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Todo el cine y la producción audiovisual argentina en un solo sitio

DIRECCION EJECUTIVA: JULIA MONTESORO

Andy Cherniavsky, protagonista de «Expuesta»: «Nunca pensé en hacer cine, pero un fotógrafo también es un director de actores»

Expuesta, el documental que saca a la luz el extraordinario archivo fotográfico de Andy Cherniavsky, con dirección de Eduardo Raspo y producción de Zarlek Producciones (Luis Sartor), ingresó en su segunda semana de exhibición.

Andy Cherniavsky, creadora de las imágenes más emblemáticas y las tapas de los discos más importantes del rock argentino de los años 80 y 90, es su protagonista excluyente.

Luis Sartor, Andy Cherniavsky y Eduardo Raspo.

-¿Cuál fue tu primera reacción al ver en pantalla grande el documental? ¿Sentís que quedaste literalmente expuesta?

Me sentí expuesta literalmente mucho antes de verlo en la pantalla grande. Al principio no estaba muy dispuesta a hacer la película: ya había editado mi libro, Acceso directo, en el que habían salido a la luz parte de estos recuerdos. Volver a remover esos años era muy catártico. Pero Eduardo Raspo pudo más y me convenció.

Siempre me emociona ver esa historia, y en pantalla grande es inevitable sentirte expuesta. Por suerte, las veces que la vi fue rodeada de gente muy querida, que tuvo reacciones amorosas.

-En Expuesta se reflejan aspectos de tu intimidad como desarraigos, la muerte de tu hermano, la ausencia de tu madre en algunos momentos. ¿Podés ver la película y tomar distancia de esos sucesos tan movilizantes?

Me cuesta mucho ver la película y no sentir como una gran sensación de tristeza por esa nena, esa adolescente que tuvo que transitar todo eso. La relación con mis viejos, y especialmente con mi vieja, se fueron reparando con el tiempo. Solo la muerte no tiene reparación posible. Siento que esa historia me fue moldeando y me llevó en los 80 a ser fotógrafa y a retratar el mundo del rock. Hasta llegar a hoy, que como mujer y como madre, me siento a gusto con la vida que me tocó. He hecho lo que he querido personal y profesionalmente.

-El documental refleja a una mujer autodidacta que desde hace cuatro décadas aprendió a subsistir sola en una cultura esencialmente masculina. ¿Cómo lo lograste?

Fuimos bien recibidas. Sobre todo de la mano de Charly García, quien siempre apoyó a las minas arriba del escenario (como las Bay Biscuits), y que nos dio un lugar muy importante. A mí, a Hilda (Lizarazu), a Fabi (Cantilo), a Celeste (Carballo), a quien le produjo su disco.

El rock fue un lugar de apertura, de romper esos arquetipos del machismo y el patriarcado, en el que tuvimos que poner un pie para decir “aquí estamos y aquí nos quedamos”. Y nos quedamos: a mí me daba más vergüenza ser fotógrafa (porque era profesión de hombres) que a los varones de que yo lo sea. Hasta entonces, estábamos convencidas de que el lugar para una chica arriba del escenario era para hacer coros y nada más. Y que el mundo de la fotografía era solo para los fotógrafos. ¡Hoy mismo no se encuentra la palabra “fotógrafa” en Instagram!

-¿Qué te decidió a saltar esa barrera y vencer ese preconcepto?

Saber que en otros lugares del mundo había mujeres fotógrafas. Que era posible. En la Argentina también había, si bien recién ahora están siendo revisitadas y tomadas como parte de nuestra historia. Como Sara Facio, Alicia D’Amico o Annemarie Heinrich, quienes abrieron un espacio para poner el cuerpo y el ojo.

Fue un lugar donde tenía ganas de estar. En un movimiento como el rock, en el cual en ese momento creía. De chica estaba muy cerca de eso. Y la fotografía me dio un lugar que ni siquiera sospechaba que iba a tener. Es una linda historia, al final, porque termina con una mujer que supo fotografiar a un movimiento cultural argentino musical, y mis fotos están unidas a la historia de las canciones.

-Pensando en que tu trabajo consiste en mirar tras la lente de una cámara, ¿cómo fue la experiencia del rodaje, donde estabas justamente del otro lado?

Me costó. Mirar a través de la lente es esconderse un poco, sentirse protegida. Prácticamente no tengo fotos de mí misma: siempre estoy fotografiando a otro, a otra. Al mismo tiempo, por haber enseñado mucho, realizado muchos workshops, haber hablado para la televisión, generado producciones a nivel audiovisual, tengo cierta facilidad para hablar a cámara.

Fue un poco y un poco: estaba el miedo, la exposición, peor también las ganas.

-Y Eduardo Raspo.

Por supuesto. El vio en mi historia la posibilidad de rodar esta película. Y la vio bien. En algún momento va a encontrar un lugar para ser expuesta: plataformas, canales, exposiciones. Más allá del cine, la película va a encontrar otros lugares.

-¿Te tienta la posibilidad de dirigir cine?

Nooo. Estoy muy cómoda dirigiendo mis fotos: un fotógrafo es un director de actores. Me gusta este espacio que ocupo, enseñando, haciendo libros o muestras. Hice un programa de televisión con Gabriel Rocca, fui jurado de televisión, dirigí muchísima publicidad en algún momento. No me veo haciendo un largometraje o una película: lo mio es la fotografía, contar desde otro lugar.

-Tu primera foto profesional fue en 1979 para la revista Periscopio: era un retrato del guitarrista John McLaughlin en el Festival de Jazz de Montreux. ¿Te preguntás qué hubiera sido de tu vida si no se hubiera publicado esa foto?

Fue una experiencia rara porque ni siquiera llevaba mi nombre. Me sentí incómoda. Ahí empezaba otra lucha: no solo la de ser mujer y empuñar una cámara de hombres sino que te reconocieran el crédito. Hasta hoy hay que estar exigiéndolo.

Las fotos que vinieron después (las tapas de los discos de Peperina y de Pensar en nada) fueron muchísimo más potentes. Y me abrieron la puerta a cosas más importantes.

Julia Montesoro

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