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DIRECCION EJECUTIVA: JULIA MONTESORO

Lucas Santa Ana estrena «Yo, adolescente»: «Me interesa tratar la búsqueda de la identidad sexual»

El jueves 23 de julio se estrena Yo, adolescente, de Lucas Santa Ana, drama adolescente basado en el best seller autobiográfico homónimo de Zabo (Nicolás Zamorano), encarnado por Renato Quattordio. Malena Narvay, Thomas Lepera y Jerónimo Giocondo Bosia lo secundan en los roles centrales. Se exhibe en Cine.ar TV a las 22 y se repite el sábado 25 a la misma hora. A partir del viernes 24 estará disponible en forma gratuita en la plataforma Cine.ar Play durante siete días.

Es un relato crudo sobre todo lo que le acontece al protagonista tras el suicidio de su mejor amigo, ocurrido la noche de la tragedia de Cromañón. Con 16 años, el universo de sus afectos se resignifica. La familia, las amistades y los romances adquieren una nueva dimensión. La exploración de la sexualidad y de los encuentros entre amigos –descontrol incluido- sirve como analgésico para atenuar el dolor por el abrupto descubrimiento de la muerte. Zabo transita por los bordes para empezar a reconocer sus debilidades y sus responsabilidades.

Lucas Santa Ana dialogó con GPS audiovisual acerca de Yo, adolescente.

-¿Cómo llegó el libro Yo adolescente a tu vida?

Después de estrenar El puto inolvidable en 2017, empecé a pensar en cuál iba a ser mi próximo proyecto. Me acordé de la novela que había escrito mi amigo Zabo, allá por 2005 o 2006, que no había podido leer. Le pedí que me mandara los manuscritos y me contestó con muchos reparos: ‘mirá que los escribí a los 16, no sé con qué te vas a encontrar’. Lo cierto es que me devoré la novela en un fin de semana: estaba buenísima. Me pareció superinteresante que un chico de 16 pudiera, a menos de un año de la tragedia de Cromañon, empezar a ponerle palabras a ese dolor que tenía la sociedad. Y especialmente a los adolescentes, que perdieron un montón de espacios de esparcimiento.

Me pareció muy potente cómo puso en palabras el dolor del suicidio de un amigo, cómo pudo darle forma de una manera tan elocuente y narrativa. Allí había una película.

-¿Cómo era tu relación con Zabo y qué pensaba de la propuesta?

Nos conocíamos de unos diez años antes a través de las redes sociales -twitter, blogs- y de amigos en común. Solo tuvimos que pensar cómo llevar el proyecto a cabo: lo trabajamos juntos, y siempre fue muy agradable.

-¿Qué partes del libro advertiste que servían como ejes narrativos para la película?

Encontré una novela dividida en dos partes. La primera tiene que ver con un ensayo sobre la adolescencia. Arranca con un manifiesto diciendo qué es ser adolescente. A partir de allí dice cuál es la música que escuchamos, cómo debe ser nuestra relación con los amigos y con nuestros padres. Es poco narrativa y más difícil de adaptar. Al llegar a la segunda parte se empiezan a presentar conflictos para tapar ese dolor del suicidio del mejor amigo. Ese fue el eje narrativo que tomé. Después traté de incluir aquellos elementos que tienen que ver con los ensayos de la primera parte.

-Tu película anterior, El puto inolvidable, es un documental. ¿Qué elementos en común encontraste con la ficción?

Gran parte de mi obra (tanto en teatro como en cine) trabaja en temáticas de identidad sexual. No escapo a eso en esta película. También hay una cuestión del protagonista que está en ese momento efervescente de la adolescencia donde uno empieza a definirse: primero le gusta una chica, después un chico, después le gusta otra chica y después otro chico. Hay algo de la temática que es inherente a mí, ya sea en el documental o en la ficción.

-¿Renato Quarttordio fue la primera elección para el protagónico? ¿Qué te convenció de él?

