A cien años de su nacimiento, Eva Landeck será revisitada a través de un documental. El anuncio se formuló en un homenaje a la cineasta, llevado a cabo en el marco del 37° Festival Internacional de Cine de Mar del Plata.
El realizador Pablo Spataro anunció un nuevo documental y resaltó su compromiso político, recordando que tras haber estrenado Gente en Buenos Aires sufrió amenazas de la Triple A y partió al exilio. Señaló que su cine es “disruptivo y premonitorio, a lo que se suma el hecho de ser mujer”, y que se trata de una obra donde “lo cotidiano está impregnado de lo político, lo social y lo histórico”.
La actividad fue organizada en conjunto por el programa Gafas Violetas del Instituto Nacional de Cine y Artes audiovisuales (INCAA) y el Ministerio de las Mujeres, Políticas de Género y Diversidad Sexual de la Provincia de Buenos Aires y contó con un panel integrado por Irene Morack, hija de la directora, compositora y actriz de sus películas; Giuliana Nocelli, del Ministerio de Mujeres, Políticas de Género y Diversidad Sexual de la Provincia de Buenos Aires; Ángeles Anchou y Justine Burgos, integrantes del programa Gafas Violetas, y Pablo Spataro, realizador audiovisual.
A lo largo de su extensa carrera, Eva Landeck filmó seis cortos y tres largometrajes, por los que fue galardonada en Cannes, Oberhausen y San Remo. Fue además una de las primeras directoras argentinas de cine sonoro, donde supo retratar la alienación y la soledad en el trabajo rutinario de las grandes ciudades.
Irene Morack compartió diversos recuerdos y anécdotas de su madre, así como también parte de su legado y generosidad hacia las directoras de cine más jóvenes, y su concepción sobre el cine y el feminismo: “El tema es que el cine es cine, y no hay cine femenino o masculino. Me parece excelente que se tomen temáticas feministas, o femeninas, pero ella decía que el arte es arte, por lo cual ella se ponía en un plano de igualdad”.
Fallecida en 2019 a los 97 años, Eva Landeck consiguió con su ópera prima, Gente en Buenos Aires (1974), romper con largos años de hegemonía masculina al frente de una producción audiovisual. Solo algunos nombres dispersos, como Emilia Saleny, Vlastah Lah o la recientemente redecubierta Renée Oro, se asomaron a un oficio excluyentemente masculino.
“Pero fue la primera de ellas en ser galardonada en un festival de prestigio internacional: en 1974 con Gente en Buenos Aires, su ópera prima, ganó el premio especial del jurado en la Muestra Internacional del Film de Autor de San Remo. Ya venía de ganar el Diploma de Honor en el Festival de Oberhausen con su corto Horas extras (1967) y una medalla de plata en el Festival de Cortos y Mediometrajes de Cannes con El empleo (1970)”, consignó Paulo Pécora, autor de una exhaustiva semblanza biográfica de Landeck (ver caligari.com).
“El cine de Landeck fue políticamente atrevido y arriesgado, especialmente en una época donde la censura, las persecuciones, los asesinatos, las desapariciones y las torturas eran moneda corriente. Mezclando lo real con lo onírico, ella hablaba principalmente de la enajenación propia del trabajo, de la represión en la vida cotidiana y de la soledad en las grandes urbes. “Quería describir la alienación en la vida cotidiana, sus causas. Quería mostrar por qué la incomunicación no tenía que ver con la índole de la gente sino con el medido en el que se movía”, recordó alguna vez Landeck, una marxista confesa, cuya primera película se estrenó en 1974 en Buenos Aires, inmediatamente después de la muerte de Juan Perón y en pleno auge de López Rega y la Triple A. Ese día explotaron veinte bombas en la ciudad. Poco después rompieron los carteles de su película, la amenazaron y entonces decidió irse del país, hasta dos años después, cuando regresó de incógnito, usando un pasaporte con el apellido de su esposo.
Cuando tenía listo su segundo largometraje, Ese loco amor loco (1978), el censor Miguel Paulino Tato, conocido como “el señor de las tijeras”, la llamó a su oficina. “¿Cómo puede ser que esa chica y ese muchacho se vayan juntos sin casarse?”, la inquirió sobre una de las escenas finales. Ella le dijo: “¿Ese es el problema? La película está terminada, no puedo cambiarla. Lo que puedo hacer es que en una voz en off él le diga ‘tenés que casarte conmigo’”. Pero Tato insistió: “No, tiene que ser de blanco y por la iglesia”. Para peor, durante el rodaje en Uruguay de su tercer largometraje, El lugar del humo (1979), descubrió que uno de sus actores era sobrino de un coronel de la junta militar uruguaya. “Tenía un espía en la película. Me volvieron loca y me exigieron cambiar el argumento en el medio del rodaje. Quería irme, porque no podía seguir haciendo eso. Me persiguieron de todas las maneras. ‘El lugar del humo’ me enfermó. Volví a Buenos Aires depresiva y enferma. Y después no hice más nada. No tenía ganas ni siquiera de ir a conseguir un productor”, recordó con tristeza la cineasta, que luego escribió la novela Lejos de Hollywood (1995), sobre un director perseguido por la censura”, detalló Pécora, echando luz sobre una cineasta lamentablemente poco abordada y valorizada.