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DIRECCION EJECUTIVA: JULIA MONTESORO

Diego Cremonesi: «La sobreexposición me hace sentir incómodo»

Como si se revirtiera en un mismo momento los difíciles meses de la inactividad y la incertidumbre, a Diego Cremonesi le toca en estos días transitar una sucesión de estrenos y rodajes. El pasado jueves 28 se estrenó Tumba para tres, de Mariano Cattáneo; Telefé puso en el aire Monzón; está rodando Chau Buenos Aires, de Germán Kral; tuvo una participación en Desarmadero, de Eduardo Pinto y como si fuera poco, la serie Entre hombres tendrá su estreno mundial en la Berlinale Series, en los primeros días de marzo.

-¿Cómo transitaste emocionalmente el 2020?

Duro. Siento que si uno se pone a hablar en profundidad de lo que sufrió, se está victimizando en un contexto en el que todo el mundo la pasó muy mal. Pero fue muy difícil desde lo personal, lo laboral, lo económico… ¡desde todo punto de vista! Lo sigue siendo, es una situación muy compleja para mí. A medida que me fui poniendo nuevamente en contacto con amigos y colegas me doy cuenta de que para todo el mundo fue tremendamente difícil. ¡Y que Instagram es mentira! Todo eso que vemos en las redes, toda esa gente sonriendo y bailando es gente medicada.   

-Las redes sociales en cierta forma son la versión feliz de todos nosotros, quizás no hay que tomarse en serio lo que pasa allí. Vos igualmente no estás mucho en las redes, a pesar de que tenés muchos seguidores.

Sí, y he recibido algunas críticas por no responder, pero me cuesta sostener el trabajo que implica y el lenguaje de las redes sociales. Sí me parece que es una herramienta espectacular, y que para los actores y los actores está buenísimo porque nos permite mostrar lo que hacemos, hacer publicidad de nuestros proyectos. Yo todavía estoy tratando de entender cómo debería ser y de redescubrirme un poco a mí mismo en ese aspecto. Hay algo de la sobreexposición de lo personal que no me hace sentir cómodo. Me parece que cada uno tiene que hacer lo que lo haga sentir genuino y ser honesto con uno, y trato de respetarme en ese sentido.

-¿Decidiste transitar la pandemia sin afeitarte?

Sí. Pretendí que me crezca y quizás filmar algo con barba. En un momento perdí las esperanzas y me la corté bastante. Y justo me llamó Edu Pinto, así que no llegué con la barba que podría haber tenido. Pero más que un look buscado es como decir “esto es lo que el año hizo de mí”.

-¿En qué consistió ese llamado de Eduardo Pinto?

Hasta ese momento estaba sin actividad. Filmé solo una jornada. Fue casi sanador, porque fue lo primero que hice en casi un año. La hicieron los hermanos Pinto y Luciano Cáceres en diez días, hecha con y por gente que viene laburando juntos hace un montón y que apuestan al encuentro artístico. Y que en un momento de crisis alta y álgida se junta a hacer cine. Fue salir a actuar con gente amiga y que uno quiere, contra la depresión y la pandemia, como forma de rebelarnos un poco. Estuvo buenísimo haberlo hecho, para salir del ostracismo en el que estábamos. Yo venía de estar con una barba larga de la cuarentena y tenía muchas ganas de poder explotar algo de ese look pandémico, de esa mezcla de depresión y desocupación que también da mucha carga actoral y física. Con Eduardo ya había hecho La sabiduría y disfruté muchísimo de filmar con él.

-Volvés a hacer un marginal, algo que te dio muchas satisfacciones.

Cada vez que me hacen ponerme una corbata o una camisa digo “epa, ojo”. En ese sentido, Monzón significó para mí una apuesta por parte de la producción y del director a mi versatilidad, a que puedo hacer otro tipo de personajes. El personaje que interpreto en Chau Buenos Aires también es una apuesta. Muchas veces te llaman por cosas que ya saben que te salen bien: suelen pedirte que vayas a lo seguro. Por eso se valoran tanto las apuestas: no te vieron hacer algo pero confían igual. En general, pretendo que las posibilidades actorales me permitan mostrar distintos tonos de actuación para poder jugar y no quedar anclado a una sola cosa.

