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Todo el cine y la producción audiovisual argentina en un solo sitio

DIRECCION EJECUTIVA: JULIA MONTESORO

Hernán Gaffet presenta «Un hombre de cine»: «La historia en el cine puede llegar a corregir la historia del país»

Un hombre de cine es el nuevo documental de Hernán Gaffet. Se trata de una historia política de la censura cinematográfica argentina narrada a través de la trayectoria profesional de su padre, Néstor Gaffet (1928-1982), abogado, distribuidor y productor de cine, publicista, ocasional guionista, crítico y docente.

En Un hombre de cine, que se exhibe en el Malba el domingo 31 a la 18 hs. y durante noviembre, los viernes a la misma hora, Gaffet allí no solo expone su vínculo paterno: también aflora su cinefilia y sobre todo, su mirada impiadosa contra la censura.

-¿Qué estaba primero en tu voluntad por hacer Un hombre de cine, el homenaje a tu papá o este racconto de la censura en más de cuatro décadas de cine argentino?

La película cuenta varias cosas. Empezó como la biografia y trayectoria profesional de Néstor Gaffet y terminó siendo una historia de la censura cinematográfica de la Argentina, contada a través de Gaffet.

-De ese arco entre el propósito inicial y el resultado, ¿qué fue variando?

En el proceso de la investigación encontré documentos que no sabía que existían. Estaban en una carpeta, en la casa de mi madre. Pensé que eran papeles de la administración del hogar. Y muchos de ellos resultaron ser la correspondencia entre mi abuelo paterno y mi padre y entre mi padre y los censores que le tocaron en suerte, a partir de que el empezó en 1955 como distribuidor.

-Allí abriste otra línea narrativa.

Aunque señalo que la censura existía desde la Década Infame y durante el gobierno de Perón, la película hace foco particularmente en la etapa posperonista, porque es la que sufrió personalmente mi padre. La que se inicia en el año 55 con la autodenominada Revolución Libertadora. Que no nos libertó de nada, por lo menos en este sentido: trajeron otras listas negras y otra censura, orientada esencialmente a lo ideológico y a aquella moral impuesta por la Iglesia Católica.

Un hombre de cine demuestra vínculos estrechos entre la Iglesia y otros factores de poder, a través de esa censura que se ejercía sobre el cine. ¿Lo sabías o descubriste la lucha de tu padre a partir del hallazgo de estos papeles?

Antes que distribuidor y cinéfilo, mi padre fue abogado. Se había recibido en el año 54. De hecho, posterga el título y el casamiento con mi madre para poder comprar la primera película que distribuyó, que es la primera que se estrena de (Ingmar) Bergman en el país. Yo ya sabía que se había peleado mucho con los censores de esa época. Pero descubrí que se relacionaba con los gobiernos que él voto, como afiliado radical que era. Primero con el gobierno de (Arturo) Frondizi, que le abre la puerta a la Iglesia Católica para que se siente con una mayoría en el consejo de calificación de películas. Luego, con (Arturo) Illia, confirmando dos cosas: al censor que heredó del gobierno de (José María) Guido y a una ley de censura previa sobre el cine que Guido dictó una semana antes de dejar el poder. Esa ley de censura no permitía prohibir películas, pero sí sugerir cortes, que los distribuidores por lo general acataban sin protestar para no demorar el trámite y poder estrenar en fecha.

Mi padre se opuso a eso: lo enojaba mucho. Y se peleó desde el comienzo con esos censores. Lo cual me reveló que a veces la historia del cine puede llegar a ampliar y corregir la historia de un país. Esta es una historia que no nos han contado. Yo hice el colegio secundario como todo el mundo y estudié cine y nunca me hablaron de la censura en el cine a lo largo de tantos años. Y no es un dato sin importancia: es una política de estado que se inicia en el año 36 y llegó hasta el gobierno de (Raúl) Alfonsín.

Un hombre de cine tiene una sincronización perfecta entre el guion y las imágenes. ¿Qué estaba primero, el material audiovisual o el relato? ¿Cómo se fueron complementando ambos elementos?