Renato vino a castear para otro personaje. El día que llegó al casting me dijo ‘Ah, primero me habías tirado Zabo’. Y le contesté: ‘qué raro que no te dieron Zabo para estudiar, entonces’ (ríe). Hicimos primero la escena que le había marcado la directora de casting, María Lía Bagnoli, y ahí mismo le propuse: ‘si vos querías ser Zabo y a mí también me parece que podés serlo, probemos la escena’. La estudió, volvió y fue automático: dije ‘es él’. Tenía que ver con su forma de ser, muy cercana a la del personaje. Y eso fue lo que funcionó.

-La película aborda los conflictos sentimentales a partir de la diversidad (y fugacidad) de las elecciones sexuales. ¿Qué te interesaba subrayar?

La película trata ciertos temas que tienen que ver con la adolescencia y la búsqueda de una identidad. En este caso, el personaje tiene una situación de dolor muy grande, que es el suicidio de un amigo. A raíz de eso, empieza –sin saberlo, de manera inconciente- con la búsqueda de la identidad sexual. El personaje no termina de definirse si es gay o heterosexual, sino que juega en un lugar de la bisexualidad, que es una de las tantas búsquedas en cuanto a la identidad sexual. Me interesaba más subrayar la búsqueda que la resolución de la búsqueda. Y dejar que la resolución la haga el espectador.

-Otro aspecto no convencional es el abordaje de las diferencias generacionales (padres-hijos, casas con padres ausentes, docentes-alumnos): ¿Qué papel juega el mundo adulto frente a los conflictos adolescentes?

Nos interesaba trabajar en esa suerte de cómo es esa incomunicación que hay entre Zabo y los adultos. Por un lado, él en su manifiesto está muy enojado con la visión que los adultos tienen de los adolescentes o lo que dicen de ellos. Por ejemplo, ‘estos monstruos chupasangres a quienes solo les interesa la joda y tener sexo y no tienen respeto por nada’. Si bien la película muestra esa imagen, él lo contrapone: el adolescente es el que lo cuenta, el que pone de manifiesto qué es lo que quiere.

En la relación del protagonista con sus padres no hay buena comunicación desde ambos lados. Por un lado, los padres dejan hacer a este chico, y este chico deja de hablar con ellos. Me importaba mucho presentar esa situación. Porque tiene que ver con que por más que no tengamos comunicación con nuestros adolescentes, en un punto los adultos tenemos que estar pendientes de ellos, estar presentes; no necesariamente encima, pero sí presentes y atentos.

-La recurrencia a la idea de la muerte (más que eso, del suicidio), ¿aparece porque está relacionada con el trauma de Cromañón? ¿O porque forma parte del mundo adolescente?

En la película se toca el tema de la salud mental, trabajado en este caso por el suicidio, pero no está vinculado directamente con la tragedia de Cromañon. Van en paralelo. Por un lado la tragedia de Cromañon cambia la visión de todos los adolescentes con respecto a su vida. En el caso personal de Zabo esa misma noche su mejor amigo se suicida, por cuestiones que tienen que ver con la oscuridad de su personaje y las cosas que estaba pensando, que están contadas hacia el final. Eso hace al dolor personal de Zabo. Si bien las cosas suceden al mismo tiempo, Zabo no se da cuenta de la desaparición de su amigo o de su suicidio hasta tiempo después. Eso genera en él una gran culpa, que se desarrolla en toda la historia.

-La película tuvo su estreno mundial en Huelva. ¿Qué te devolvió el público español?

No estaban enterados de lo que había sido la tragedia de Cromañon. Cuando lo contamos antes de la película, se sorprendieron con respecto a cómo eso nos cambió. El público reconoció rápidamente la temática de la adolescencia y del dolor que significa ser adolescente, que si bien tiene algunos lugares divertidos y de felicidad, también tiene espacios de dolor…y a veces no se cuenta. Y se sintieron muy identificados.

-¿Cómo viviste la tragedia de Cromañon?

No tengo un recuerdo exacto de lo que estaba haciendo. No estaba vinculado a ese tipo de música y no soy de salir a recitales. O sea que no me llegó directamente: me enteré más tarde, por los noticieros y compañeros y amigues. Supongo que debía estar preparando la fiesta de fin de año en familia. Fue muy trágico. Pero estaba en otra.

Norberto Chab

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