Juan José Campanella está en Buenos Aires dirigiendo Parque Lezama, que se presenta de miércoles a domingos en el Teatro Politeama, sala del mismo Campanella inaugurada en junio de 2022.
La obra, original de Herb Gardner adaptada por el propio Campanella, está protagonizada por Luis Brandoni y Eduardo Blanco y narra en clave de comedia el insospechado vínculo amistoso entre un histórico militante del partido comunista y un eterno cultor del “no te metas”.
-Diez años después de su estreno en el Teatro Liceo, mantenés tu fidelidad a Parque Lezama.
La idea de crear el teatro (Politeama) prácticamente nació cuando estábamos haciendo Parque Lezama. Se representó durante cuatro años, hasta 2016. La repusimos en España en 2019 y se levantó por la cuarentena. En poco tiempo más llegaremos a la función mil, con una repercusión de público que no habíamos tenido nunca. ¡Tiene más representaciones que la versión original!
–¿Qué nuevas interpretaciones le encontrás? Si es que hay que encontrarle nuevos sentidos a las cosas…
A mí me gustan las cosas con muchas lecturas, muchos niveles de disfrute. Es la mejor obra que vi en mi vida, y puedo decir –sin pecar de fanfarrón- que estuve 25 años detrás de los derechos. Influyó mucho en mi estilo de hacer películas. Fue la primera vez que vi algo que me hizo emocionar hasta las lágrimas y reírme a carcajadas al mismo tiempo. Esa es parte de su magia: que ocurran ambas cosas a la vez. Ese es el primer nivel de disfrute. Pero hay otros. Lo que le impactó a ese pibe de 25, 26 años, cuando la vio por primera vez, es el conflicto entre ese personaje que es un luchador absoluto –en la carnicería, en la plaza, con su hija- contra ese otro que es cultor del no te metás y que quiere pasar invisible. Desde el comienzo sentí que era la lucha entre el compromiso y el conformismo.
Pero con el tiempo se fueron agregando otros niveles. Los personajes son mayores, entonces cada vez nos reímos con más chistes (Risas). La relación entre padres e hijos está muy presente. La afirmación de los ideales, en un mundo que parece que va perdiendo los valores. Si las ves de espaldas al público pensás que es una comedia disparatada porque escuchás las risas todo el tiempo. Pero si ves las caras advertís que además tienen los ojos vidriosos y están muy emocionados.
-Trabajás en Estados Unidos y también en España. ¿Sos un residente argentino en tránsito o te estableciste definitivamente en otro lugar del mundo?
Como saben, tengo la casa en la que viví 20 años en Estados Unidos. Estoy en el año veintiuno de la hipoteca de treinta, que saqué antes de volver a la Argentina: lo compré en 2001 y al año siguiente regresé. Justo antes de la cuarentena surgieron propuestas entre el teatro de Argentina y las series en Estados Unidos: La ley y el orden, Night sky con Sissy Spacek, dos temporadas de Los Enviados.
-¿Te planteaste hace cinco años, cuando empezaste a construir el Politeama, qué sueños cumplías al hacer con este proyecto?
Si no contamos el comienzo de mi trabajo en el teatro -fue en 1982, con Eduardo Blanco y Fernando Castets-, y que en 1985 me pasé al cine para siempre y full time, esto nació en 2013. Fue luego de hacer Metegol, una película que demandó tres años y medio de muchísima tecnología. Yo quería volver a las fuentes: hacer algo solo con actores y diálogo. Y si había que mover algo había que colgarlo de una soga y moverlo con una polea. Conseguí los derechos de Parque Lezama y pude hacerle los cambios que quise.
-¿Y qué advertiste en 2013, hace una década, que te hizo mirar hacia el teatro?
Que es un arte irremplazable. Me gusta trabajar con una audiencia. La extraño mucho. Empezamos a tratar de comprar un teatro para restaurar. Pero después surgió la oportunidad de construirlo de cero, desde un lote vacío. Nos mandamos en el 2017. No nos imaginábamos la pandemia, pero ya estábamos metidos. Y ahora la gente volvió al teatro con mucha fuerza. Nos va mejor que en la encarnación anterior (Risas).
-¿Por qué creés que la gente es más proclive que volver al teatro?
Porque muchísima gente espera que la película llegue a su casa –gratis o en el servicio que paga mensualmente-, entre los televisores grandes y que no tienen tiempo de exhibición en las salas.
-¿La experiencia del público en teatro te hace extrañar el cine?
¡Sí, por supuesto! Yo estoy casi terminando el duelo, pero pasé los últimos años de crisis por el cine. Ya decidí que no quiero hacer películas si voy a tener nada más que dos semanas para mostrarlas en salas. Prefiero no hacerlas. Lo digo con todo el dolor. Para hacer algo para televisión prefiero una serie: es el formato indicado. Es verdad que hay películas muy convocantes, como las de Marvel, pero no son las que hacemos nosotros (Risas).
-¿Es casi un renunciamiento?
Espero que cambie el momento. Que las plataformas –que son las que mayormente producen cine actualmente- se den cuenta de que está bueno que una película recorra su camino en el cine antes de que vaya a la plataforma. Va a ser mejor para ellos…que además están en problemas financieros.
-Te lo deben preguntar constantemente y vos también te lo debés interrogar: ¿hacia dónde va el cine?
Las plataformas producen mucho. Lo que no quiero es que me den una ventana de dos semanas. El cine es en el cine, con la pantalla grande. Pantalla grande, estrellas grandes; pantalla chica, estrellas chicas. Pantalla grande, emociones grandes; pantallas chicas, emociones chicas. Es así. Me hubiera encantado ver Sin novedad en el frente en pantalla grande. Lamento tener que verla en televisión: hubiera podido andar muy bien en los cines. La gente se desacostumbró: piensa que el cine es reemplazable. Si se sigue con esta política de distribución irá desapareciendo cada vez más. Si no, puede revertirse.
-Siguiendo la relación que establecés, tus emociones y sentimientos tienen que ver con la pantalla grande.
Le doy mucha importancia a la presencia del público. No es lo mismo ver una película en una sala para 500 personas que solo en tu casa. Fijate que casi no se hacen comedias. En la tele, solo, no funciona tanto una comedia. Cambió el hábito del público. Las películas perdieron algo de su grandeza. No quiero empezar a sonar como un viejo, pero si en las últimas semanas tuviste ganas de ir al cine, dijiste “no hay nada para ver”. Nos pasa a muchos.
Las películas deben despertar emociones. La gente cuando ve una buena película tiene que segregar fluidos: transpiración, lágrimas, lágrimas de risa. Debe estar atravesado por una cuestión hormonal. Si no, la ves medio dormido en tu casa, te da lo mismo lo que estás viendo.
-Tus películas despiertan “grandes emociones”. Y eso mismo lo trasladás al teatro.
En el teatro, el público sabe que el actor lo está escuchando. Hay funciones que tenemos 20 aplausos a telón abierto. En el cine es muy raro que pase. Ocasionalmente, sí: cuando Rocky le pega a Apollo Creek todos celebramos. Pero eso pasa en el Gran Rex, con 3.500 espectadores: en el living de tu casa, ¿con quién vas a aplaudir?
Julia Montesoro