Rodrigo Fernández Engler dirige Yo, traidor, thriller político protagonizado por Mariano Martínez, Jorge Marrale, Arturo Puig, Mercedes Lambre y Osvaldo Santoro, que se estrena el jueves 6 de enero exclusivamente en salas. Rodada en Argentina y Estados Unidos, el realizador describe una historia de pérdidas y reencuentros, caídas y redenciones.
–Yo, traidor llega a las salas después de un año donde gran parte de las películas se estrenaron en plataformas. ¿Evaluaste esa posibilidad?
Las películas se hacen para estrenarse en cine. Por lo menos, esa es mi percepción; más teniendo en cuenta que Yo, traidor se filmó antes de la pandemia, entre agosto y octubre de 2019. Nunca fue concebida como una película para plataformas sino para los espectadores y el público. Por eso también la elección del elenco, la historia y la factura técnica. Si bien nos sentimos frustrados en un comienzo por la imposibilidad de estrenarla en salas de cine, llegamos al 6 de enero como lo quisimos desde el primer momento.
La guardamos porque pudimos guardarla: a veces no se puede guardar una película y hay que estrenarla a como dé lugar. Nosotros, gracias a Dios, pudimos guardarla y esperar la reapertura de las salas.
-¿Cuál fue el origen del proyecto?
Esta es la película más personal de las tres que me tocó dirigir. Surge desde el dolor y desde la pérdida de mi papá -que se fue muy joven, a los 66 años-, y termina con mis hijos. La primera versión del guion la escribí solo (después se sumó Mario Pedernera, con quien coescribimos la versión que finalmente se filmó) en 2008, desde el dolor por haber perdido a mi papá un año antes. El guion estuvo guardado durante muchos años en un cajón y vio la luz más de diez años después, cuando fui papá (tengo dos varones). Se abrió el círculo con la pérdida de mi papá y se cerró con el nacimiento de mis hijos.
-¿Está relacionada con la parábola bíblica del hijo que se va y reaparece después de un tiempo?
Sentí la necesidad de contar esta historia basada libremente en la parábola del hijo pródigo. No es una película religiosa -no es lo que buscamos- pero está inspirada en esa historia de este padre que tiene dos hijos y habla del hombre como ser creacional, no tanto como género sino como ser creacional (porque podría ser una mujer), que es pródigo, que se va por un tiempo, que se equivoca, que le va mal y, que finalmente, vuelve. Es una historia de redención, de segundas oportunidades y, aparte, es una historia universal, conocida por muchísima gente que trasciende las religiones y las culturas. Por eso me parece que es una historia tan vigente.
-Y se remarca el reencuentro, la posibilidad de reencontrarse -con un padre o con un hermano, en este caso-, pero también consigo mismo, que es lo que le ocurre al personaje de Mariano Martinez en ese periplo que inicia buscando un destino y, después, trazando otro, ¿no?
Sí, la premisa es esa. Es un reencuentro, un viaje. Un viaje en el más amplio sentido de la palabra: geográfico porque el tipo se va a una tierra lejana y espiritual consigo mismo, con su padre, con su hermano y con su madre, también, desde otro lugar. Es una historia de reconciliación y de segundas oportunidades. Nosotros en el póster pusimos: “esta es la historia de todos nosotros”. Creo que realmente es así: por más que muchos no caigamos de la forma en que cae Máximo, todos en algún momento de la vida fuimos, somos o vamos a ser pródigos, nos vamos a alejar de nuestros afectos y del propósito que tenemos para, después, reencauzarnos.
-¿Con qué se querés que se encuentre el público cuando vaya a ver Yo, traidor?
Con un drama que tiene visos de thriller y algo de política también. Pero sobre todo se va a encontrar con una historia entretenida, que tiene ritmo, que mantiene al espectador en vilo. Por lo menos en algunas proyecciones que hicimos de manera privada para la prensa, los actores y algunos públicos en particular, tuvimos esa devolución.
Es una historia para el gran público, para todo público. Me gustaría que el espectador se encuentre con una película entretenida, con buenas actuaciones pero, por sobre todas las cosas, con un mensaje. No concibo el cine si no dejo un mensaje que ayude a las personas a recapacitar y, en este caso en particular, a reencauzarnos.
-¿Cómo llegaste a la decisión de que Mariano Martinez encarnara el rol protagónico, componiendo un personaje dramático?