-¿Te sentías encasillado a partir de tu trabajo en El marginal?

Más o menos. Tengo la suerte de hacer muchas cosas y muy distintas. Por ejemplo, en El tigre Verón: si bien es un personaje que también está ligado a lo marginal, es completamente otro tono, otro color. Es un ser detestable: malo, miserable y cobarde. Me gusta interpretar ese tipo de personajes: en general tienen mucho juego, mucha cosa lúdica. Aunque está bueno que piensen que puedo hacer de gente que estudió en la universidad también.

– En estos días estás retomando otra película: Chau Buenos Aires, de Germán Kral.

Retomando lo que se interrumpió con el principio de la pandemia. Es una película con la cual yo tenía muchísima ilusión porque mi personaje es muy importante. Es un bandoneonista de un grupo de tango conformado por grandes actores como Carlos Portaluppi, Rafael Spregelburd, Manuel Vicente, y también trabaja Marina Bellati. Cuando se interrumpió, quedé en stand by.

-¿Cómo llegaste a ese papel? ¿Qué tiene que tener un papel para que vos aceptes hacerlo?

En este momento el nivel de elección baja: uno quiere salir a laburar. Quizás hay cosas que hubiera dicho que no en otro momento. Pero en una situación de necesidad salís a hacer. A veces hay papeles que son un desafío por el personaje: en este caso es un desafío desde el personaje y también desde la apuesta que se hace en la producción, porque es un protagónico y es el primer papel de esas dimensiones que hago. Venía haciendo papeles que acompañaban, pero no me había sucedido sostener la trama y la tensión de la pantalla durante toda la película. Además tiene una cuestión musical muy potente: la banda sonora está grabada por grandes músicos. Yo siempre siento que quiero honrar el laburo de aquellos que represento. En este caso quisiera que los bandoneonistas que ven el trabajo que hice me den el pulgar para arriba.

– ¿Cómo se dio tu relación con el bandoneón?

Estoy conviviendo con uno hace más de un año. Había empezado a tomar contacto en diciembre de 2019 con un coach. Llegamos a filmar algo pero después se detuvo. Es muy difícil lograr naturalidad si no tenés práctica. No tiene mucho misterio: es tiempo y laburo.

-En Una tumba para tres, actualmente en Cine.ar es totalmente distinta la propuesta, son héroes políticamente incorrectos.

Es una comedia trash, una comedia punk. La filmamos ya hace más de dos años y nos divertimos mucho haciéndola. Es un tipo de película que necesita de una mirada muy potente por parte de la dirección, en relación a qué busca y qué quiere lograr. Hay una entrega grande a la mirada del otro, a la cuestión lúdica y a confiar que ese encuentro y ese poco tiempo compartido va a tener un resultado positivo. Tengo esperanzas de que funcione el tono. Uno a veces trata de ser muy cuidadoso, muy técnico cuando trabaja y otras veces te largas más a jugar. Y esta película fue un poco un tirarme a la ventana, a probar cosas desde lo expresivo y lo actoral.

-También se frenó el estreno de Entre hombres, una superproducción de HBO ambientada en los 90 en Buenos Aires. ¿Cómo fue tu participación?

Tengo un personaje soñado. Es un proyecto de alto vuelo, lo dirige Pablo Fendrik y somos un elenco muy amplio, muy coral. Conformo una dupla de ladrones con Nico Furtado, unos delincuentes muy particulares, que son familia, una especie de matrimonio. Diego Andrasnik, el productor artístico, me propuso de entrada. Tuve que pasar varias pruebas y castings, para que me vea la gente de HBO. Es de esos proyectos que me da mucha alegría haber podido jugármela tanto, porque le dije que no a varias propuestas difíciles de pasar. Es de esas apuestas que sabés que si te sale bien, sale buenísima.

Julia Montesoro              

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