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Todo el cine y la producción audiovisual argentina en un solo sitio

DIRECCION EJECUTIVA: JULIA MONTESORO

Sebastián Schindel estrenó «La ira de Dios» en plataformas: «Mis películas no son fáciles de digerir»

Sebastián Schindel estrenó el miércoles 15 el thriller de suspenso La ira de Dios, adaptación del best seller La muerte lenta de Luciana B., de Guillermo Martínez, protagonizado por Diego Peretti, Juan Minujín y Macarena Achaga, constituido en un suceso en la plataforma de streaming Netflix.

-¿Cómo fue el trabajo de la adaptación de la obra al estreno?

Soy un fanático de la literatura de Guillermo Martínez y después de trabajar tantos años juntos, puedo decir con orgullo que soy su amigo. La muerte lenta de Luciana B es, de sus novelas, la que más me fascina. El proceso de adaptación a la pantalla fue un proceso habitual, junto al coguionista Pablo del Teso, con quien trabajo desde hace años.

-Es tu segunda producción para Netflix. ¿Qué requiere la plataforma para aprobar el proyecto?

No hay supervisión alguna. Trabajamos con total libertad artística, creativa y de producción. Es una película estrenada con la N roja pero es un producto independiente, con una sociedad creativa que tengo desde hace años con Buffalo Films, los hermanos Hori y Esteban Mentasti.

-La paradoja de estrenar en plataformas es que falta la voz del público, pero a la vez tenés devoluciones de espectadores de más de 150 países.

No sé si falta la voz del público. No tengo la experiencia de verla con el público, como en el teatro tradicional del convivio. Pero hoy por redes sociales recibo comentarios en todos los idiomas. Los espectadores conversan o discuten entre ellos. Hay una comunicación directa con el público. Días atrás me escribió un conocido que me dijo que en Italia la película es Top 10. Que escuchó una conversación de la película entre dos personas, se metió y les dijo “yo conozco al director” (risas).

¿Cuáles son las diferencias más importantes –artísticas y técnicas- entre filmar para una plataforma y para la pantalla grande?

En mi caso ninguna. Tanto Crímenes de familia como ésta las pensé y filmé para el cine, sabiendo que después iba a terminar en una plataforma. Forma parte de camino natural de las películas que pretenden tener algún tipo de recorrido masivo, cierta relevancia comercial. No fue un proyecto para plataformas: yo hice una película. La coyuntura actual hace que hoy la plataforma compita con las salas. La forma de consumir cine está cambiando.

-¿Pensás en términos de pantalla grande?

Desde ya. Estreno para las salas. Me gustaba cuando iba a las salas al azar y me quedaba en el fondo, para respirar las películas con el público. En esta oportunidad solo lo pude hacer dos veces, en las funciones para invitados. Las vi a las dos y me metí en el medio de la sala para tratar de respirar lo más posible ese clima, que después no voy a poder experimentar más, porque cada uno lo verá en su hogar. Es una pena, pero por otro lado la ganancia es que hoy en Italia se está hablando de la película.

-¿Lo tomás como un camino alternativo, transitorio, o creés que ya no hay marcha atrás?

Si uno ve cómo está el mercado cine argentino hoy, las películas argentinas que se estrenaron en 2022 y tenían cierta proyección comercial, no anduvieron nada bien. Películas buenas, con grandes estrellas, veteranos directores, que no funcionaron de público. Los inversores deben haber perdido plata. Hacer cine es muy costoso y los inversores no quieren perder. El público, si bien de a poco vuelve a las salas, es más joven y consume productos de Hollywood, de superhéroes. Para un público más adulto, se hace difícil estrenar en las salas, permanecer y que tenga un mínimo de factibilidad económica.

Con el avance de las plataformas, la forma de consumir cine y el mercado todavía se están reacomodando. Se están probando variables y distintas estructuras: estreno en salas y dos semanas después en plataformas; estreno en forma simultánea en salas y plataforma. Estamos en un proceso de transición. Ojalá terminen conviviendo sanamente.

-Y el mercado local además tiene otro tipo de dificultades.

Y con un público muy polarizado: el que consumía cine argentino no está volviendo mucho a las salas. Y aparte sabe que lo va a tener en una plataforma; entonces la espera. Me pasó de ver una película en cine y volverla a vez en la comodidad de mi living.

-Macarena Achaga pertenece a otra generación y a otra formación: viene de la televisión y las series. ¿Hay diferencias entre dirigir a alguien como ella y a actores con otra formación, como Diego Peretti y Juan Minujín?

Con cada actor el tratamiento es distinto. Cada uno tiene su método, su fórmula y le gusta ser dirigido de otra manera. Parte del desafío que voy aprendiendo película a película es ir conociendo al actor en cuestión y descubrir cuál es la mejor fórmula de llevarme con él desde lo artístico. Ellos, pero también Joaquín Furriel, Cecilia Roth o Miguel Angel Solá fueron por caminos muy distintos. Lleva varias semanas encontrar ese camino. A lo mejor uno lo encuentra. pero recién en la mitad de la película.

-Tu obra está estrechamente vinculada con el thriller, con El patrón: Radiografía de un crimen, El hijo y Crímenes de familia. ¿Qué encontrás en el género que te representa, que te da tu propia voz?

El patrón tiene un contenido más social, más allá de que tiene cierta estructura de thriller. El hijo y La ira son ficciones, más género puro, adaptaciones de novelas. El género -sea policial, thriller o una película de juicios- es una cáscara. Me sirve para poner un contenido adentro. La forma sirve para hacerla más llevadera, como en El patrón o en Crímenes, donde hay un misterio para resolver. Eso hace que las películas –quiero creer yo, no lo sé- puedan ser más exitosas. Al coquetear con un género, es más mostrable para un público más amplio. Pero lo importante no es eso sino otra cosa.

-Te interesa incluir el aspecto social. Tiene que ver con tu formación como documentalista.

A mí el conflicto de la realidad me llama, me conmueve. Eso es lo que después puedo convertir en una historia, un guion.

¿Qué recursos de tu etapa como documentalista aplicás para la ficción?

El documental me dio el oficio de observar la realidad, más allá de que después lo que construya sea una ficción. En el caso de La ira, una ficción corrida de la realidad, con cosas extrañas que ocurren y que son casi como una realidad paralela. Pero esa observación me permite darle cierta impronta a las películas. Si bien no hago documentales en los últimos años, es algo que amo. Hace quince años soy docente en la Escuela Nacional de Cine y mi materia es el documental.

-¿Qué creés que ven en el resto del mundo de esta película realizada en Argentina, con un conflicto que tiene resonancias locales?

Hay algo de lo local que también es universal. Hace dos años vi The hater, una película polaca que me encantó, por Netflix. Si bien es un conflicto muy polaco, acerca de un tema de redes sociales y política, donde gana la nueva derecha, la manipulación de redes sociales es trasladable a cualquier país. Puede pasar en Argentina.

Los conflictos humanos son universales: el acoso, el abuso, la venganza, la obsesión. Después uno le da el sabor local.

-¿Pensás en el espectador?

Todo el tiempo: cuando escribo o dirijo. Pero también le exijo. Mis películas no son particularmente fáciles de digerir.

Julia Montesoro

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