El viernes 2 de septiembre se inaugura la 8ª edición del Festival Internacional de Cine de las Alturas, que se llevará a cabo hasta el domingo 11 y que tendrá como característica esencial el retorno a la presencialidad. El Festival es de carácter competitivo y cuenta con cuatro competencias oficiales: dos internacionales para largometrajes de ficción y documentales, una nacional (WIP de las Alturas) para películas en proceso y una de la región NOA para cortometrajes del noroeste argentino. Las competencias internacionales están integradas por producciones de Argentina, Bolivia, Chile, Colombia, Ecuador, Perú y Venezuela.
Daniel Desaloms, director artístico del festival, es un fervoroso defensor del cine andino.
-Después de dos años de recesión en la industria del cine, ¿cuál fue el resultado de las convocatorias impulsadas por el Festival de las Alturas? ¿Con qué material te encontraste?
Yo era bastante pesimista: pensaba que íbamos a tener problemas con el material, porque se produjo muy poco. Bajó muchísimo la producción, como también la concurrencia del público de las salas. Por eso, cuando convocamos en febrero dije que íbamos a tener que luchar metro a metro. Pero para nuestra sorpresa, espontáneamente hubo muchísima presentación de material: recibimos 150 obras. Y con muy buena calidad. A la vez, nosotros hicimos un seguimiento de algunas películas, hablamos con la distribuidora. No es que nos sentamos a esperar que caigan del cielo (risas).
-En la selección final, ¿notaste que hay algún género o alguna temática predominante?
Lo planteo al revés: en general, no se producen comedias. Hay que hacer una autocrítica: no es un género que atraiga a los jóvenes realizadores de nuestros países. Hay humor en algunas películas, pero la comedia está ausente. Los norteamericanos dominan la comedia y las animaciones, los géneros que más público atraen a lo largo de la historia del cine. Nosotros no tenemos producción destacada en ninguno de esos rubros. La única película de animación trascendente fue la obra maestra de (Juan José) Campanella, Metegol, la única que competía con la calidad de las grandes productoras de animación en Estados Unidos. En esta edición tenemos prevista una reunión con productores (como Vanessa Ragone) y directores para discutir estos temas.
-¿En qué géneros se va a hacer foco?
Lo que prima es el drama y el crimen, los dos géneros más comunes. Los jóvenes cineastas tienden a eso. Lo importante es que tenemos una excelente programación. Y que debemos pensar en el próximo paso: la gran batalla que tiene por delante el cine andino en su totalidad es recuperar público.
-El año pasado la película inaugural fue Karnawal, la ópera prima de Juan Pablo Félix que destaca y pone en valor los paisajes andinos. ¿Hay alguna producción de esta edición que tenga características similares?
La película de apertura es La pantalla andina, un documental de 45 minutos que está fuera de la competencia, dirigido por Carmina Balaguer, una periodista catalana que estuvo viviendo en Humahuaca -se enamoró del lugar y se instaló- y acompañó algunos de los viajes que hace el Cinemóvil. Entre esos viajes hizo una película con el periplo a Yaquispampa, un lugar a 20 kilómetros de Tilcara montaña arriba, a 4 mil metros de altura, que no tiene rutas ni conexión, para llevar el cine a una escuela donde los chicos nunca vieron una película. Es conmovedor el esfuerzo, el sacrificio y los riesgos que hicieron.
-Además de la ciudad de San Salvador, ¿se llevarán a cabo proyecciones en otras localidades de la provincia?
Sí: este año vamos a llevar el festival a nueve sedes. Volvemos a la presencialidad total, no solo en la muestra sino en las actividades. Lo hacemos mientras cada día se cierran cines en todo el país. Con extremos dolorosos como Formosa, que no tiene ni un solo cine. Nosotros queremos que gente de toda la provincia pueda ver estas películas gratis. Nuestro propósito sigue siendo el de formar audiencias, como desde la primera edición.
-Audiencias de un cine no frecuentado, como el cine andino.
Cuando nació el festival, hace ocho años, el objetivo era generar un punto de convergencia de la cinematografía de países con los que tenemos historias comunes. Pensamos que la cultura andina nos da una identidad muy particular.
Lo que percibimos actualmente es que el cine andino tiene un drama: el 90 por ciento de la distribución va a los majors y los tanques. La gente no ve cine local. Pasa en todos los países andinos. El desafío es recuperar público para este, nuestro cine.
Julia Montesoro