Los documentales que yo hago no son de campo, donde voy a lugares y registro los hechos en vivo; son de investigación y de archivo sobre historia. Así fueron Oscar Alemán, vida con swing y Argentina beat. Comienzan con un guion. Luego se va adaptando a los materiales de archivo que se van encontrando. Nuestro país lamentablemente ha despreciado el valor de los archivos; particularmente el de los audiovisuales, que son los que necesitan mayores recursos. Se me hizo muy difícil poder establecer de entrada un guion sin saber exactamente con qué imágenes iba a contar. Ese fue un proceso posterior. Encontré mucho material gráfico en casa y representó el desafío de hacer una película ágil con materiales de prensa y fotografías, más allá del fílmico y el video.

-¿Cuál fue la mayor dificultad que superaste?

Esta producción atravesó tres pandemias: la macrista, la del covid y la de la inflación. La del covid me permitió tener unos tiempos no habituales para poder trabajar este guion, que era muy complejo porque abarca tres líneas narrativas: la del país, la de la censura y la familiar.

-¿Qué viste de vos y de tu papá en la película terminada, ya sea desde el vínculo familiar, en lo artístico o en tu propia relación con el cine?

Sobre mi padre lo primero que me impresionó fue su valor cívico, su conciencia cívica. Estamos todo el tiempo tratando de preservarnos del cascoteo sobre nuestros derechos como ciudadanos. Y defender nuestros derechos nos lleva tanto tiempo que nos olvidamos de nuestras obligaciones. Una de ellas es saber qué podemos hacer nosotros, desde nuestro humilde lugar, para tratar de que el estado de las cosas sea menos peor. Eso fue lo que me sorprendió de él: desde muy joven tomó conciencia de que podría hacer un aporte importante a través de la cultura y del cine en particular. Y obviamente, desde su lugar de abogado, luchando contra los censores, sin importar de qué signo político fueran. Esto es lo que dimensioné al ver su trayectoria.

Sobre mí, sospecho que puede evaluarse a partir de la visión de la película. Yo todavía no terminé de descularlo.

-¿Qué te revelan los diálogos con el público, cómo completan el rompecabezas de la obra?

Hay emoción y a la vez, una sensación de descubrimiento de una historia del país que no conocían y que nos impacta. Empezó a ocurrir con la primera exhibición de en Núcleo, en junio. Luego ocurrió en septiembre, en el Festival de las Alturas. La gente sale descubriendo algo que no se imaginaba que se iba a encontrar. Tanto por parte de la historia del cine como de la del país. La historia oficial -la que nos enseñan en los medios de comunicación como en los colegios- es muy distinta de la verdadera. Y el material que nos revela la verdadera historia nacional está en los archivos públicos. Mi misión es revelar eso a través del relato cinematográfico. Que obviamente pueden ser puestos en duda. Cuando la gente se enoja con algo que digo en una película les digo que vayan al archivo. Los mando a la biblioteca.

-Decis al comienzo de la película: “esta es la historia de cómo el cine hizo que perdiera a mi padre”. ¿Un hombre de cine es tu modo de recuperarlo?

En parte sí. Me sirvió para entender por qué no estaba en casa casi nunca. Fue un padre ausente y yo haciendo la película terminé de tomar conciencia por qué. Uno de los capítulos más reveladores es el affaire detrás de Morir en Madrid, el documental sobre la Guerra Civil Española que fue secuestrado de los cines durante el gobierno de Illia nada más que para mantener las buenas relaciones con (Francisco) Franco. Eso me convenció de que la historia que nos han contado es muy distinta: esto ocurrió durante un gobierno de un personaje histórico, al cual muchos lo reconocen como el presidente más honesto que hemos tenido. Después de ver la película se van a dar cuenta de que no basta con ser honesto solamente con no robar. Menos aun si uno es Presidente de la Nación: tiene que haber honestidad en sus discursos y sus actos. El gobierno de Illia miró para el costado respecto al tema de la censura. Y es mucho más grave tratándose de mantener las buenas relaciones con un dictador.

Julia Montesoro

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