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DIRECCION EJECUTIVA: JULIA MONTESORO

Javier van de Couter estrena «Implosión»: «Necesitaba explorar nuevas formas de puesta en escena»

Javier van de Couter estrena Implosión, su segunda película, una ficción basada en la masacre de Carmen de Patagones ocurrida en septiembre de 2004, cuando fueron asesinados tres estudiantes por un compañero que disparó en el aula, y que aún conserva secuelas emocionales en la memoria de la población.

Implosión, que acaba de ganar el Gran Premio de la Competencia Oficial Argentina del Bafici, está protagonizada por Rodrigo Torres y Pablo Saldías, dos testigos del episodio que se interpretan a sí mismos en un viaje de más de mil kilómetros, para intentar reencontrarse con aquel compañero de clase al que los une un pasado doloroso.

-¿Cuánto influyó en vos el hecho de ser oriundo de Carmen de Patagones para hacer Implosión? ¿Qué cercanía –geográfica y física- tuviste con el caso?

Soy nacido y criado allá. Mi familia y mis amigos viven allí. Si bien yo no estaba en 2004, mi conexión con lo ocurrido fue familiar, doméstica: me enteré por un llamado de mi mamá. Las víctimas no eran nombres ni estadísticas sino vecinos, conocidos, amigos. Mi recuerdo más cercano es la conexión con esa tristeza, esa consternación que me manifestó mi mama en ese contacto.

Esa identidad que sentía con Carmen de Patagones no siempre colaboró, porque había que tener objetividad y meterse de lleno en ese universo. En el proceso del proyecto, influyó y me generó muchas dudas y resistencias. Ser de ahí me facilitó un montón de cosas, pero también hubo un trabajo interno de abordaje, de ver por dónde entrar al tema.

-En la película, los protagonistas viajan de Patagones a La Plata como una forma de exorcizar el dolor y de buscar, más que una venganza, la necesidad de mantener la memoria viva. ¿Cuánto de esos sentimientos estaban en el origen de la propuesta y cuánto te enriqueció el aporte de ellos, Rodrigo y Pablo?

Empecé viajando a Patagones para filmar, más que nada para hacer el retrato del pueblo. Nunca había tenido la idea de ir en el momento del hecho. Después, cuando surgieron las conversaciones con Pablo y Rodrigo, ellos me dieron la pista. Por un lado, Rodrigo tenía el deseo o la fantasía de reencontrarse con aquel compañero que lo había lastimado en la adolescencia, algo que me conmovió. A la vez, Pablo tenía otro proceso: no tenía esa necesidad.

Diseñamos el conflicto a partir de esas pistas: no simbiotizar los dolores o los duelos, entender las maneras de procesarlos. El aporte de ellos es una de las líneas que se sostienen durante el relato.

Fue un trabajo de cinco años, donde a diferencia de otros guiones hubo un proceso más directo: viajaba a Patagones, filmaba una secuencia con ellos, volvía y me sentaba con Anahí (Berneri) para pensar. En esa interacción con ellos, con guiones que a veces leían y a veces no, y que yo leía con ellos, llegamos a la versión final. El guion está impregnado por la mirada y la subjetividad de Pablo y de Rodrigo. Si bien no nos sentamos a escribir con ellos hubo espacios de discusión permanente.

En cuanto al viaje, surgió porque los tres necesitábamos distanciarnos de Carmen de Patagones. Para poder mirar con un poco más de distancia, sorprendernos y rehacernos las preguntas desde el lugar de adultos.

-¿Cómo aparecieron Pablo y Rodrigo en el proyecto?

Los dos atravesaron problemas de salud. Pablo estuvo muy comprometido. Más allá de que conozco a su mamá y a su abuela, tuvimos un encuentro casual, cuando era adolescente, mientras yo estaba haciendo entrevistas a un docente. Fue una visión muy poética: era un adolescente con capucha y me quedé pegado a esa imagen. Con Rodrigo me pasó algo parecido, cuando lo escuché en una entrevista y me conmovió. Cuando fui a buscarlos para el proyecto tuve muchas resistencias al principio. Hubo que convencerlos.

-No son actores, pero incorporaron tonos, miradas y gestos propios de la actuación.

Si bien escribo desde siempre, mi primer lenguaje es la actuación: soy egresado de lo que antes se llamaba Conservatorio Nacional de Arte Dramático. Exploré algunas herramientas del lenguaje para ingresarlos en ellas. Acordamos en hacer una ficción en la que íbamos a entrar y salir, algo que se llama acción y corte. Fue un proceso de muchos ensayos, en los que siempre busqué un actor entre el grupo de no actores. Hubo mucho de montaje, de material tirado a la basura y de insistir para meterlos en ese sistema actoral. Ellos también aportaron tienen su carisma y su impronta natural.

-Aunque se trata de una ficción, se usan recursos del documental (cámara en mano, no actores, un caso real). ¿Qué porcentaje estuvo guionado y cuánto se resignificó al ser interpretada por ellos?

A diferencia de mi primera película, exploré nuevas formas de puesta en escena. Busqué estar perdido, sin saber a dónde ir. Mis primeros viajes a Patagones fueron para ir de pesca, buscando. Un poco enamorado del estilo de Nan Goldin o de Larry Clark. Esas herramientas, propias del documental, le dieron el tono a la película. Con esas experiencias fui escribiendo el relato –aunque fue un proceso de ida y vuelta- y encontrando cómo quería mostrar las escenas, como la que transcurre en el asiento de atrás de la camioneta, o las nocturnas.

-¿Cómo definiste que los protagonistas debían ser dos?

(Piensa) Fue un tema… Yo abordé la historia yendo a conversar. Con las familias, con las mamás. Pidiendo permiso. En el caso de ellos, primero hable con las madres, a pesar de que ya eran adultos. La cercanía me dio esa familiaridad.

Fueron dos chicos que estuvieron muy delicados, estuvieron mucho en terapia y el pueblo hasta hizo un abrazo para ellos. Yo escuchaba sus nombres en conversaciones y llegué naturalmente a los dos. Al encontrarlos, advertí que tenían puntos de vista encontrados, que no estaban en procesos similares. En relación a la búsqueda, al caso, a la decisión de lidiar con ese pasado, a lo que hicieran con sus vidas. Por eso era interesante que fueran dos, para marcar las diferencias en la construcción de los personajes.

-¿Hubiera existido Implosión si no fueses de Patagones?

Mmm…No…No.

Julia Montesoro

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