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DIRECCION EJECUTIVA: JULIA MONTESORO

Hernán Guerschuny será showrunner de «Pepita la Pistolera»: «Las plataformas, como los productores, también buscan emocionarse con las historias»

Hernán Guerschuny será el productor general de la serie Pepita la Pistolera, biopic de la mítica justiciera fallecida en septiembre de 2009 a los 61 años. Tal como anticipara GPS Audiovisual, Zeppelin Studios, la compañía del propio Guerschuny y Lucas Jinkis, estará a cargo de esta ficción con destino de plataforma.

Margarita Di Tullio (el nombre real de Pepita la Pistolera) regenteó durante décadas whiskerías en la zona del puerto marplatense y fue autora de un triple homicidio calificado, del cual fue absuelto. Pero también rescató mujeres víctimas de la trata.  

Además de este proyecto, a lo largo de la pandemia Guerschuny dirigió un episodio del largometraje Murciélagos y la segunda temporada de la serie Casi Feliz, participó en una escena de UPA 3 y concluyó la grabación de la serie Días de Gallos.

-¿Qué te atrapó de Pepita la Pistolera?

Cuando uno busca proyectos para plataformas, piensa en una serie de valores para que ese proyecto llame la atención. Pepita tenía todos los tags: es la primera mujer que ascendió en el hampa argentina; es una historia de época en Mar de Plata; tiene un costado muy feminista. Y además, es muy visual: cuando leíamos los diferentes hitos de su vida lo veíamos en imágenes.

-En ninguna de tus biografías encontramos la palabra showrunner. ¿Vas a ser el showrunner de Pepita la Pistolera?

Posiblemente. En la productora que fundamos hace más de un año y medio con Lucas Jinkis -amigo con quien decidimos hacer cosas juntos a nivel profesional-, en el perfil que elegimos pensamos en cosas que nos calienten, que nos gusten. No solo ser una fábrica proveedora de plataformas, sino hacer proyectos donde podamos imprimirle nuestra visión artística. En ese sentido, ser showrunner no es más que lo que vengo haciendo desde que empecé en esto, que es pensar un proyecto desde que empieza hasta que termina. La mitad de la cabeza es puramente artística y estética y la otra mitad es productiva e industrial. El arte de esta actividad es tener ambas mitades funcionando al mismo tiempo. Es tratar de entender las necesidades de producción y que estén comulgadas naturalmente con las necesidades artísticas. Eso es ser showrunner. El cineasta independiente lo hace todo el tiempo. La diferencia es que ahora se suma un nuevo actor: las plataformas. Es un cliente conformado por un montón de gente muy formada y muy preparada, y que también responde a una política de programación de la empresa.

-¿Se puede ser showrunner de una serie y al mismo tiempo despojarse de las ganas de dirigir?

-Y… se puede. Y en un costado, además, lo agradecés. Porque además a medida que uno va creciendo -tengo 47- el set se torna muy exigente. Las series son muy largas. Días de gallos duró 101 días de rodaje más varios meses previos de preproducción. Como showrunner ves el cuadro completo, con mirada de halcón, y no tenés que estar en el día a día de cada toma, trabando cada pelota. Lo disfruté muchísimo, porque pude administrar mejor las energías. Como dijo (Werner) Herzog: el cine es una actividad más ligada a lo físico que a lo artístico.

-¿Qué elementos debe tener una historia para que te interese como productor?

Es eso que remite lo más básico de uno y a su más temprana infancia: el famoso cuentito que te atrape. Como cuando alguien te cuenta una historia y tenés ganas de seguir escuchando. Cuando uno se mete en la industria aparecen un montón de condicionantes a la hora de que un proyecto tenga green light. Pero lo más importante sigue siendo eso: que la historia te atrape, te emocione, te capture.

-Después de Pepita la Pistolera llega otra mujer criminal, Nahir Galarza. ¿Hay un patrón común entre ambas historias?

No. Incluso hasta el género es distinto. Pepita la Pistolera es una biopic. El otro es un caso policial muy particular, en el cual hay un personaje fascinante en términos de arte dramático, como el de Nahir. Tiene todo lo que le pedís a un buen personaje que es contradicción, intriga y un montón de capas psicológicas.  

-¿En qué medida trabajar para una plataforma limita o condiciona las decisiones artísticas?

-Yo venía del cine independiente, con prejuicios, pensando que WarnerMedia es un lobo gigante. Y me di cuenta cuenta que la gente que trabaja allí también quiere emocionarse con las historias. Y las conversaciones siempre terminan pasando por ahí. Por supuesto que tienen criterios de programación. También tienen estudiado cosas que funcionan mejor que otras. Pero son solo moldes: lo único que importa es lo que hay adentro y que eso emocione, cautive. Como decía, nosotros solo concebimos este trabajo porque nos apasionan los proyectos. Si no, no podríamos hacer esto solo por encargo.

-Después de rodar tres largometrajes, ¿cómo fue la transición de dirigir cine a una serie para plataformas?

-Muy natural. La primera serie que hice es Casi feliz, una especie de continuación de la relación amistosa y creativa que tengo con Seba Wainrach, con quien habíamos hecho Una noche de amor.

Con el mismo espíritu, tono y ritmo de la película, craneamos la serie. Y nos dimos cuenta de que nos permitía otras libertades. El cine es más limitante porque todas las escenas tienen que estar justificadas y cada palabra tiene que tener un porqué. En una serie podemos divagar con un personaje. A pesar del prejuicio de que trabajaba para Netflix, tuve mucha libertad. Y otro tema importante fue la certeza de que a fin de mes cobraban todos los técnicos. Cuando hacés cine independiente todo el tiempo perseguís la cuota del INCAA, viendo que el rulo financiero cierre. Estás todo el tiempo sintiendo que lo que pensaste no lo vas a poder hacer.

-Desde tu lugar de productor, ¿cuál creés que es el futuro de la industria audiovisual?

-Más allá de que te guste o no, hay un cambio de paradigma muy claro. Hasta hace muy poco tiempo todo lo que se producía venía de dos polos: el Instituto del Cine como fuente de financiación principal y lo que venía de la televisión. Ese modelo hoy explotó.

En el Instituto, por los diferentes vaivenes de los gobiernos y la burocracia los planes de negocio de las películas se redujo muchísimo. Porque no se actualiza el costo medio y por cuestiones técnicas que hacen que cuando cobrás ese subsidio termina siendo un costo muy marginal. Por otro, los grandes estudios donde se producía televisión entraron en crisis, por cuestiones que tienen que ver con los consumos, por la publicidad que migró a otros medios. Hoy, los grandes productores -como en las viejas épocas de Hollywood eran los grandes estudios- son las plataformas. Tenemos que aprender a llevar nuestro talento a esos grandes estudios.

Julia Montesoro

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