Para ser totalmente honesto, fue improbable. Todos sabemos cómo es nuestra profesión: el cine es algo muy complicado. A veces uno piensa en un actor o una actriz y después termina siendo otra persona. Esto fue lo que pasó con el personaje de Máximo Ferradas: no iba a ser Mariano, sino otro actor con el cual siempre quise trabajar. Habíamos estado hablando durante más de un año sobre este proyecto y, finalmente, no pudimos hacer coincidir las fechas.
Tres o cuatro meses antes de filmar nos faltaba nada más y nada menos que el protagonista. Por consejo de uno de los productores surgió el nombre de Mariano Martinez. Lo evaluamos, lo contactamos y a Mariano le encantó el guion. Leyó el guion en un vuelo de Buenos Aires a Asunción. Cuando aterrizó me llamó para decirme que le había gustado mucho. Él tuvo un compromiso con su personaje desde el momento cero. Entendí que tenía que ser él: hay un dicho que dice “lo que ocurre, conviene” y terminó siendo así. Mariano está en un registro totalmente distinto a lo que estamos acostumbrados a verlo. Eso es lo que hace atractiva a la película, también.
-Él es el protagonista y está rodeado, también, de un elenco muy importante. ¿Estos otros personajes fueron surgiendo una vez que estaba tomada la decisión de que era Mariano Martinez el protagonista? ¿Trabajaste haciendo castings?
En lo personal no hago castings. Tengo una opinión formada sobre el tema de los castings que, a veces, es una cosa de mucha suerte. Podés tener un gran actor o actriz que tuvo un día malo e hizo un casting malo, o por ahí un artista que justo una escena la hizo muy bien y a lo mejor, no rinde mucho. Además, con el nivel de artistas que tuvimos en la película, no es necesario hacer castings. Contrariamente a lo que pasó con Mariano, el resto sí estaban predestinados o elegidos. Con Mario Pedernera -el director de casting-, hicimos un borrador donde soñábamos. Soñábamos con (Jorge) Marrale, con (Arturo) Puig, con Mechi (Lambre), con (Osvaldo) Santoro, con Sergio Surraco. Pensábamos que alguno no iba a poder estar, pero terminaron estando todos y eso fue algo realmente muy bueno. Para un director, poder trabajar con este dream team hace las cosas mucho más fácil y más placenteras porque, además, son excelentes personas más allá de lo artístico. Ellos estaban considerados desde el primer momento. A ninguno lo convencimos con la billetera o con la chequera: siempre lo aclaro, lo que les gustó fue el guion.
-La película se filmó en dos países: en Argentina y en Estados Unidos. ¿Qué complejidades adicionales tuviste que afrontar?
Había muchas cosas que podían salir mal, ¡estaba todo preparado para que salga mal! Gracias a Dios salieron bien. El primer desafío fue hacerle creer al espectador que hubo escenas filmadas en Estados Unidos que tenían que pasar por Argentina. Tenía que ser así por muchas razones. Entre otras, porque una de las entidades que financiaron parte de la película fue la Oral Roberts University, de Oklahoma. El acuerdo implicaba filmar escenas en Oklahoma y darle participación a algunos alumnos de la carrera de cine. Tuvimos que trabajar con algunos estudiantes y fue un desafío, pero todo salió muy bien. Fue un aprendizaje muy interesante.
-¿Estaba Estados Unidos en la historia que concibieron originalmente?
No, apareció después. Y es lo que permitió crecer a la película. Hay una determinada parte en la película donde los protagonistas se juntan con un empresario norteamericano en Estados Unidos. Originalmente, el guion contaba que hablaban con un español a través de una videollamada y no personalmente. Cuando apareció la Universidad, sin desnaturalizar el relato, se decidió filmar en Estados Unidos. No estaba planificado. Pero el cine tiene mucho de azar. A veces puede ser perjudicial y otras, como en este caso, te permite crecer.
-¿Qué puntos de contacto tiene con tus películas anteriores, Carta a Malvinas y Soldado argentino sólo conocido por Dios?
Las tres películas son iguales en el relato, en el discurso, en el mensaje, aunque Soldado argentino esté enmarcado en la guerra de Malvinas. La próxima película, que se filmará en abril, tiene un relato parecido a ésta, siempre lo mismo. Me llegué a replantear la posibilidad de cambiar porque tienen muchas cosas en común: viajes, personas que se pierden y que vuelven, reencuentros, segundas oportunidades. Alguien me decía que hago terapia con el cine, que pruebe con un psicólogo que es más barato. Pero el cine es más más lindo y además genera trabajo (risas).
Julia Montesoro