Diego Dubcovsky revisa en Motorhome, su primera experiencia como escritor, su rol como productor de cine. Se trata, según su propia definición, de una especie de manual en el que cuenta cómo atraviesa la industria sin morir en el intento.
Cuaderno de apuntes, autorretrato y compendio de historias, Motorhome –que está editado por Vinilo-, revela el detrás de escena de muchas películas importantes del cine argentino y ofrece un puñado de consejos para productores.
-Antes de la pandemia habías avanzado en una serie de tuits, a manera de hilo, sobre las conductas de los productores y las características de la industria en general. ¿Ese es el origen, o uno de los orígenes de Motorhome?
Exactamente fue eso. Empezó un poco antes de la pandemia, como una forma catártica de sacarme la bronca de algunas situaciones que vivíamos los productores. Era en un tono paródico. Lo llamé “Manual de autoayuda para productores de cine”. Lo hacía de una manera irregular, en esos días en que estaba en estado de emoción violenta.
-¿La idea de publicar un libro nació durante la pandemia o tus ganas de escribir venían de antes?
Antes tenía algunas historias, pero más que nada eran una especie de diarios de filmación, experiencias de películas. En el inicio de la pandemia me surgió la necesidad de unir esos textos. Me animé y le pedí ayuda a mi hermano mellizo, Sergio, que es periodista y escritor, para que me oriente. A partir de entonces empecé a organizar el material. Tuve mucha ayuda y suerte, porque encontré una editorial que le tuvo confianza al texto.
-¿Tu primer lector fue tu hermano?
Curiosamente, no. Cuando le dije que quería escribir algo vinculado a mi trabajo, me pregunto cómo lo iba a desarrollar y le contesté que no sabía. Me dio a entender que si yo no sabía qué escribir no iba a poder ayudarme. Entonces hice tutorías, minitalleres y dos talleres virtuales de poesía para tener claro lo que quería hacer. El me recomendó una editora, que a su vez me derivó a otras dos personas. Hasta que llegué a la periodista Silvia Itkin, con quien conecté muy rápidamente. Ella me ayudó a organizar el material.
-¿Qué descubriste en el momento de ordenar tus escritos?
Lo primero que aprendí es a hacer el duelo rápidamente con textos que me gustaban, pero que en relación a otros escritos no funcionaban.
-¿Qué va a encontrar el lector en Motorhome?
Es un libro de memorias breves. Escrito por alguien que entiende al cine como un trabajo, que no es distinto a los demás. No me da una categoría de artista ni creo ser una persona especial.
-¿Cómo tomó la industria la aparición de Motorhome? ¿En qué parte sentís que va a sentir identificada?
Es mi primer y último libro. No pertenezco al mundo literario ni editorial. En algún momento, cuando el proyecto estaba avanzado, me dio miedo y pudor: me pareció que los textos no estaban bien. Pero tengo amigos muy entusiastas que me impulsaron a publicar: me ayudaron Santiago Loza, Virginia Cosín, Romina Paula, a quienes le daba los textos y recibía voces de aliento. Lo que recibo ahora es gratificante: me llamaron excompañeros de colegio, productores, amigos. Daniel Ortega, uno de los mejores directores de fotografía, compró diez libros para regalar a sus amigos. No le pido más al libro.
-Aunque decís que es tu primer y último libro, ¿escribir es una puerta que se abre a nuevas ideas?
Verlo impreso me emocionó mucho. Me trasladó al proceso de edición, en el que fueron fundamentales Joana D’Alessio y Mauro Libertella. Fue muy lindo ver cómo el texto iba mejorando y tomando forma, cómo quedaba el plantado final y se integraba la tapa. Y después de eso verlo en las librerías, y encontrar a los lectores. Fue un proceso novedoso, porque vengo de otro lugar. Pero es un trabajo que requiere mucha dedicación. Y además, hay que tener algo para contar.
Julia Montesoro