopic sobre el popular humorista especializado en bromas telefónicas: se trata de una comedia que sigue el camino de Jorge, un oficinista un poco torpe y un poco tímido, que tartamudea al hablar en público y no sabe cómo acercarse a la chica que le gusta. El método Tangalanga recupera el tono de comedia de las películas de los años dorados del cine argentino.
-¿Qué tenía El Método Tangalanga que te entusiasmó?
Me atraía contar la historia de Tangalanga. Es un personaje que siempre me gustó mucho. Me encantaba que se hiciera una historia sobre él, como uno de los personajes icónicos de la cultura popular argentina que retrató una época. Me habían convocado cuando el proyecto aun no había tomado su versión definitiva. Después volvió y con todo: la película cumplió más de las expectativas que tenía yo cuando la leí (Risas).
-Tu personaje atraviesa momentos de comedia y de drama. ¿De qué manera fue la composición? ¿Cómo es el método de trabajo de Mateo Bendesky?
Lo que más laburamos fue limpiar los modismos. Tratamos de entender especialmente la manera de comunicarse de los década del 60, años que no viví y de los que no tengo más referencias que las películas. Películas que a veces hasta te pueden influenciar para mal porque pueden estar mal retratadas. Por eso traté de estar muy encima del uso del lenguaje y hasta de la manera de mirar.
En cuanto a los momentos dramáticos, a mí la comedia en general me sale más fácil. El drama era un desafío porque no me toca mucho hacerlo.
-¿Tuviste margen para la improvisación o para aportarle a Bendesky algunas iniciativas tuyas?
No, muy poco. Es una película muy cronometrada, muy atada al libro. Está bueno confiar: el libro estaba muy bien escrito y la película se no prestaba mucho a la improvisación, más allá de algún remate puntual, algún chiste que se nos haya ocurrido en el momento.
-El método Tangalanga está ambientada en los 60. ¿De dónde buscaste referencias? ¿Cómo lograste reconstruir esa época?
Respeté las instrucciones de Mateo (Bendesky). Hablamos mucho de las pausas, de los silencios, de las maneras de hablarse. La película también tiene algo muy valioso y es que retrata muy bien la inocencia, las comedias del cine argentino de la época de oro, donde los personajes también hablaban así.
Mateo trabajó sobre eso y quedó bien logrado: cuando hacés un tono distinto con estos silencios y estas miradas también te puede salir mal. El borde es muy finito.
-¿Qué buscás en los roles que te ofrecen para decir que sí?
Soy muy quisquilloso con los guiones y las historias que están bien contadas o por lo menos bien escritas. Me fijo en que la historia me atrape. Y aunque a veces uno no pueda elegir, trato de no volver a un rol ya contado, aunque me toquen papeles parecidos. En el caso de El método Tangalanga le vi la veta dramática y pensé que era bueno una película donde pudiera explorar otras cosas.
-Tu nombre está generalmente vinculado a la comedia. ¿Es el género donde mejor te movés?
Sí. Me gustaría hacer también otras cosas. Me gusta hacer drama. Hice algunas cosas más dramáticas -o como se dice ahora, dramedia-. Hace unos años hice una obra de teatro que era una comedia más ácida, o melancólica o reflexiva. Era dramática pero con risas. Me siento cómodo en el humor porque sé que me sale, pero también el desafío de uno es no repetirse.
-¿Te preocupa el encasillamiento o la reiteración?
Si, pero por suerte no me está pasando. Trato de desmarcarme de los personajes.
-Acompañaste el preestreno en el Festival de Mar del Plata. ¿Se puede advertir en las reacciones del público cuándo una película puede llegar a ser exitosa?
Hoy es redifícil, porque el caudal de gente que va al cine cambió. A los tres minutos hay un diálogo que tenemos con Martín que tiene uno o dos chistes. En la presentación en Mar del Plata el público se rió y pensamos que entraron en el código de la película. Y en el preestreno en Buenos Aires en un momento hubo un poquito de miedo porque en esos dos o tres chistes no entraron, o por lo menos no se rieron tanto. Nos dijimos: ¿qué va a pasar? Después hubo muchas risas y emoción y nos relajamos. Y entendimos que en la sala el 70-80% era parte del equipo y ya conocían el chiste.
En eso la comedia tiene algo de bueno: te das cuenta de que funciona porque se ríen. Luis Rubio dio una definición muy divertida: que la comedia se plebiscita cada diez segundos. Habla sobre todo sobre el stand-up o el unipersonal, que tiene risas más seguidas. Pero en una película también debe haber algo que te saque una sonrisa permanentemente.
Julia Montesoro